Contra la extrema derecha: un feminismo para todo el mundo
Tenemos una imprescindible tarea por delante. Y no pasa por considerar ajenos los malestares masculinos, mucho menos darlos por sentados o incluso celebrarlos como el efecto colateral que da pruebas de nuestros ¨¦xitos; hay que entenderlos y dotarlos de sentido
En las recientes elecciones chilenas parece ser que las mujeres han supuesto un voto decisivo para el triunfo de las izquierdas. Quiz¨¢s no deber¨ªa extra?arnos. Chile ha sido, junto con Argentina o M¨¦xico, uno de los principales escenarios latinoamericanos en los que el feminismo ha sido capaz de convocar movilizaciones masivas y multitudinarias. Como en el contexto espa?ol, la hegemon¨ªa del feminismo ha tenido un profundo calado social durante los ¨²ltimos a?os y eso puede tener, obviamente, significativos efectos electorales. Al mismo tiempo, una encuesta reciente en nuestro pa¨ªs daba lugar a titulares inquietantes que afirmaban que, en caso de que votaran solo los hombres, la extrema derecha podr¨ªa ganar las elecciones. Los hombres que votan a Vox representan un 76% de su electorado, lo que quiere decir que son m¨¢s del doble que sus votantes mujeres. Existe una enorme brecha de g¨¦nero en clave electoral y va m¨¢s all¨¢ de nuestro propio contexto. De hecho, uno de los rasgos m¨¢s caracter¨ªsticos del voto a las nuevas extremas derechas es su alt¨ªsima masculinizaci¨®n. ?C¨®mo leer esta realidad? ?Son las nuevas derechas, en gran parte, una reacci¨®n a las demandas de igualdad de las mujeres? ?Explicar¨ªan estos a?os de avances feministas la violencia con la que se ha levantado la reacci¨®n?
Estas preguntas son hoy urgentes, pero, para abordarlas, necesitamos salir del identitarismo en el que est¨¢n encalladas algunas perspectivas feministas. Bajo los marcos de un feminismo que siempre est¨¦ a la defensiva con el desdibujamiento de su sujeto identitario ¡ªes decir, de las mujeres¡ª, las cuestiones relativas a la masculinidad suelen ser entendidas como un asunto que nos es ajeno y que les compete por completo a otros. Ese desentendimiento, defendido a menudo como una victoria, es, en realidad, una gran renuncia. Supone abandonar un problema social que justamente el feminismo est¨¢ en condiciones de pensar con lucidez y de abordar eficazmente. La tentaci¨®n de una mirada esencialista es, incluso, naturalizar la reacci¨®n masculina, darla por descontada, no necesitar siquiera explicarla, convertirla en un hecho inevitable. ?Hasta qu¨¦ punto no son todos esos hombres que votan a Vox la consecuencia autom¨¢tica del hecho de que los estamos destronando? Ladran, luego cabalgamos. Y as¨ª, por este camino, la reacci¨®n masculina a la que asistimos en nuestros d¨ªas podr¨ªa, incluso, acabar siendo una prueba de lo mucho que estamos avanzando. Este tipo de perspectivas son peligrosamente acr¨ªticas y cierran la puerta a la posibilidad de hacernos estas preguntas: ?qu¨¦ les pasa hoy a los hombres? ?Qu¨¦ malestares masculinos est¨¢ politizando Vox? ?Qu¨¦ cosas no estamos nombrando? ?C¨®mo podemos convencer a los hombres? ?C¨®mo podemos ayudarles a cambiar?
Bell hooks, recientemente fallecida, fue una pensadora feminista que se opuso fuertemente a ¡°la ideolog¨ªa separatista que anima a las mujeres a ignorar el impacto negativo del sexismo en los hombres¡± y defendi¨® que el feminismo es para todo el mundo. ¡°Cuando el feminismo contempor¨¢neo se encontraba en su momento m¨¢s intenso, muchas mujeres insist¨ªan en el hecho de que estaban cansadas de poner su energ¨ªa en los hombres y que quer¨ªan poner a las mujeres en el centro de todas las discusiones feministas. (...) Las pensadoras feministas que, como yo misma, quer¨ªamos incluir a los hombres en los debates (...) ¨¦ramos feministas en quienes no se pod¨ªa confiar porque nos preocupaba el destino de los hombres¡± (El deseo de cambiar, Bellaterra, 2021). La cuesti¨®n es que un feminismo capaz de dar respuesta a esa reacci¨®n masculina que parece estar capitalizando la extrema derecha es, en efecto, un feminismo preocupado por el destino de los hombres. Un feminismo que est¨¢ en condiciones de desarmar al enemigo justamente porque no consolida los bandos que trata de dibujar el enemigo.
Decir que el feminismo tiene cosas buenas que ofrecer a los hombres y que lucha tambi¨¦n contra las servidumbres que los oprimen a ellos no es poner en duda la existencia de los privilegios masculinos. De hecho, revertir las desigualdades de g¨¦nero es inseparable de combatir una estructura de dominaci¨®n a la que todas y todos estamos igualmente sujetos. Y son justamente esos discursos feministas que ponen siempre el acento en los privilegios que los hombres tienen que perder, y nunca en las libertades que los hombres tienen que ganar, los que asumen unos marcos compartidos con la reacci¨®n: o ellas o nosotros. Esta l¨®gica de suma cero, donde si unos ganan es siempre a costa de que otros pierdan, forma parte del corpus ideol¨®gico que sostiene al patriarcado. Como dice bell hooks, el relato de que el dominio sobre las mujeres reporta siempre privilegios, ¨¦xitos y beneficios a los hombres es justamente funcional para el adoctrinamiento masculino, que debe ocultar todos los fracasos y malestares que el patriarcado les depara a los hombres. ¡°La idea de que los hombres ten¨ªan el control, el poder, y estaban satisfechos con su vida antes del movimiento feminista contempor¨¢neo es falsa¡± (bell hooks, 2021) y es justamente la reacci¨®n la que pone a funcionar ese mito. No lo compremos. El patriarcado genera soledad, silencio, incomunicaci¨®n, violencia, suicidios y muertes en la poblaci¨®n masculina y el feminismo debe politizar en clave transformadora todos esos malestares. Si no, lo har¨¢ la extrema derecha. ?C¨®mo es posible que sean voces reaccionarias las que hablan de los altos ¨ªndices de suicidios masculinos, de los accidentes mortales de tr¨¢fico o de las muertes violentas que padecen los hombres? ?C¨®mo puede ser que los males que justamente el patriarcado genera en los hombres sean usados como un argumento contra el feminismo y no a su favor?
Salir de los marcos identitarios implica pensar que el malestar de los hombres no es solo un efecto de los avances del feminismo. Michael Kimmel sugiere que para entender la emergencia de proyectos reaccionarios racistas, hom¨®fobos y machistas hay que rastrear los miedos masculinos en una sociedad en la que la precariedad econ¨®mica ha hecho especialmente imposible que los hombres puedan cumplir con los imperativos de la masculinidad tradicional. ?A qu¨¦ tipo de fracasos est¨¢n hoy abocados quienes han sido educados para ser padres de familia que proveen de protecci¨®n y estabilidad a los suyos? ?Es posible seguir siendo un hombre de verdad en un contexto de empobrecimiento generalizado de la poblaci¨®n, desempleo y permanente amenaza de p¨¦rdida de estatus social? La tesis de Kimmel es que las nuevas extremas derechas americanas, preludio del triunfo de Trump, supieron politizar esa frustraci¨®n masculina, propia de nuestras sociedades capitalistas tard¨ªas, orient¨¢ndola contra chivos expiatorios: las mujeres feministas, las personas LGTB o las personas migrantes.
Frente a quienes buscan falsos culpables, tenemos una imprescindible tarea por delante. Y no pasa por considerar ajenos los malestares masculinos, mucho menos darlos por sentados o incluso celebrarlos como el efecto colateral que da pruebas de nuestros ¨¦xitos, sino entenderlos ¡ªque, por supuesto, no es lo mismo que justificarlos¡ª y dotarlos de sentido. Politizar el malestar masculino contra los de arriba, cambiar los bandos y hacer del feminismo una lucha donde hombres y mujeres combatamos juntos tanto los mandatos de g¨¦nero y sus violencias como el neoliberalismo y sus violencias es uno de los principales retos de todo proyecto pol¨ªtico que pretenda enfrentarse con ¨¦xito a la emergencia de las extremas derechas. Podremos avanzar en ese camino con una pol¨ªtica que renuncie a refugiarnos en la confortable identidad que nos garantiza un feminismo solo de y para las mujeres. Combatir hoy a la extrema derecha, as¨ª como la precariedad y los miedos de los que se alimenta, requiere apostar decididamente por un feminismo para todo el mundo.
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