Putin y su nueva Gran Guerra Patri¨®tica
Tanto Mosc¨² como Kiev, en distinta medida, llevan a?os jugando con el fuego de la historia y la memoria. Ambos pretenden, en diversos grados, imponer una verdad hist¨®rica sobre el conflicto de 1941-45 que contribuye a enfrentarlos hoy
En su alocuci¨®n para anunciar el inicio de la invasi¨®n de Ucrania, Vlad¨ªmir Putin recurr¨ªa como legitimaci¨®n a dos argumentos principales, adem¨¢s del desprecio de Occidente. Primero, que el actual Gobierno de Kiev es nazi. Segundo, que esos nazis estar¨ªan llevando a cabo un genocidio de la poblaci¨®n rus¨®fona en el este del pa¨ªs, argumento que recuerda al esgrimido por Stalin en 1939 para invadir Polonia, en este caso defender a los hermanos ucranios. Putin afirm¨® adem¨¢s d¨ªas atr¨¢s que Ucrania es una naci¨®n artificial, arrancada al solar patrio ruso y construida a costurones. Un invento bolchevique, que le dot¨® de territorialidad. Como en casi todas las nuevas guerras (Mary Kaldor) del siglo XXI, la invasi¨®n se present¨® al principio como una intervenci¨®n quir¨²rgica y puntual, que se complementar¨ªa con otras formas de guerra h¨ªbrida, como el apoyo con tropas pseudomercenarias que Rusia presta desde 2014 a los rebeldes prorrusos de la regi¨®n del Donb¨¢s. Pero esa m¨¢scara ha ca¨ªdo: es una guerra cl¨¢sica y frontal, una invasi¨®n en toda regla.
Para quien conozca el pasado convulso de esas tierras de sangre (Timothy Snyder), nada nuevo bajo el sol. Desde hace lustros, el presidente ruso realiza un uso estrat¨¦gico de la memoria hist¨®rica, y en especial del recuerdo de la Segunda Guerra Mundial, para defender sus intereses en pol¨ªtica exterior. Desde el inicio de la era Putin, el Estado ruso reinterpreta la remembranza p¨²blica de la Gran Guerra Patri¨®tica de 1941-45 en t¨¦rminos similares a los de la ¨¦poca de Breznev desde los a?os sesenta. Se habr¨ªa tratado de una defensa de la patria rusa/sovi¨¦tica frente a un invasor for¨¢neo. A diferencia de ¨¦pocas anteriores, desaparece ahora cualquier menci¨®n al socialismo, y Stalin pasa a ser una figura decorativa. Era el pueblo sovi¨¦tico, y el ruso a su cabeza, el que defend¨ªa su existencia frente a un invasor que aspiraba a exterminarlo. Conmemoraciones, memoriales, pel¨ªculas y toda suerte de productos culturales se pusieron al servicio de una narrativa simple pero efectiva y para la mayor¨ªa de las familias rusas muy veros¨ªmil: fue la naci¨®n la que obtuvo la victoria en 1945. Y su capacidad de sacrificio constituir¨ªa una advertencia frente a cualquier amenaza real o supuesta, desde la OTAN hasta las antiguas periferias de la URSS ahora en manos revisionistas. En su discurso del 9 de mayo de 2021, en conmemoraci¨®n de la victoria sobre Hitler, Putin invocaba esos fantasmas del pasado, denunciaba las ¡°nuevas variantes¡± del nazismo y a quienes ten¨ªan las ¡°manos manchadas de sangre rusa¡±. Aviso para navegantes, b¨¢lticos o ucranios.
Ucrania es, sin duda, un pa¨ªs dual. En sus regiones occidentales, la mayor¨ªa de la poblaci¨®n habla ucranio, comparte un fuerte sentimiento nacionalista y desde fines de la d¨¦cada de 1980 muchos veneran como patriotas incomprendidos a los nacionalistas ucranios liderados por el mitificado Stepan Bandera. Esos patriotas hab¨ªan entrado en Ucrania en junio de 1941 acompa?ando a los nazis, proclamaron de manera ef¨ªmera una independencia del pa¨ªs bajo el patronazgo de Hitler en Le¨®polis (Lviv) y lucharon contra el Ej¨¦rcito Rojo, prolongando su resistencia hasta la d¨¦cada de 1950. Eran antirrusos y antipolacos, en su mayor¨ªa profascistas y antisemitas, que perpetraron matanzas contra la poblaci¨®n civil polaca de Volinia y Galitzia oriental, as¨ª como contra los hebreos. Parte de ellos lucharon en unidades de las Waffen SS, pero tambi¨¦n los hubo que combatieron a los nazis. Su memoria fue venerada durante d¨¦cadas por la di¨¢spora ucrania en Norteam¨¦rica y Europa.
En las regiones centrales y orientales del pa¨ªs, por el contrario, la poblaci¨®n mayoritariamente rus¨®fona o de origen ruso rechaz¨® la ¡°banderizaci¨®n¡± simb¨®lica del pa¨ªs tras 1991. Muchos rus¨®fonos sent¨ªan nostalgia de la URSS, aunque apoyasen la independencia de Ucrania. Siguieron venerando el recuerdo de la Gran Guerra Patri¨®tica, sus monumentos y lugares de memoria, como una parte de su propio pasado y como un s¨ªmbolo de afirmaci¨®n etnocultural colectiva. Esa memoria est¨¢ particularmente viva en ciudades como J¨¢rkov o Sebastopol, y se pone de manifiesto cada 9 de mayo en conmemoraciones masivas.
Las pol¨ªticas de la memoria del Gobierno de Kiev tras 1991 no fueron siempre coherentes. Cuando gobernaron poscomunistas partidarios de la buena vecindad, insistieron m¨¢s bien en nacionalizar el recuerdo de la Gran Guerra Patri¨®tica y en destacar la aportaci¨®n espec¨ªfica del pa¨ªs a la victoria contra Hitler, el papel de los soldados ucranios en el Ej¨¦rcito Rojo, los partisanos y el alto n¨²mero de civiles que murieron a manos de los ocupantes. Los gobernantes m¨¢s nacionalistas, fuese despu¨¦s de la revoluci¨®n naranja o tras el Euromaid¨¢n de 2013-14, tendieron a ver en Stepan Bandera y sus seguidores unos ¡°h¨¦roes de Ucrania¡± y eliminaron la Gran Guerra Patri¨®tica como una referencia conmemorativa del pasado reciente del pa¨ªs. Esa tendencia es m¨¢s acentuada en Ucrania occidental y entre los grupos de ultraderecha, que erigieron desde los a?os noventa estatuas a Bandera y otros dirigentes y ve¨ªan en la proclamaci¨®n de Lviv de junio de 1941 un precedente leg¨ªtimo. Adem¨¢s, la Ley de Descomunizaci¨®n aprobada por el Parlamento de Kiev en 2015 sancion¨® la retirada de s¨ªmbolos comunistas en todo el pa¨ªs, equiparando directamente el r¨¦gimen sovi¨¦tico con el nazi.
El vecino del Norte incide en esas brechas hist¨®ricas y culturales y contribuye a amplificarlas. En el nacionalismo ruso actual, empezando por Putin, late la convicci¨®n de que Ucrania es parte de la naci¨®n rusa. Entre sus mitos de origen se sit¨²a el Estado medieval del Rus de Kiev (siglos IX-XIII), reivindicado tambi¨¦n por el nacionalismo ucranio como precedente. El georgiano Stalin consider¨® siempre a Ucrania un territorio poco fiable y reacio al socialismo, sobre todo a sus campesinos. Para el nacionalismo ucranio, a la inversa, Rusia es el gran otro externo, agente de la aculturaci¨®n y desnacionalizaci¨®n de buena parte del pa¨ªs, culpable de la supresi¨®n de su ef¨ªmera independencia en 1918, y ¨²ltimo responsable del exterminio de millones de campesinos en 1933-34 mediante una hambruna orquestada por Stalin, el Holodomor, aunque tambi¨¦n fallecieron campesinos rusos y de otros grupos ¨¦tnicos. En resumen, Rusia ser¨ªa el Oriente euroasi¨¢tico; Ucrania, el Occidente ilustrado.
El cine ruso reciente se hace eco de algunas de esas paradojas. La pel¨ªcula Somos del futuro (Andrei Maliukov, 2010) narra c¨®mo dos j¨®venes moscovitas y dos ucranios participan en la recreaci¨®n hist¨®rica de una batalla de 1944. Se tiran pullas entre ellos, y los chicos de Kiev creen que los nacionalistas ucranios del pasado son sus h¨¦roes. Sin embargo, tras un viaje en el tiempo que los lleva al escenario real de la batalla, los cuatro se reconcilian y luchan junto al Ej¨¦rcito Rojo contra la Divisi¨®n Galizien de las Waffen SS. Ahora la met¨¢fora se invierte. El conflicto actual es resultado de desencuentros geoestrat¨¦gicos y ansias neoimperiales por parte de Putin. Pero tanto el Kremlin como el Gobierno de Kiev, en distintas medidas, llevan a?os jugando con el fuego de la historia y la memoria. Ambos pretenden, en diversos grados, imponer una verdad hist¨®rica sobre la guerra de 1941-45, que contribuye a enfrentarlos en el presente.
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