La izquierda frente al apocalipsis
Si la socialdemocracia quiere recuperar el inmenso terreno perdido en el continente, deber¨ªa aprender la lecci¨®n portuguesa: la moderaci¨®n es la base del triunfo, y el reformismo es una manera de hacer la revoluci¨®n
A estas alturas ya sabemos que la pandemia y la invasi¨®n de Ucrania cambiar¨¢n de manera radical el devenir del mundo. No solo en lo que se refiere a las relaciones sociales, el papel de la pol¨ªtica y el orden internacional; tambi¨¦n en el comportamiento y creencias individuales, la convivencia dom¨¦stica y la visi¨®n de nuestro propio y personal futuro. Llama la atenci¨®n la diferente actitud de los gobiernos ante ambas cat¨¢strofes. Cuando el coronavirus, el primer ¨ªmpetu les llev¨® a cerrar fronteras, clausurar ciudades y encerrar a la poblaci¨®n bajo severas amenazas a fin de evitar la difusi¨®n de la enfermedad, con la que finalmente han decidido que hemos de convivir caiga quien caiga. La respuesta a la agresi¨®n de Putin ha sido en cambio la exaltaci¨®n del hero¨ªsmo, la llamada a la solidaridad, el apoyo a los refugiados y el env¨ªo de armas desde la primera potencia militar del mundo a fin de derrotar, seg¨²n nos dicen, al m¨¢s fuerte de los poderes nucleares de la tierra. Nos deslizamos hacia una internacionalizaci¨®n del conflicto de consecuencias todav¨ªa hoy imprevisibles. Tras la aventura criminal de Rusia, la decisi¨®n de un rearme masivo de Alemania, junto al eventual abandono de la neutralidad de Suecia y Finlandia suscitan aprensiones diversas sobre el destino de la paz y la seguridad en Europa.
Dos de los cuatro jinetes del Apocalipsis, la Muerte (o la Peste) y la Guerra, cabalgan por el Viejo Continente. A este paso no tardar¨¢ en galopar tambi¨¦n el Hambre, si se cumple la amenaza de una crisis alimentaria. Todo ello promueve la demanda popular de que aparezcan el corcel blanco y su jinete, s¨ªmbolos de la victoria del bien sobre el mal. Es el papel que algunos pretenden atribuir a la Organizaci¨®n del Tratado del Atl¨¢ntico Norte (OTAN). El mundo de la globalizaci¨®n y del multilateralismo converge de nuevo hacia una batalla entre malos y buenos. Estos ¨²ltimos son siempre los nuestros, por supuesto, cualquiera que sea el lado de la l¨ªnea en que nos encontremos.
A los devotos de la memoria colectiva habr¨¢ que recordarles que peste y guerra han sido siempre grandes motores de la historia de los pueblos. En su ensayo La genealog¨ªa de la moral, Nietzsche supone que, en las guerras de Tebas, el pasar por la espada a los vencidos, o violar y vender a sus mujeres y ni?os, respond¨ªa a los derechos de guerra, cuyo ejercicio saciaba la ¡°seria necesidad de los griegos de liberar por completo su odio¡±. Y William Hazzlit, un agitador protosocialista de principios del XIX, estimaba que ¡°sin nada que odiar perder¨ªamos el aut¨¦ntico resorte del pensamiento y la acci¨®n¡±. Extraigo estas reflexiones de un memorable art¨ªculo del historiador T. J. Clark publicado hace a?os en la New Left Review dedicado ¡°a una izquierda sin futuro¡±. Ya entonces eran perceptibles el pasmo y la desorientaci¨®n del socialismo europeo ante la crisis financiera mundial, preludio de los mayores problemas que hoy padecemos. El texto de Clark es esencialmente barroco en sus consideraciones, pero incita al reconocimiento intelectual de que la violencia ha sido y es parte ineludible de la historia de la humanidad; por otro lado, la utop¨ªa propagada por la revoluci¨®n habr¨ªa llevado a la izquierda a no mirar cara a cara al presente a base de prometer un mejor futuro que nunca llega. Se puede estar o no de acuerdo con la tesis, pero desde luego abre un debate bastante desagradable a los ojos de los sedicentes progresistas que se comportan en sus ministerios como delegados de organizaciones ben¨¦ficas o no gubernamentales, ignorantes de que el ejercicio del poder comporta siempre inevitables corrupciones morales.
En lo que va de siglo, entre el buenismo progre, la exaltaci¨®n de la utop¨ªa, la profusi¨®n identitaria y la corrupci¨®n instrumental, el socialismo europeo padece una crisis que en algunos pa¨ªses es ya un c¨¢ncer terminal. Ha dejado de ser una opci¨®n para muchos de sus tradicionales votantes. En Italia muri¨® hace d¨¦cadas, en Grecia fue v¨ªctima de la debacle financiera y en Francia acaba de cosechar menos del 2% de los sufragios. La izquierda en general ha sido adem¨¢s la gran perdedora en la primera vuelta de las elecciones presidenciales. En otros lares de ilustre tradici¨®n socialdem¨®crata como los n¨®rdicos, esta sobrevive solo a base de alianzas multicolores, donde el verde es dominante. En Alemania, coaligado tambi¨¦n con los liberales, el SPD se encuentra ante la dif¨ªcil tarea de mantener el liderazgo de una Europa en paz que no se abisme en la repetici¨®n de la Guerra Fr¨ªa. Solo Portugal y Espa?a parecen ser bastiones de la resistencia socialista, con una diferencia sustancial. En Lisboa el partido ha llevado a cabo pol¨ªticas de moderaci¨®n que le han valido a Ant¨®nio Costa la renovaci¨®n en el puesto de primer ministro con mayor¨ªa absoluta. El espa?ol es en realidad, por su parte, un Gobierno de Unidad Popular, que incorpora a la extrema izquierda y los restos del partido comunista y se sostiene gracias al apoyo de otros extremismos identitarios e ideol¨®gicos. Todos est¨¢n convencidos, como ellos mismos dicen, de que est¨¢n en el lado bueno de la historia, ignorantes de que tal cosa o no existe o solo es una opini¨®n variable en funci¨®n de la perspectiva. Un mapa pol¨ªtico del continente, ilustrado por el centro catal¨¢n de investigaci¨®n Cidob, resalta el color rojo de nuestro pa¨ªs, ¨²nico de todos gobernado como est¨¢ por la izquierda. 17 de los 27 pa¨ªses de la Uni¨®n tienen gobiernos conservadores de centro, centroderecha o derecha extrema; seis de centroizquierda, presididos por socialdem¨®cratas; dos grandes coaliciones de tendencia m¨¢s bien derechista y un Gobierno de concentraci¨®n nacional en Italia, el curr¨ªculo de cuyo primer ministro es haber sido alto directivo europeo del banco de inversiones Goldman Sachs. Si la socialdemocracia quiere recuperar el inmenso terreno perdido en el continente deber¨ªa aprender la lecci¨®n portuguesa, que parece inspirada por el an¨¢lisis de T. J. Clark y que se resume f¨¢cilmente: la moderaci¨®n es la base del triunfo, y el reformismo es una manera de hacer la revoluci¨®n. Naturalmente, esta visi¨®n resulta desesperante para los h¨¦roes, los santos y los patriotas de profesi¨®n, pero es el ¨²nico camino para que podamos recuperar un modelo social inspirado en la Ilustraci¨®n.
La peste y la guerra han llevado a los gobiernos, tambi¨¦n a los democr¨¢ticos, a adoptar pr¨¢cticas autoritarias aduciendo razones de eficiencia. Eso, junto a los problemas econ¨®micos, el crecimiento de la violencia y el horror de la destrucci¨®n, ha desembocado en un malestar social que hace dif¨ªcil predecir c¨®mo se saldar¨¢ institucionalmente el futuro. Existe en Europa una tendencia general hacia posiciones conservadoras y hasta ultraderechistas. En nuestro pa¨ªs esa corriente crece debido a la polarizaci¨®n entre los dos grandes partidos tradicionales y su p¨¦rdida de representaci¨®n. Tambi¨¦n por la insatisfacci¨®n general tras los padecimientos a los que se ve sometida la poblaci¨®n: p¨¦rdida de poder adquisitivo, quiebras de empresas, deterioro del Estado de bienestar, y un aluvi¨®n de promesas oficiales incumplidas. Todo indica que vienen todav¨ªa tiempos m¨¢s duros. Pedro S¨¢nchez tiene, no obstante, la posibilidad pol¨ªtica y la obligaci¨®n moral de reconducir las pr¨¢cticas clientelistas y err¨¢ticas de su partido hacia posiciones respetuosas con el debate democr¨¢tico. Eso le obligar¨ªa a escuchar a los intelectuales, aislar a los extremos y consensuar las considerables reformas que necesitamos. Esta es por el momento la ¨²nica forma posible de hacer la revoluci¨®n, cualquier cosa que eso signifique en nuestro actual entorno. En definitiva, la ¨²nica manera de que la izquierda tenga un futuro frente al avance de la reacci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
M¨¢s informaci¨®n
Archivado En
- Opini¨®n
- Pol¨ªtica
- Partidos pol¨ªticos
- Partidos socialistas
- Socialdemocracia
- Noticias de Espa?a
- Portugal
- Pedro S¨¢nchez
- Antonio Costa
- Crisis econ¨®mica
- Francia
- Elecciones Francia
- Ofensiva de Rusia en Ucrania
- Uni¨®n Europea
- Europa occidental
- Juan Luis Cebri¨¢n
- Ideolog¨ªas
- Izquierdismo
- Socialismo
- Europa
- Noticias de Espa?a