Los dos sexos del esp¨ªritu
Flaco favor se hace a las disputas sobre el g¨¦nero si se proyecta la imagen de que la historia de las mujeres es cosa solo de mujeres, de los ni?os con los ni?os y las ni?as con las ni?as
Dec¨ªa Jules Michelet que se sent¨ªa un hombre completo porque ten¨ªa los dos sexos del esp¨ªritu. Era ello muy cierto en aquel gigante del siglo de la historia, el siglo XIX, como nos demostr¨® con la inclusi¨®n de la mujer, de las mujeres, en su historiograf¨ªa ¨¦pica, rom¨¢ntica y novelada de la Revoluci¨®n Francesa. Michelet defend¨ªa que el historiador tiene una misi¨®n y que su deber es ser el administrador del patrimonio de los difuntos, el guardi¨¢n de la memoria, aquel que brindar¨¢ a los olvidados, al pueblo, a la mujer, la voz que se le neg¨® y la asistencia que nosotros mismos necesitaremos alg¨²n d¨ªa en un futuro pr¨®ximo.
Con la firme convicci¨®n de que el historiador debe albergar a los dos sexos del esp¨ªritu, de no desatender nunca el g¨¦nero, me dejo seducir por una bien armada serie documental sobre la mujer romana en Movistar, El coraz¨®n del imperio. Debo reconocer que el t¨ªtulo no me parece muy afortunado, porque m¨¢s all¨¢ de que Roma es un nombre femenino, el coraz¨®n vincula a la mujer, como siempre ha querido el patriarcado, m¨¢s con la emoci¨®n que con la raz¨®n, con la naturaleza que con la cultura, con la materia que con el esp¨ªritu, con el cuerpo m¨¢s que con el alma.
No me voy a centrar en la idoneidad de que un autor superventas de novela hist¨®rica, Santiago Posteguillo, no un verdadero historiador, sea el alma mater de una serie a veces teratol¨®gica en la que quiz¨¢s se suceden demasiadas pasiones desatadas y violentas pulsiones de sexo, sangre y arena. No cuestionar¨¦ la solvencia contrastada de las historiadoras que acompa?an al novelista en su retorno al pasado, especialistas experimentadas en la historia de Roma y de las mujeres romanas y que nos ense?an no pocas cosas sobre las asimetr¨ªas del g¨¦nero de ayer y de hoy. Tampoco negar¨¦ las convincentes y efectivas interpretaciones sobre los avatares de romanas ilustres en aquel mundo de hombres que siempre vio en las mujeres a eternas menores de edad. Mi pregunta es, sin embargo, sencilla, pero nada ingenua: ?d¨®nde est¨¢ el otro sexo del esp¨ªritu m¨¢s all¨¢ de Santiago Posteguillo y los actores que interpretan a lo que al parecer fueron t¨ªteres en manos de sus mujeres, abuelas, madres o esposas, se llamasen Julio C¨¦sar, Marco Antonio, Augusto o Heliog¨¢balo?
Deber¨ªamos plantearnos, m¨¢s all¨¢ de si estamos confundiendo la historia con lo pol¨ªticamente correcto o con el tan necesario feminismo, si tiene sentido que la historia de las mujeres sea solo cosa de mujeres, si para hacer justicia a Cleopatra o Livia haya que empeque?ecer a Julio C¨¦sar o Augusto, que no se recurra ni una sola vez al concurso de un experto en Historia de Roma y en Historia del g¨¦nero del sexo masculino, que los hay. Somos muchos los hombres, cisg¨¦nero o no binarios, que nos dedicamos y ense?amos g¨¦nero e Historia desde hace muchos a?os, y flaco favor se hace a las disputas sobre el g¨¦nero si se proyecta la imagen de que la historia de las mujeres es cosa solo de mujeres, de los ni?os con los ni?os y las ni?as con las ni?as.
La normalidad en la ense?anza sobre el g¨¦nero en la Historia llegar¨¢ el d¨ªa en que desaparezcan las asignaturas sobre g¨¦nero e Historia, cuando se aborde el estudio del g¨¦nero de manera transversal, inclusiva, en todos y en cada uno de los planes docentes de todas y cada una de las asignaturas, desde la educaci¨®n primaria a la Universidad, en la Historia y en la Literatura, desde la Historia de la F¨ªsica a la Historia de la Medicina, en la Historia del Arte y en cualesquiera de las manifestaciones del esp¨ªritu. Mientras esa nueva normalidad no se imponga por derecho propio y por justicia po¨¦tica ¡ªy seguimos, ciertamente, muy lejos¡ª seguir¨¢n siendo necesarias asignaturas sobre g¨¦nero e Historia, historias de las mujeres fil¨®sofas o historias de las mujeres cient¨ªficas, d¨ªas internacionales de las mujeres y las ni?as en la ciencia y d¨ªas internacionales de las mujeres trabajadoras, d¨ªas internacionales para la eliminaci¨®n de la violencia contra las mujeres o d¨ªas internacionales del orgullo LGTBI.
Pero solo si asumimos que el historiador o la historiadora debe tener los dos sexos del esp¨ªritu, como dec¨ªa Michelet, podremos aclamar para una segunda vida a los hombres y a las mujeres de la Historia sin partidismos o apriorismos, ofrecer a la sociedad una historia cr¨ªtica y met¨®dica, con juicio y sin prejuicios, que proporcione una aproximaci¨®n rigurosa a lo que sucedi¨® realmente, tambi¨¦n con un lenguaje inclusivo, pero no artificiosa y forzadamente inclusivo, superando los discursos androc¨¦ntricos de la raz¨®n patriarcal y apostando m¨¢s por los feminismos de la igualdad que por los feminismos de la diferencia, por la igualdad respetando la diferencia. Quiz¨¢s solo as¨ª contribuyamos a que todos y todas podamos sentirnos, un d¨ªa no muy lejano, orgullosos de contar con todos los sexos del esp¨ªritu.
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