El Reino Unido en su laberinto
Ni en la Casa de Windsor ni en Downing Street encuentra el ciudadano brit¨¢nico hoy la solidez institucional esperada
La democracia parlamentaria del Reino Unido ha sido capaz de sobrevivir a las etapas m¨¢s convulsas de la historia contempor¨¢nea de Europa sin romper su continuidad. Su sistema de gobierno le ha dotado de una flexibilidad de la que no disponen otras naciones m¨¢s atrapadas en su armaz¨®n legal y su rigidez constitucional. Por eso, cuando la excentricidad, la megaloman¨ªa o la impopularidad de un pol¨ªtico o de un personaje p¨²blico comienzan a ser un problema, el sistema no duda en soltar amarras y pasar a otra fase. En el caso de Boris Johnson, ya se vislumbran sus idus de marzo. En el caso del pr¨ªncipe Andr¨¦s, inmerso en un escabroso juicio en el que est¨¢ acusado de abuso sexual a una menor, Isabel II ha dejado claro en las ¨²ltimas horas que el principal objetivo de la Casa de Windsor es asegurar su propia supervivencia, caiga quien caiga.
El pol¨ªtico conservador ha sido el m¨¢s popular de las ¨²ltimas d¨¦cadas, pero ha logrado tensionar con su comportamiento todas las instituciones de dentro y de fuera del pa¨ªs. Forz¨® la intervenci¨®n del Tribunal Supremo cuando impuso unilateralmente el cierre de la actividad parlamentaria para poder sacar adelante sus planes del Brexit. Los propios magistrados tuvieron que inventar un artificio jur¨ªdico que preservara a la reina, a la que Johnson implic¨® en aquel abuso de autoridad. Provoc¨® m¨¢s tarde una rebeli¨®n en las bancadas de la C¨¢mara de los Comunes, cuando quiso cambiar la ley para salvar a un diputado corrupto ¡ªOwen Paterson¡ª y, de paso, protegerse a s¨ª mismo de investigaciones futuras. Ha sido capaz de abrir una fractura emocional y pol¨ªtica entre el Reino Unido y la Uni¨®n Europea como nunca hubo antes. No ha sido el divorcio del Brexit, sino las marruller¨ªas, medias verdades y matonismo con que Londres ha gestionado el desarrollo acordado de la separaci¨®n lo que ha llegado a causar un distanciamiento que necesitar¨¢ al menos de una generaci¨®n para ser reparado. Finalmente, el esc¨¢ndalo de las fiestas prohibidas en Downing Street, mientras los brit¨¢nicos sufr¨ªan un confinamiento que no les permit¨ªa siquiera decir adi¨®s a sus seres queridos, ha quebrado el hechizo de Johnson. Los diputados conservadores han recibido infinidad de cartas de sus votantes con expresiones de rabia, frustraci¨®n y desenga?o. El pol¨ªtico que garantizaba victorias electorales con su carisma y simpat¨ªa se ha convertido en un problema del que, tarde o temprano, deber¨¢n deshacerse.
La urgencia que asola al palacio de Buckingham es distinta, aunque igual o m¨¢s grave. Isabel II mantiene hoy una popularidad inquebrantable y ciudadan¨ªa e instituciones se volcar¨¢n en 2022 para celebrar su Jubileo de Platino, los 70 a?os del reinado m¨¢s longevo de la historia. Pero el futuro de la instituci¨®n no est¨¢ asegurado, a no ser que las nuevas generaciones corten de ra¨ªz con los abusos de los ¨²ltimos a?os y vuelvan a demostrar su utilidad. Por eso Guillermo de Inglaterra, el segundo en la l¨ªnea de sucesi¨®n, ha sido pieza decisiva a la hora de imponer a su t¨ªo Andr¨¦s un riguroso ostracismo social y p¨²blico.
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