Nuestros muertos
Apoyada en la tradici¨®n jud¨ªa, Horvilleur habla de la insignificancia y de c¨®mo los muertos conforman nuestras vidas y c¨®mo nosotros, al morir, conformaremos otras vidas. Esta conciencia de tr¨¢nsito se opone a los para¨ªsos en la tierra, a los proyectos fan¨¢ticos y a las naciones que sue?an con su grandeza
Cuando muri¨® mi hijo, me obsesion¨¦ con lo que algunos llamaban literatura de duelo. Me empach¨¦ de tristuras ajenas en busca de no s¨¦ qu¨¦ milagro. Tal vez mendigaba en aquellos libros de ayes y muertes la compa?¨ªa que los amigos no pod¨ªan darme. Le¨ªa sin masticar, sin distinguir g¨¦neros ni calidades, hasta que no me cupo una frase m¨¢s. Me quit¨¦ el vicio del todo y hoy puedo abrir de cuando en cuando una de esas obras sin miedo a recaer. Todo lo que me queda de aquel atragantamiento es un olfato infalible para detectar las piezas sublimes entre la porquer¨ªa, y la convicci¨®n de que no se puede entender el mundo si no se piensa en la muerte. Sobre todo, este mundo de hoy, que prefiere pensar en cualquier otra cosa.
Supe que Delphine Horvilleur hab¨ªa escrito un libro extraordinario antes de terminar la primera p¨¢gina de Vivir con nuestros muertos. La autora es la primera rabina de Francia y, como tal, ha oficiado much¨ªsimos entierros. Entre ellos, el de Elsa Cayat, una v¨ªctima de la matanza de Charlie Hebdo, y el funeral de Estado de Simone Veil. En la ceremonia de la primera, una psicoanalista jud¨ªa y atea asesinada por integristas isl¨¢micos, hizo uno de los alegatos por la laicidad m¨¢s elocuentes que he le¨ªdo. Llam¨® blasfemos a los terroristas (¡°?Qu¨¦ Dios grande se torna tan miserablemente menor como para necesitar que unos hombres salvaguarden su honor? Pensar que Dios se ofende porque se burlen de ¨¦l, ?no es acaso la mayor profanaci¨®n que puede haber? Grande es el Dios del humor. Diminuto el que carece de ¨¦l¡±) y dijo que la laicidad no es un vac¨ªo, sino la actitud que impide que una fe o una creencia se apoderen de todo el espacio, lo que asegura un territorio compartido.
Solo alguien que se enfrenta a la muerte y medita sobre el significado de sus ritos puede iluminar esa parte de la vida en com¨²n. Apoyada en la tradici¨®n jud¨ªa, Horvilleur habla de la insignificancia y de c¨®mo los muertos conforman nuestras vidas y c¨®mo nosotros, al morir, conformaremos otras vidas. Esta conciencia de tr¨¢nsito se opone a los para¨ªsos en la tierra, a los proyectos fan¨¢ticos y a las naciones que sue?an con su grandeza. Dicen que los votantes de Le Pen est¨¢n heridos y resentidos, pero tambi¨¦n est¨¢n hu¨¦rfanos de perfecci¨®n. No les sirve este mundo y ans¨ªan otro. Quiz¨¢, si asistieran a uno de los entierros que oficia Horvilleur y cantaran un kaddish con ella, se conformar¨ªan con este.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.