Londres: las fiestas de entonces y las de ahora
Las ¨¦lites del Reino Unido poco tienen que ver con las que a mediados del siglo XX conservaban los resortes del poder
A Boris Johnson las cosas se le est¨¢n complicando mucho porque a los propios diputados tories no les ha gustado nada que en Downing Street se celebraran con el m¨¢ximo desparpajo un mont¨®n de fiestas justo en el momento en que el resto de la poblaci¨®n estaba obligada a m¨²ltiples restricciones para contener los embates de la pandemia. Alguno ha llegado incluso a decirle que se vaya. El primer ministro del Reino Unido lleva ya tiemp...
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A Boris Johnson las cosas se le est¨¢n complicando mucho porque a los propios diputados tories no les ha gustado nada que en Downing Street se celebraran con el m¨¢ximo desparpajo un mont¨®n de fiestas justo en el momento en que el resto de la poblaci¨®n estaba obligada a m¨²ltiples restricciones para contener los embates de la pandemia. Alguno ha llegado incluso a decirle que se vaya. El primer ministro del Reino Unido lleva ya tiempo haci¨¦ndolo rematadamente mal en distintos frentes, pero lo que ha provocado la ira de la poblaci¨®n es que unos cuantos privilegiados de su entorno anduvieran de copas cuando al resto de los brit¨¢nicos se los hab¨ªa forzado a confinarse. Al final va a resultar que sean unas cuantas parties las que terminen precipit¨¢ndolo en la ruina. Esta tradici¨®n de reunirse incluso en las peores circunstancias viene en Londres de lejos, hasta el punto de que Elias Canetti reuni¨® sus recuerdos de los primeros a?os que pas¨® en Inglaterra, en tiempos de la II Guerra Mundial, con el t¨ªtulo Fiesta bajo las bombas.
En alg¨²n momento cuenta que asisti¨® ¡°a una party durante el Blitz¡±. Los que estaban all¨ª interrumpieron la conversaci¨®n, levantaron la cabeza y observaron los combates entre los aviadores brit¨¢nicos y alemanes. Luego volvieron a lo suyo. A Canetti no le gustaban esas reuniones. Le resultaban fr¨ªas, aburridas, faltas de cordialidad. Y se sent¨ªa, sobre todo, que lo trataban como a un don nadie. Lo invitaron casi siempre personas que formaban parte de la ¨¦lite, un grupo de elegidos que se sent¨ªan m¨¢s all¨¢ del bien y del mal, y que miraban el mundo desde una atalaya distante, pronunci¨¢ndose con suficiencia sobre lo divino y lo humano.
Lo que pretend¨ªa Canetti cuando escribi¨® sobre aquellos a?os, y sobre aquella gente, fue ¡°conservar vivos unos cuantos caracteres¡± que dieran en conjunto una imagen de c¨®mo era Inglaterra a mediados del siglo XX. No le gustaban las fiestas, pero iba a ellas con el af¨¢n de aprender de qu¨¦ materia estaban hechas esas personas ¡°que desde hace mucho, quiz¨¢ desde hace ya dos siglos, ejercen el poder, un poder que durante mucho tiempo fue mundial¡±. En Fiesta bajo las bombas, Canetti da una deslumbrante lecci¨®n de la finura y penetraci¨®n con que pueden abordarse el car¨¢cter y la historia y las contradicciones y debilidades de unos cuantos hombres y mujeres extremadamente sofisticados, brillantes, caprichosos, muchos de los cuales marcaron una ¨¦poca. Es duro, fin¨ªsimo, puede ser a veces piadoso, pero tambi¨¦n cruel y desalmado. T. S. Eliot, Bertrand Russell o Iris Murdoch aparecen en esas p¨¢ginas, pero tambi¨¦n figuran viejos arist¨®cratas, pol¨ªticos conservadores de la peor ralea, un f¨ªsico que formaba parte del partido comunista, un exc¨¦ntrico que se dedicaba a la ornitolog¨ªa, un experto en chino y japon¨¦s, un genio de las matem¨¢ticas que fue fichado durante los primeros preparativos para el desembarco en Normand¨ªa.
Lo que Canetti permite ver en sus textos es la enorme distancia que existe entre aquellos exquisitos personajes de su tiempo y un populista como Boris Johnson. La marca de la decadencia. Todav¨ªa los de hoy quieren operar como entonces, con el enorme desd¨¦n con el que los privilegiados tratan al resto de los mortales, pero tienen un problema: carecen de toda consistencia y lustre.