N¨¹remberg en El Salvador
Lo recorrido por Bukele desde que asumi¨® funciones marca un curso lineal autoritario
Reflectores intensos levantando la figura del ¡°gran l¨ªder¡±. Rutilante espect¨¢culo nocturno, gritos e himnos marciales en un estadio ocupado por personal policial vestido y ordenado cual tropa militar de combate. Enmarcado todo por el discurso simple, reiterativo y machac¨®n en soluciones m¨¢gicas que anunciaba el l¨ªder.
Era San Salvador en estos d¨ªas, no N¨¹remberg, la ¡°meca¡± del partido y escenograf¨ªa nazi en el estrado Zeppelinfeld desde donde Hitler arengaba a las masas. Escenas que ha dejado registradas para la historia la cineasta Leni Riefenstahl, crucial y brillante arma de la propaganda nazi. Discurso este del salvadore?o que, en el fondo y la forma, inspira a preocupantes ¨¦mulos contempor¨¢neos, como el presidente Nayib Bukele.
Lo recorrido por Bukele desde que asumi¨® funciones marca un curso lineal autoritario; in crescendo y en varios planos. Me he referido ya en estas p¨¢ginas a la demolici¨®n por Bukele de la independencia judicial en El Salvador. Como ya se sabe a estas alturas, ese fue solo un paso en el desmantelamiento de la institucionalidad salvadore?a, incluyendo la libertad de expresi¨®n.
En efecto, en paso adicional de restricci¨®n de derechos democr¨¢ticos. Hace pocos d¨ªas gestion¨® en el Congreso una ¡°ley mordaza¡± que legaliza abiertamente la censura. Esta medida proh¨ªbe informar sobre las pandillas, sobre pactos entre pol¨ªticos y pandilleros y sobre el control que ejercen sobre buena parte de la poblaci¨®n urbana, especialmente la m¨¢s pobre.
Como ha se?alado Carlos Dada, director del peri¨®dico digital El Faro, ¡°la democracia, que es un sistema de pesos y contrapesos, ya no tiene contrapesos en El Salvador¡±. Y es verdad. Fue precisamente El Faro que inform¨® en septiembre de 2020 y agosto de 2021, con documentos probatorios, que el Gobierno de Bukele llevaba negociando desde su inicio con los l¨ªderes pandilleros encarcelados ¡°la reducci¨®n de homicidios y apoyo electoral para las pasadas elecciones de febrero de 2021¡å. Para confirmar que eso de las negociaciones no era un cuento, hace pocos meses, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos impuso sanciones a dos funcionarios salvadore?os por negociar con las pandillas para reducir homicidios a cambio de incentivos econ¨®micos.
Ese tr¨¢gico fin de semana a finales de marzo, en el que las maras asesinaron en un solo d¨ªa a m¨¢s de 60 personas, fue un campanazo de alerta de que el puente entre Bukele y las maras se hab¨ªa roto. Y vino, entonces, el anuncio de las medidas de dureza extrema. Que adem¨¢s de restricciones a la libertad de expresi¨®n y de un estado de excepci¨®n, contiene penas m¨¢s severas, restricciones duras en el derecho a la defensa, jueces sin rostro y una serie de medidas de ese mismo corte. Que rompen con est¨¢ndares internacionales de obligatorio cumplimiento, pero que, la verdad sea dicha, han ca¨ªdo bien en un sector de una sociedad hastiada de la delincuencia y que no ve una salida al fondo del t¨²nel luego de d¨¦cadas de impunidad marera.
Esto tiene, sin embargo, tres aspectos muy serios que apuntan a cuestionar estas medidas autoritarias. No solo atentatorias de reglas elementales de un Estado democr¨¢tico de derecho, sino inconvenientes y de previsible ineficacia.
Primero, al liquidar el debido proceso (derecho a la defensa, jueces sin rostros y dem¨¢s) genera nuevos dramas y contradicciones con miles de inocentes que pueden ser no solo detenidos, sino condenados a largas penas. Un remedio que no desactiva las condiciones que generan la reproducci¨®n de las maras, sino que amenaza con arrasar con inocentes generando nuevos dramas.
Durante la autocracia de Fujimori en el Per¨² en la d¨¦cada de los 90 del siglo pasado se usaron esas armas y fue tan brutal y negativo su efecto en miles de inocentes que el propio Fujimori tuvo que desandarlas dictando la legislaci¨®n para liberar a varios miles de inocentes injustamente condenados y desactivar los tribunales sin rostro. Fue la inteligencia y no los tribunales sin rostro o las masacres lo que funcion¨® para derrotar a Sendero Luminoso.
Segundo, que la acci¨®n violenta e impune de la criminalidad no puede ser enfrentada con ¨¦xito y contundencia con herramientas que pueden sonar eficaces, pero que son, en realidad, m¨¢s efectistas que eficientes. Y esto vale no solo para El Salvador.
Hay dramas de fondo que atraviesan a toda nuestra regi¨®n que si son soslayados y vistos como ajenos a la amenaza de la criminalidad, dif¨ªcilmente impedir¨¢n prevenir y enfrentarla con ¨¦xito. Las tasas de homicidio en la regi¨®n superan los promedios mundiales. Y, claramente en el caso de Am¨¦rica Latina, golpea de manera desproporcionada a los sectores m¨¢s pobres de la sociedad tanto en cuanto a sus efectos como en cuanto a los contingentes que se suman al crimen.
Al menos dos l¨ªneas de acci¨®n suenan indispensables.
Primero, presencia policial y relaci¨®n creativa con las organizaciones sociales de la gente es, pues, decisivo. No hay nada de eso en el ¡°plan Bukele¡±. Hay una situaci¨®n de emergencia, cierto, pero las respuestas no pueden ser para las tribunas.
La emergencia debe apuntar a contar al menos con un destacamento policial eficiente con capacidad de acciones de inteligencia eficaces que vayan a las estructuras y sus cabezas, acompa?ado todo de un sistema judicial independiente. Que sea capaz de dar a la gente real acceso a la justicia y proporcionar un servicio eficiente que castigue ejemplarmente y con pruebas a quien ha delinquido y, a la vez, proteja los derechos de las v¨ªctimas. Interacci¨®n din¨¢mica con las organizaciones sociales ¡ªy no de confrontaci¨®n con ellas¡ª como herramienta esencial.
Segundo, pol¨ªticas sociales y de inversi¨®n que, en serio, den una salida al ej¨¦rcito de ninis ¡ªese ej¨¦rcito de j¨®venes que ni estudian ni trabajan¡ª que pueden acabar siendo f¨¢cil masa de maniobra del crimen. De acuerdo al Banco Mundial hay 20 millones de j¨®venes en la regi¨®n que no estudian ni tienen empleo. No hay nada de eso, tampoco, en el ¡°plan Bukele¡±.
Como ya se ha demostrado en muchas experiencias, detenciones masivas, mezclando inocentes con otros que merecen sanci¨®n, procesos penales arbitrarios y por ende simplistas, podr¨¢n ser flor de un d¨ªa. Que en el corto plazo acaso le llenen el ojo a mucha gente, pero dif¨ªcilmente le quitar¨¢n el agua al pez.
Mucho cuidado, pues, con estos pasos que pueden entusiasmar a algunos, pero que en realidad pueden ser m¨¢s que todo escalones en la perspectiva de mayor concentraci¨®n autoritaria de poder. La historia nos ense?a que esos procesos suelen terminar en mucha corrupci¨®n y violencia.
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