Johnson: bebedor como Churchill, pero sin ser Churchill
El problema del ¡®premier¡¯ brit¨¢nico no es el alcohol, sino que se r¨ªe de sus propias normas como un monarca ajeno al pueblo
En uno de los momentos grandiosos de Another Round, una pel¨ªcula que podr¨ªamos ver en bucle durante largos d¨ªas, el carism¨¢tico profesor que interpreta Mads Mikkelsen ofrece a sus alumnos tres perfiles para que elijan presidente: el primero est¨¢ algo paralizado por la polio, sufre anemia, tensi¨®n, miente, enga?a a su esposa, bebe y fuma; el segundo tiene sobrepeso, depresi¨®n, fuma puros sin parar y cada noche bebe ingentes cantidades de co?ac, oporto y whisky. El tercero es h¨¦roe de guerra condecorado, trata a las mujeres con respeto, ama a los animales, nunca fuma y es vegetariano. Los estudiantes votan por el tercero y ¨¦l descubre las cartas. ¡°Acab¨¢is de elegir a Hitler. Hab¨¦is desechado a Roosevelt y a Churchill¡±.
La pel¨ªcula recorre con finura los precipicios alcoh¨®licos entre la genialidad, la brillantez, la decadencia inherente, el peligro de muerte y el socavamiento de las relaciones en la ecuaci¨®n poco manejable entre la adicci¨®n y el control. Y la he recordado al conocer el informe sobre el comportamiento de Boris Johnson, que ha subrayado el excesivo consumo en Downing Street con la precisi¨®n de un alcohol¨ªmetro policial en la carretera.
La cultura pol¨ªtica y ciudadana ha cambiado y hoy las redes no soportar¨ªan los peores momentos de un Churchill adormecido o encolerizado por el alcohol. Las borracheras de Yeltsin que tantas alegr¨ªas dieron a Clinton y a las televisiones son de otra era. Y, sin embargo, no es ese el mayor problema de Boris Johnson.
Johnson ha fallado porque ha incumplido las propias normas que ha aprobado para todos. Como un soberano absoluto ajeno al imperio de la ley, su ley, impuso a los ciudadanos restricciones duras mientras ¨¦l se cachondeaba de todos incumpli¨¦ndolas en su propia casa. Los brit¨¢nicos dif¨ªcilmente se lo van a perdonar pues, quien m¨¢s, quien menos, todos se vieron impedidos de despedirse bien de alg¨²n ser querido moribundo, todos resistieron con sus hijos en casa y las dificultades que conlleva, todos se sacrificaron menos ¨¦l. Su suerte est¨¢ en manos de su partido, que llegado el momento har¨¢ lo que ha hecho sin contemplaciones con todos los l¨ªderes que le han sobrado.
Una de ellas, Theresa May, le espet¨® en el mism¨ªsimo Parlamento: una de tres, ¡°o usted no conoce las normas, o no las entiende, o no sabe que tambi¨¦n son para usted. Y es eso¡±. Un chispazo feliz en la democracia m¨¢s estropeada que vemos alrededor.
Pero Johnson no ha fallado por beber, sino por incumplir. Y porque no es Churchill.
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