La verdad inconveniente
El comandante en jefe no deber¨ªa permitirse errores de punter¨ªa cuando dispara la munici¨®n que le es propia, la palabra
Joe Biden tiene raz¨®n. Vlad¨ªmir Putin es el problema, la causa y la explicaci¨®n de esta guerra infame. ?Muerto el perro se acab¨® la rabia? Hay que dudarlo, a pesar de lo que ha dicho el presidente de Estados Unidos. Ante todo, porque nadie sabe c¨®mo terminar con un personaje pol¨ªtico protegido m¨¢s all¨¢ de lo imaginable, tanto de los ataques que pueda sufrir del exterior como del ¨²nico peligro serio, que es el que pueda representar su propio entorno.
Si Putin es la causa, mientras haya guerra habr¨¢ que hablar con Putin para buscar la paz. La sentencia ¡ª¡±?Por Dios santo, este hombre no puede permanecer en el poder!¡±¡ª es moralmente impecable y pol¨ªticamente inconveniente. Menta la bicha, esa orden de muerte que perfora el cerebro del tirano, con el recuerdo de Muamar el Gadafi atrapado en una cloaca y de Osama Bin Laden abatido en su cama por orden de Barack Obama, con Biden a su lado.
Las sentencias morales, las admoniciones ideol¨®gicas, los comentarios pol¨ªticos, por certeros que sean, no son lo que se espera de un gobernante, y menos a¨²n de quien se presenta como el l¨ªder del mundo libre. Adem¨¢s de exacta, su palabra debe ser ¨²til. No lo es esta declaraci¨®n, como otras anteriores en que ha calificado a Putin de asesino y carnicero.
La verdad inconveniente no enerva los reflejos defensivos solo de Putin sino del entero sistema putinista. Suponiendo que Putin fuera el ¨²nico origen y explicaci¨®n de todos los males, tampoco est¨¢ claro que ser¨¢ mejor quien le sustituya. Siempre puede haber una opci¨®n peor. Y sea quien sea, con ¨¦l tambi¨¦n habr¨¢ que hablar.
Biden ha sacado en procesi¨®n la fracasada Doctrina Bush, que promov¨ªa el cambio de r¨¦gimen en los pa¨ªses autocr¨¢ticos y su sustituci¨®n por gobiernos democr¨¢ticos mediante invasiones militares y bombardeos. Es l¨®gico que sus amigos y aliados se hayan echado las manos a la cabeza. Complica las negociaciones con Mosc¨², contribuye a alargar la guerra y evoca la historia de un fracaso sistem¨¢tico en Irak, Afganist¨¢n, Siria, Libia, Egipto... Va acompa?ada por un terrible teorema que sirve tambi¨¦n para Rusia: el dictador que renuncia al arma nuclear est¨¢ perdido (Sadam Husein, Gadafi) y se salva el que no lo hace (Ir¨¢n y Corea del Norte).
Putin tiene la lecci¨®n bien aprendida. ?l s¨ª se considera con derecho a cambiar el r¨¦gimen de Kiev, puesto que Ucrania renunci¨® ingenuamente al arma nuclear a cambio del reconocimiento de sus fronteras y de su integridad territorial por parte de Rusia en el memor¨¢ndum de Budapest de 1994. Y en cuanto a liquidarle o echarle del Kremlin, ya se adelant¨® a tal eventualidad al blandir desde el primer d¨ªa de la invasi¨®n el arma nuclear que tiene a su disposici¨®n.
Una frase fuera de guion puede deslucir un buen discurso de apoyo a Ucrania e incluso un viaje tan trascendental para la OTAN como el de Biden a Bruselas y Polonia. El comandante en jefe no deber¨ªa permitirse errores de punter¨ªa cuando dispara la munici¨®n que le es propia, la palabra.
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