Constituci¨®n y amnist¨ªa: a fuer de memoria y no contra memoria
La ley de 1977 no fue amnesia, desmemoria o preferencia por dejar impunes determinados delitos, sino que se hizo con plena conciencia de lo ocurrido, dando una oportunidad de empezar un tiempo nuevo
Acabar con lo que llaman impunidad de los cr¨ªmenes del franquismo derogando la Ley de Amnist¨ªa de 15 de octubre de 1977 es una propuesta de Esquerra Republicana (ERC). Su consecuencia objetiva, al margen de la intenci¨®n subjetiva de sus promotores, es cuestionar la legitimidad de nuestra Constituci¨®n y de sus presupuestos fundacionales. Tal propuesta exige recordar los motivos de la amnist¨ªa e indagar el porqu¨¦ de proponer ahora su derogaci¨®n. Los art¨ªculos de Santos Juli¨¢, cuya lucidez a?oramos, en estas p¨¢ginas sobre la cuesti¨®n nos ayudan a entenderlo.
Cualquier ciudadano en una democracia tiene derecho a discrepar de la amnist¨ªa de 1977, como de cualquier decisi¨®n, pero tambi¨¦n tiene la obligaci¨®n de que la discrepancia se funde en razones que prueben su superioridad sobre aquellas que la justificaron. Vaya por delante que la misma se acord¨® con perfecto conocimiento y consciencia de que alcanzaba a todas las violaciones de derechos y delitos de intencionalidad pol¨ªtica cometidos en la guerra o en la dictadura e incluso en la Transici¨®n, cualquiera que fuera su gravedad o sus autores.
En 1976, el Gobierno de Adolfo Su¨¢rez, apenas 20 d¨ªas despu¨¦s de su nombramiento, aprob¨® una primera amnist¨ªa (ampliada despu¨¦s en marzo de 1977) excluyendo delitos que hubiesen lesionado la vida o integridad de las personas. Los delitos violentos y m¨¢s espec¨ªficamente el terrorismo fueron as¨ª el l¨ªmite de aquella primera amnist¨ªa, que no mencionaba tampoco los delitos de la dictadura o de la rebeli¨®n contra la Rep¨²blica. El terrorismo de los grupos independentistas vascos (ETA) y, menos frecuentes, del independentismo catal¨¢n (Terra Lliure y EPOCA) se erigi¨® as¨ª en obst¨¢culo para una amnist¨ªa total.
Sin embargo, la reconciliaci¨®n nacional, de la que la amnist¨ªa era un mero instrumento, era una exigencia de la oposici¨®n a la dictadura muy anterior a la aparici¨®n del terrorismo. Ya el mismo Aza?a en su discurso de Barcelona en julio de 1938 (¡°paz, piedad, perd¨®n¡±) o en el di¨¢logo de sus personajes en la Velada en Benicarl¨® ¡ªsobre los errores y barbaries cometidas en todos lados¡ª anticipa con esas palabras finales la salida reconciliadora, por m¨¢s que cada cual quiera jerarquizar, con todo derecho, la gravedad de las distintas barbaries. Algunas fuerzas democr¨¢ticas, poco antes de terminar la II Guerra Mundial asumieron la ¡°reconciliaci¨®n¡± ¡ªpensando en un final de la dictadura por su alineamiento con el Eje¡ª, pero la reconciliaci¨®n nacional (de todos con todos) dej¨® de ser ya una aspiraci¨®n o un deseo, para transformarse definitivamente en una pol¨ªtica com¨²n de la oposici¨®n a la dictadura, desde que el partido comunista la propugnase p¨²blica e inequ¨ªvocamente en 1956.
La transici¨®n a la democracia conllevaba para la oposici¨®n (Comisi¨®n de los nueve) el reconocimiento de identidades territoriales (en l¨ªnea con el pacto de San Sebasti¨¢n de 1930 y la Segunda Rep¨²blica), aunque de forma generalizada y con diferencias (nacionalidades y regiones) que exig¨ªan incorporar las aspiraciones regionales a la democracia.
El reto ¨¦tico para las fuerzas democr¨¢ticas de la oposici¨®n, pero tambi¨¦n para quienes sinceramente quer¨ªan arribar a la democracia desde or¨ªgenes distintos, consist¨ªa en poner las bases de un futuro en democracia que reconociera la diversidad territorial, lo que exig¨ªa una amnist¨ªa completa y total; incluso para quienes se considerase que, err¨®neamente como m¨ªnimo, hab¨ªan recurrido a la violencia alegando como justificaci¨®n que la dictadura violaba todos los derechos humanos y no ofrec¨ªa salida alguna. Las palabras de Xabier Arzalluz lo reflejaban al defender una amnist¨ªa ¡°de todos y para todos¡± y sin ¡°aducir hechos de sangre, porque hechos de sangre ha habido por ambas partes, tambi¨¦n por el poder¡±.
La amnist¨ªa de octubre de 1977, ya tras las primeras elecciones democr¨¢ticas, no se hizo por olvido, sino para el olvido, pero con el recuerdo muy presente de lo que se quer¨ªa olvidar en cuanto pudiera ser condicionante de un futuro justiciero para ajustar cuentas pret¨¦ritas. Nunca para dejar de tener presente el pasado como historia y como lecci¨®n para evitar errores. Amnist¨ªa, pues, desde la convicci¨®n del pueblo espa?ol mismo ¡ªal expresarse de forma casi un¨¢nime a trav¨¦s de sus representantes en 1977¡ª de que empezar por exigir responsabilidades por todos los delitos y atrocidades sin olvidar ninguno era el mayor error e irresponsabilidad que se pod¨ªa cometer si se quer¨ªa abrir una p¨¢gina nueva y no ajustar cuentas con el pasado. No es extra?o que la defensa m¨¢s radical de la amnist¨ªa se hiciera desde fuerzas nacionalistas conscientes de la imposibilidad de construir un futuro en paz con diversidad de nacionalidades y regiones, sin una amnist¨ªa total que comprendiera los delitos de la guerra, la dictadura y, tambi¨¦n, del independentismo terrorista.
No fue amnesia, desmemoria o preferencia por dejar impunes determinados delitos, sino plena conciencia de lo ocurrido, dando una oportunidad de empezar un tiempo nuevo. Ello confiri¨® al r¨¦gimen de 1978 la mayor altura moral posible para deslegitimar ¨¦ticamente cualquier violencia futura. Tal altura es el fundamento mismo de nuestra Constituci¨®n a la que precedi¨®, expresivamente, la amnist¨ªa que honra a todos los que la aprobaron en su diversidad ideol¨®gica.
Quienes piden ahora ¡ªdesde la barrera de los 40 a?os transcurridos y desde la seguridad que procura una democracia asentada¡ª derogar la Ley de Amnist¨ªa deber¨ªan hacerlo desde la verdad: sin ocultar o falsear las razones que llevaron a otorgarla. Deber¨ªan explicar si ellos, situados hoy hipot¨¦ticamente en 1977, prescindir¨ªan de ese supremo objetivo de reconciliaci¨®n excluyendo de aquella amnist¨ªa s¨®lo los delitos cometidos por los rebeldes en la guerra y vencedores en la dictadura, manteniendo la amnist¨ªa en todo lo dem¨¢s.
La invocaci¨®n de la memoria, para referirse a los nombres de las calles, monumentos o inscripciones nada tiene que ver con la amnist¨ªa. Habr¨¢ cosas que hacer en las que se pueda avanzar y mejorar. La b¨²squeda de los cuerpos de los asesinados, el traslado de los restos de Franco, la devoluci¨®n del Pazo de Meir¨¢s, son pasos necesarios y convenientes hechos en tiempo oportuno. Otros habr¨¢, pero eso no tiene que ver con la amnist¨ªa. El culto a la memoria no siempre sirve a la justicia, como dice Todorov en Los abusos de la memoria, y menos cuando se esgrime desde memorias parciales que ocultan las memorias de todos para tergiversar las razones de la amnist¨ªa. En todo caso, la verdad hace mucho que la conocemos perfectamente, al menos cuando historiadores, desde Hugh Thomas a otros, comenzaron sin desmayo a aportar datos no a la memoria, sino a la historia.
Los argumentos en derecho que a veces se invocan contra la amnist¨ªa de 1977 por referencia a normas internacionales no son consistentes ni pertinentes jur¨ªdicamente como se desprende del reciente auto del Tribunal Constitucional (Auto 80/2021). Prescinden, adem¨¢s, de las razones de la amnist¨ªa y de las circunstancias en que se acord¨®, olvidando principios esenciales del derecho como la seguridad jur¨ªdica o la equidad.
Ese empleo rigorista y parcial del derecho conduce a una idea de justicia deformada por el s¨ªndrome de Shylock ¡ªarquetipo humano shakespeariano com¨²n a todas las culturas, etnias y ¨¦pocas¡ª de reclamante inflexible de su derecho a cobrar una ¡°libra de carne cerca del coraz¨®n¡± al que s¨®lo renuncia cuando advierte ¡ªtemiendo sus consecuencias¡ª que su implacable derecho, no comprender¨¢, ¡°estrictamente¡±, ni una gota de sangre.
Pero, sin hablar de sangre, derogar innecesariamente la amnist¨ªa de 1977 gust¨¢ndose como impostados y supuestos debeladores de impunidad puede abocar, aunque no se sea consciente, a abrir trincheras que un d¨ªa podr¨ªan llenarse de rencor y odio, preludio de males peores.
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