8-M
Los ¨¦xitos del movimiento feminista no pueden quedar eclipsados por la divisi¨®n que hoy exhibir¨¢ en la calle
La lucha feminista ha exhibido en el ¨²ltimo medio siglo una extraordinaria capacidad de transformaci¨®n social. Las conquistas de las mujeres han implicado mayores niveles de justicia social y progresos civilizatorios sustanciales tanto para ellas como para los hombres. Se han producido cambios legislativos de gran calado en igualdad salarial, libertad sexual y reproductiva y violencias machistas. Una de cada cuatro mujeres de 15 a 49 a?os sufre, seg¨²n la Organizaci¨®n Mundial de la Salud, violencia f¨ªsica o sexual por parte de su pareja. Frente al 27% de la media global, el porcentaje en Europa central es del 16% y en Espa?a, del 15%. Cualquier grado de violencia es inaceptable, pero los datos indican un progreso que invita a persistir e intensificar la batalla. Hoy este peri¨®dico ha querido asomarse al momento en que empieza a fraguarse la desigualdad, a las causas que los expertos se?alan para que los patrones se reproduzcan en nuestros j¨®venes. Lo ha hecho a partir de dos datos: muchos de nuestros ni?os tienen una primera aproximaci¨®n al porno a los ocho a?os solo con desbloquear el m¨®vil de un adulto. Ah¨ª comienza ya una configuraci¨®n de las relaciones afectivo sexuales. El segundo dato lo ofrece la macroencuesta de 2019 sobre violencia machista del Ministerio de Igualdad: el control de la pareja por parte del hombre afecta a una de cada cuatro chicas de 16 a 17 a?os y asciende al 63,5% al ampliar la franja de edad hasta los 24 a?os.
La desigualdad es un fen¨®meno multifactorial y transversal. La pandemia ha vuelto a demostrar que las crisis afectan m¨¢s a las mujeres porque sufren mayores tasas de precariedad y temporalidad que los hombres. Para reducir la brecha salarial no es suficiente con que la normativa obligue a pagar igual salario por igual trabajo. Hay que intervenir sobre las condiciones laborales que, de forma diferencial, afectan negativamente a las mujeres. Y tambi¨¦n sobre una condici¨®n social preexistente: la enorme desproporci¨®n en la carga social del cuidado y atenci¨®n a cualquier tipo de dependencia, que recae fundamentalmente sobre las mujeres y se agrava cada vez que una crisis reduce los servicios sociales o pospone el acceso a la educaci¨®n en edades tempranas. Todo ello explica que, a pesar de las leyes, los avances en la equiparaci¨®n sean tan lentos. En 10 a?os, en la Uni¨®n Europea solo hemos avanzado cinco puntos en el ¨ªndice anual de igualdad de g¨¦nero, que en 2021 se situ¨® en 68 sobre 100.
Los avances son enormes pero tambi¨¦n los retos. En Espa?a asistimos a una profunda divisi¨®n del movimiento feminista que el 8-M de 2018 asombr¨® al mundo. Por primera vez las manifestaciones del 8 de marzo tendr¨¢n en muchas ciudades espa?olas dos convocatorias y dos recorridos. La causa central de la divisi¨®n son las diferencias en torno a la ley trans y la libre determinaci¨®n del sexo, pero este a?o tambi¨¦n una discusi¨®n que viene de muy lejos: c¨®mo abordar la prostituci¨®n. El compromiso del PSOE de promover una ley sobre este ¨²ltimo asunto antes de terminar la legislatura ha polarizado como nunca antes a las partidarias de la abolici¨®n completa de una realidad que esclaviza a millones de mujeres con las partidarias de una regularizaci¨®n que proteja a las prostitutas. El enfrentamiento se ha radicalizado hasta la ruptura total y ha debilitado la lucha de las mujeres en un momento de fuerte reacci¨®n en contra de la extrema derecha.
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