Tirano admira a tirano
Durante a?os las democracias occidentales conoc¨ªan las intenciones criminales de Vlad¨ªmir Putin, pero en aras del negocio todo era aceptable
La an¨¦cdota forma parte de la historia de las relaciones entre el poder pol¨ªtico y el arte cinematogr¨¢fico. Stalin, conocedor del impulso medi¨¢tico que propiciaban los medios audiovisuales y que dedicar¨ªa gran parte de sus esfuerzos al falseamiento de fotograf¨ªas y testimonios hist¨®ricos, se reuni¨® con el director de cine Sergei Eisenstein. Admiraba la primera parte de su trilog¨ªa sobre Iv¨¢n el Terrible, pero acababa de ver la continuaci¨®n y quer¨ªa comentar algunos detalles. Stalin fue el primero en rescatar a aquel primer zar del olvido y explic¨® al cineasta que todo gran hombre necesita aplicar una dosis de crueldad a su desempe?o y que el error de Iv¨¢n fue el de no exterminar a las familias m¨¢s relevantes de su c¨ªrculo. Como es obvio la segunda parte de Iv¨¢n el Terrible fue prohibida, la tercera no concluida y no se estrenar¨ªan hasta despu¨¦s de la muerte de Stalin y del propio Eisenstein. El an¨¢lisis psicol¨®gico de los l¨ªderes nacionales precisa de pa¨ªses con capacidad para estudiar con rigor su pasado y los par¨¦ntesis de libertad son demasiado escasos y breves en la historia de las naciones.
Al comienzo de Iv¨¢n el Terrible, la primera parte, asistimos a la coronaci¨®n del joven pr¨ªncipe de Mosc¨² como nuevo zar. Las distintas camarillas que rodean al poder sospechan que el pueblo y los dem¨¢s pa¨ªses de Europa no van a aceptar este pol¨¦mico nombramiento. Uno de los asistentes se vuelve hacia otro invitado y concluye: ¡°Si es fuerte, le aceptar¨¢n¡±. En esas estrategias estamos, porque la lecci¨®n de historia que quiso propinarnos el presidente Putin antes de su ataque sobre Ucrania solo conten¨ªa una esencia, la de la fuerza como justificaci¨®n de cualquier atrocidad. Lo terrible es que durante a?os las democracias occidentales conoc¨ªan las intenciones criminales de Putin, pero en aras del negocio todo era aceptable. Ahora, la ¨²nica capacidad de intervenir en este escenario diab¨®lico es precisamente a trav¨¦s de sanciones comerciales. Putin y su corte utilizaban ese mercadeo en beneficio propio, y seduc¨ªa a sus ciudadanos con la fascinaci¨®n por los supuestos tiempos de esplendor de los l¨ªderes imperiales, incluido el sanguinario Stalin, y por supuesto aquel Iv¨¢n el Terrible.
En el a?o 2014 las autoridades erigieron la primera estatua en homenaje a ese tirano medieval que entre otras lindezas asesin¨® a su propio hijo. Al acto asistieron todos quienes apoyan a Putin, desde cl¨¦rigos ortodoxos hasta la banda de moteros fascistas que le festejan con devoci¨®n. Los nacionalistas amenazaron a cualquier artista, intelectual o vecino de la ciudad de Oryol, al sur de Mosc¨², que se opuso al monumento conmemorativo de ese l¨ªder que levant¨® un imperio durante su mandato en la segunda mitad del siglo XVI. Lo que pretende hacer Putin con la historia es algo parecido a la egrag¨®pila, esa bola de alimento no digerido que regurgitan algunas aves rapaces, y que contiene pelos, huesos o plumas que no logran digerir. Si separas lo que te conviene de lo inc¨®modo, el relato nacional es un grumo maloliente. Por experiencia propia, los espa?oles saben que las exaltaciones del pasado hist¨®rico estimulan el orgullo, pero tambi¨¦n una obcecaci¨®n sangu¨ªnea, irracional y oportunista. Es exactamente la raz¨®n por la que Rusia ha apoyado en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas a partidos que reivindican el autoritarismo desde el interior de las democracias. Tiranos fabrican tiranos.
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