Cuatro horas al d¨ªa con el m¨®vil y el estilo de vida europeo
Varias fuerzas empujan hacia una homologaci¨®n global de los estilos de vida. Ninguna, probablemente, es m¨¢s poderosa que las horas que, cada d¨ªa, dedicamos a contemplar pantallas
En una entrevista concedida recientemente a este diario, el fil¨®sofo alem¨¢n Peter Sloterdijk consideraba que ¡°hasta la decadencia europea es a¨²n lo m¨¢s atractivo que hay en el mundo como forma de vida, seguida por lo que queda del sue?o americano¡±. El pensador se?alaba la falta de encanto de los estilos de vida de China y Rusia, y el peso que este soft power tiene en la actual competici¨®n de potencias. ?Existe realmente un estilo de vida europeo? Si es as¨ª, ?cu¨¢l es su devenir en medio de la ¡°decadencia¡± y de tantas fuerzas homogeneizadoras globales? ?Seguir¨¢ siendo el de nuestros hijos diferente del de otras latitudes?
Las divergencias entre los h¨¢bitos de vida de Andaluc¨ªa y las regiones b¨¢lticas, o de Bulgaria e Irlanda, son considerables. Pero hay abundantes argumentos para sostener que s¨ª hay un com¨²n denominador. Desde la libertad democr¨¢tica y las redes de protecci¨®n social que permiten un cierto tipo de aproximaci¨®n a la vida, hasta los altos niveles de seguridad callejera; desde tantos entramados urbanos que ofrecen comercio, vitalidad y oferta cultural hasta el poso de la historia que, aunque sea en diferentes declinaciones, produce un refinamiento del presente. Milenios de pasado ¡ªy las ¨²ltimas d¨¦cadas de experiencia com¨²n en la UE¡ª han plasmado un estilo de vida con rasgos compartidos, y son apetecibles. El atractivo del estilo de vida que nuestro modelo de sociedad permite es el motivo por el que tantas ciudadan¨ªas del centro y el este de Europa han querido ligar su destino a Occidente y huyen de Rusia.
Algunos de los aspectos que sostienen este estilo de vida ¡ªlos m¨¢s pol¨ªticos¡ª son bastante s¨®lidos. Otros, sin embargo, ¡ªen el dominio m¨¢s privado¡ª est¨¢n en peligro. Varias fuerzas empujan hacia una homologaci¨®n global de los estilos de vida. Ninguna, probablemente, es m¨¢s poderosa que las horas que, cada d¨ªa, dedicamos a contemplar pantallas.
Horas contra milenios. Podr¨ªa parecer un combate desigual, insignificante: no lo es. Las primeras crecen desatadas, y como agentes atmosf¨¦ricos acelerados cambian el panorama. Unos datos: franceses y alemanes, que juntos representan un tercio de la poblaci¨®n de la UE, se tiraron 3,5 horas diarias interactuando con sus m¨®viles en 2021, seg¨²n un estudio reci¨¦n publicado por App Annie. Es casi un cuarto de la vida despierta de un humano adulto. Es razonable pensar que otros pa¨ªses de la UE est¨¦n en niveles parecidos. El Reino Unido alcanza las cuatro horas, Estados Unidos las supera. Las cifras est¨¢n en brutal aumento, seg¨²n el informe: un 30% m¨¢s en dos a?os en los diez principales mercados. A ello, por supuesto, hay que a?adir las horas en las que atendemos a otros aparatos con pantallas, sean de ordenadores, consolas, televisiones. Las pantallas son el elemento central de la vida moderna. Lo que asusta no es el hecho, notorio, sino la tendencia. ?Hasta d¨®nde llegar¨¢?
M¨®viles, ordenadores y televisiones aportan extraordinarios beneficios, y una satanizaci¨®n simplista de estos aparatos es una banalidad sin recorrido ¡ªigual que subestimar sus potenciales efectos nocivos¡ª. Muchos son los objetos cuya difusi¨®n tiende a homologar la vida en distintos lares, pero dif¨ªcil encontrar algunos tan adictivos, omnipresentes, hipnotizantes, tan capaces de influir en la vida del esp¨ªritu, en su actitud activa o pasiva, en su propensi¨®n a la fantas¨ªa, en su capacidad de concentraci¨®n prolongada; y despu¨¦s, influir en la vida del cuerpo, alterando sus praxis; y, finalmente, en la vida colectiva.
Se parecen mucho nuestras vidas mientras compramos por Amazon o Alibaba, socializamos por Facebook o Weibo, jugamos con las consolas, ligamos por Tinder, nos entregamos a la en¨¦sima serie de Netflix o buscamos desde la fragilidad aprobaci¨®n social en redes de todo tipo. S¨ª, cada cual comprar¨¢ un producto espec¨ªfico, ligar¨¢ con una pareja irrepetible tras un ingenioso intercambio de mensajes, se tragar¨¢ una estupenda peli de su gusto, pero por el camino retrocede la vida corp¨®rea. S¨ª, a trav¨¦s de las pantallas pueden llegar est¨ªmulos extraordinarios, anteriormente inalcanzables, pero tambi¨¦n retrocede la atenci¨®n a lo que nos rodea, y avanza un avasallador formateo de praxis y, quien sabe, de mec¨¢nicas mentales; y s¨ª, todo ello nos va envolviendo, enredando y atrapando en un abanico infinito de posibilidades virtuales en el que se puede acabar perdiendo uno no solo la belleza envuelta en los pliegues de la vida corp¨®rea que retrocede, sino incluso perderse a uno mismo, como Narcisos empantallados.
Quiz¨¢ dentro de un par de a?os los europeos estaremos en cinco horas de media al d¨ªa mirando el m¨®vil ¡ªcomo ya ocurre en Brasil o Corea del Sur¡ª. ?Cu¨¢l ser¨¢ la media dentro de diez? Conviene pensarlo la pr¨®xima vez que el instinto llevar¨¢ compulsivamente nuestros dedos y ojos sobre la pantalla del m¨®vil tambi¨¦n en el momento de quietud despu¨¦s de la cena, mientras nuestra pareja est¨¢ sentada al lado en el sof¨¢ y nuestros ni?os merodean en el cuarto de estar. O, incluso, mientras nos hablan.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.