Dualismo persistente
La separaci¨®n mente/cuerpo sigue incorporada en la religi¨®n y en la psicolog¨ªa
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Los cient¨ªficos suelen dar por muerto y enterrado el dualismo cartesiano, la propuesta de Descartes de que la mente est¨¢ hecha de una sustancia diferente de la que constituye nuestro cerebro, o nuestro cuerpo en general. Seg¨²n esta teor¨ªa presentada en el siglo XVII, el cerebro es una sustancia material que ocupa un espacio definido, mientras que la mente est¨¢ hecha de una ¡°sustancia pensante¡± inmaterial que no ocupa ning¨²n espacio. Aunque Descartes y otros pensadores formalizaron la idea con la jerigonza de su ¨¦poca, el dualismo mente/cerebro est¨¢ impl¨ªcito en la mayor¨ªa de las religiones del mundo, y seguramente en el pensamiento autom¨¢tico de los individuos, por m¨¢s que no resista un soplo de an¨¢lisis cr¨ªtico. La argumentaci¨®n de Descartes ya es directamente de manicomio. As¨ª la presenta la Universidad de Edimburgo:
1. Puedo dudar de la existencia de mi cuerpo.
2. No puedo dudar de la existencia de mis pensamientos.
3. Luego mi mente debe estar hecha de algo fundamentalmente diferente de cualquier otra cosa.
El resultado ser¨ªa el mismo si Descartes dudara de la existencia de sus pensamientos, pero no de la de su cuerpo, lo que por cierto ser¨ªa una pareja de premisas m¨¢s aceptable que la elegida por ¨¦l. El dualismo no es m¨¢s que una capitulaci¨®n del pensamiento racional, que renuncia siquiera a explorar las partes de un sistema que no entiende y las echa al contenedor de los expedientes X, donde el cartel dice: ¡°Abandonad toda esperanza¡±. Menos mal que Descartes invent¨® las coordenadas cartesianas, un nexo fundamental entre los n¨²meros y las formas, porque de otro modo ser¨ªa recordado por la teor¨ªa de la mente m¨¢s rid¨ªcula de la historia de las ideas rid¨ªculas.
Pero el dualismo persiste no ya incorporado de serie a las religiones, sino encubierto en la mism¨ªsima psicolog¨ªa experimental que pretende descifrar nuestros procesos mentales. La psic¨®loga Iris Berent, de la Northeastern University de Boston, pone los siguientes ejemplos para ilustrar el fen¨®meno. ?C¨®mo puede una violoncelista tocar esa maravilla de m¨²sica? Porque los cerebros de los m¨²sicos, responder¨¢ un psic¨®logo, difieren del resto. Del mismo modo, la facilidad de lectura o los gritos de un beb¨¦ se deben, respectivamente, a las conexiones neurales alteradas por la dislexia o a la actividad de la am¨ªgdala, el ¨®rgano cerebral del miedo. ¡°?Todo est¨¢ en el cerebro!¡±, ironiza Berent.
Y s¨ª, por supuesto que todo est¨¢ en el cerebro, pero ?hemos explicado algo de esa forma? M¨¢s bien hemos echado el problema al contenedor del ¡°cerebro¡±, como si la bella sonata del cello y los circuitos cerebrales fueran dos cosas distintas. Una nueva forma de dualismo cartesiano, esta vez con el aval de las t¨¦cnicas para visualizar las zonas del cerebro en acci¨®n, como la resonancia magn¨¦tica funcional.
En el fondo, el problema sigue siendo el mismo que en tiempos de Descartes: que no entendemos los principios generales del funcionamiento del cerebro. Tras un siglo de neurociencia hemos acumulado pilas y estratos de datos sobre las neuronas, su forma de comunicarse con las c¨¦lulas vecinas y las ¨¢reas del c¨®rtex cerebral que correlacionan con una experiencia u otra. Pero no hemos logrado convertir toda esa informaci¨®n en verdadero conocimiento. El dualismo es el escaparate de nuestra ignorancia.
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