Est¨¢s cancelada
En este acto de aniquilar a quien sea poni¨¦ndole ¡®mute¡¯ como si fuera un aparato m¨¢s que nos pertenece, estamos impl¨ªcitamente declarando nuestra manera de pensar como la ¨²nica justificada, la ¨²nica con derecho a existir, la ¨²nica v¨¢lida
Hace algunos meses, despu¨¦s de un altercado, una persona me escribi¨® por el chat: ¡°Est¨¢s cancelada¡±. Casi tuve la pulsi¨®n de tocarme para asegurarme de que todav¨ªa estaba ah¨ª. Record¨¦ un cap¨ªtulo de Black Mirror donde al cancelar a una persona, se la vuelve invisible. Sin duda, la idea de cancelar a otros me resulta m¨¢s propia de una realidad dist¨®pica que la de vida real. Aunque, para ser francos, cada vez resulta m¨¢s dif¨ªcil trazar una l¨ªnea entre lo uno y lo otro.
En este acto de aniquilar a quien sea poni¨¦ndole mute como si fuera un aparato m¨¢s que nos pertenece, estamos impl¨ªcitamente declarando nuestra manera de pensar como la ¨²nica justificada, la ¨²nica con derecho a existir, la ¨²nica v¨¢lida.
En t¨¦rminos filos¨®ficos, si pensamos en Los Di¨¢logos de Plat¨®n, volvemos a la conversaci¨®n como dial¨¦ctica, como gimnasia de los argumentos en busca del aprendizaje, de la verdad. Por cuenta de la dial¨¦ctica, el discurso se aparta de su capacidad de grabarse en piedra, deja de ser sentencia y mandato de los m¨¢s poderosos, para tender un puente hacia el otro. As¨ª, la verdad se entiende como una construcci¨®n colectiva, no como una sentencia impartida desde la autoridad y el poder. En ese sentido, el di¨¢logo est¨¢ en el centro de la polis griega y por tanto en el coraz¨®n de la democracia.
Al interior de una sociedad participativa, la opini¨®n de todos vale. Es decir, no se ¡°cancela¡± el pensamiento del contrario simplemente porque no lo compartimos. Esto me lleva a pensar en la cultura de la cancelaci¨®n en tiempos de guerra. No han faltado las voces alz¨¢ndose para pedir el veto a la cultura rusa. Que dejemos de leer a Tolstoi y a Dostoievsky. Que no se proyecten las pel¨ªculas de Tarkovski en las filmotecas europeas, que no se presente el ballet de Bolshoi.
La lluvia de cancelaciones a festivales, conciertos y exposiciones no ha parado. Y es que, en el caso de las compa?¨ªas y artistas vivos, la preocupaci¨®n suele justificarse por el temor de que el apoyo a estas figuras repercuta en un respaldo al Gobierno de Putin. Y, sin embargo, no deja de ser contradictorio atribuirles una entidad pol¨ªtica y por tanto instrumental a las artes, m¨¢xima manifestaci¨®n de la libertad individual.
Acepto que somos, para bien y para mal, el resultado del pa¨ªs donde nacimos. Pero somos antes que nada individuos, seres libres y aut¨®nomos, con pensamientos, ideas y posiciones propias. Leo esta frase y me parece incre¨ªble que sea necesario ponerlo por escrito. Absurdo. Triste. Completamente anormal.
?Es v¨¢lido estigmatizar a la cultura rusa? ?No es acaso una forma m¨¢s de atentar contra la libertad de expresi¨®n? ?Tienen la culpa los rusos de tener a un psic¨®pata como presidente? En un mundo cada vez m¨¢s intolerante, si queremos fungir de jueces de la ¨¦tica y la moral para condenar a los ciudadanos de las naciones que violan los derechos humanos, ?no tendr¨ªamos entonces que ser igual de tajantes con pa¨ªses como China, Venezuela, Corea del Norte, Libia, Somalia, Arabia Saud¨ª, Azerbaiy¨¢n y Qatar, por mencionar solo a algunos?
Claramente eso ser¨ªa absurdo. No obstante, por este camino, algunos movimientos feministas est¨¢n a favor de cancelar obras y autores literarios constitutivos de la cultura occidental por considerarlos machistas. Y luego hay quienes han pedido cancelar la pel¨ªcula Lo que el viento se llev¨® por considerarla racista. Y un largo etc¨¦tera.
Cancelar implica que podemos borrar de nuestras vidas aquello que nos causa rechazo o con lo que sentimos una incompatibilidad ideol¨®gica. Algunas de estas pr¨¢cticas son colectivas. Pero es muy distinto dejar de comprar el petr¨®leo que financia la m¨¢quina de guerra del Kremlin a dejar de escuchar a Tchaikovsky.
Y si bien como consumidores tenemos una responsabilidad en tanto que impl¨ªcitamente patrocinamos a determinados actores, el peligro est¨¢ en caer en la tentaci¨®n de ir cancelando todo aquello con lo que no estamos de acuerdo hasta caer en la censura. Comenc¨¦ esta columna con una alusi¨®n a Black Mirror. La termino con la imagen de Farenheit 451, donde el ¡°bien pensantismo¡± de las mayor¨ªas lleva a la quema masiva de libros, supuestamente, por el bien com¨²n.
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