Habitemos el futuro
Hay otra forma de hacer pol¨ªtica, espacios permeables que siempre han puesto sobre la mesa la complejidad social e ideol¨®gica como riqueza inherente a cualquier forma de lo p¨²blico junto a la oportunidad que ofrecen los nuevos mecanismos de participaci¨®n
![Habitemos el futuro. Gloria Elizo](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/HPWPCKD42VEIBILGKDPPJPL27A.jpg?auth=a15e6548facb94c6b8b23929b5d5bed735dd1333d7bc57e9b20c701a82a5b971&width=414)
La era de la campa?a electoral permanente, de las redes ardiendo y las agendas de medios. Pocos sitios como la pol¨ªtica para padecerlo: la alharaca, el gesto, el titular, el hashtag, la nada con gas¡ Cada minuto es un manto de olvido sobre el minuto anterior, nihilismo estridente, la hipocres¨ªa defendiendo lo obvio, los malos argumentos para defender la verdad. Envueltos en tanto paradigma hist¨®rico, normal que se nos olvide el sustrato democr¨¢tico, la estructuraci¨®n pol¨ªtica que enra¨ªza sociedades m¨¢s justas, equilibradas y cr¨ªticas.
Es f¨¢cil imaginar qu¨¦ tama?o tendr¨¢n dentro de una d¨¦cada los ¨¢rboles que hoy plantamos entre pomposas liturgias, entre la histeria y la historia bajo el relato pol¨ªtico del d¨ªa a d¨ªa que nos va dejando sin la menor oportunidad de dar algo de sentido real y efectivo al discurrir vital de una ciudadan¨ªa cada vez m¨¢s alejada no solo del inter¨¦s medi¨¢tico, sino tambi¨¦n de su imprescindible protagonismo pol¨ªtico, hastiada de no ser importante, aburrida de guerrillas pomposas de cuyos bandos en ninguno milita.
Las reprivatizaciones municipales, los ascensos de los funcionarios corruptos, las fusiones bancarias de las rentables entidades rescatadas de sus deudas tras la nacionalizaci¨®n de los ¡°bancos malos¡±, el Poder Judicial secuestrado, el infundio convertido en negocio, la gesti¨®n p¨²blica en mano de los comisionistas, las instituciones del Estado entregadas al partisanismo m¨¢s grosero, la geopol¨ªtica ¡ªotra vez¡ª como shock depredador de cualquier derecho adquirido, la desigualdad convertida en pobreza, la censura, la mordaza, la injusticia, la arbitrariedad¡ mientras los telediarios pasan del esc¨¢ndalo a la alharaca ante las ¨²ltimas declaraciones de otro alguien que no le importa a nadie.
No es la izquierda la que ha perdido las ¨²ltimas elecciones en Castilla y Le¨®n o en Madrid. No es desde luego un partido u otro el que se deshace como un azucarillo. Es una visi¨®n pol¨ªtica cortoplacista y grosera a la que nos hemos arrastrado nosotros mismos para sobrevivir con las ¨²ltimas migajas de un hoy que anuncia un ma?ana de hambre atrasada. La ultraderecha no avanza en Espa?a tan solo por la generosa subvenci¨®n de cuatro oligarcas due?os tambi¨¦n de grandes grupos de comunicaci¨®n, ni tampoco por la geopol¨ªtica de la nueva internacional reaccionaria, ni por la raqu¨ªtica funcionalidad del antifascismo asalariado, ni siquiera por la calculada cobard¨ªa de la derecha democr¨¢tica¡ El nuevo Frente Nacional espa?ol avanza fundamentalmente porque, encerrados en el marco medi¨¢tico de hoy, apenas nadie se preocupa de pensar para qu¨¦ le servir¨¢n a la gente nuestras instituciones democr¨¢ticas la pr¨®xima d¨¦cada.
Ni siquiera en t¨¦rminos t¨¢cticos el verdadero peligro de la ultraderecha es su presencia. La banalidad del mal y la complicidad ante el horror han existido siempre en los corazones ponzo?osos, y siempre la defensa frente al enemigo interior y exterior ha sido la excusa para ara?ar el voto temeroso de aquellos que solo entienden la pol¨ªtica como exclusi¨®n. No, en t¨¦rminos t¨¢cticos el verdadero peligro de la ultraderecha no es su presencia, sino que ¨¦sta se haga pol¨ªticamente funcional para los dem¨¢s actores pol¨ªticos. Funcional para un Gobierno absuelto de cualquier escarceo con los grandes poderes econ¨®micos bajo la f¨®rmula magistral de las amenazas extraordinarias y el excipiente del mal menor. Funcional para una oposici¨®n que pretende recoger el fruto del caos en su apariencia responsable, funcional para una izquierda que, vac¨ªa de participaci¨®n y ayuna de ambici¨®n pol¨ªtica, vierte en el enemigo la justificaci¨®n de su fracaso y la expectativa, apenas biogr¨¢fica, de su perpetuaci¨®n.
?Tanto para tan poco!
Tanto para que al final esta sociedad acabe teniendo que elegir entre el viejo social-liberalismo que ¡ªcon coloridas coberturas de posmodernidad¡ª juguetea con nuestro sistema p¨²blico de pensiones y una derecha decidida a echarse al monte del neoconservadurismo neoliberal, tan demostradamente fracasado, como ¨²nico m¨¦todo para no verse superada por el bien pagado trumpismo vocinglero, canallesco y putin¨®filo que otra vez est¨¢ convirtiendo la ventana de Overton en la puerta grande de la iniquidad social.
Quienes vinimos a hacer una pol¨ªtica nueva que llevara la realidad social a unas instituciones que no ten¨ªamos por qu¨¦ regalar a los poderosos de siempre, quienes cre¨ªmos entonces y creemos a¨²n en la normalizaci¨®n democr¨¢tica, la justicia social, la igualdad de oportunidades, la cohesi¨®n social, la primac¨ªa de los servicios p¨²blicos, el respeto a las instituciones, el progreso material colectivo, las libertades p¨²blicas y la configuraci¨®n de un Estado democr¨¢tico que continuamente avance en derechos¡ no somos el pico por ciento decorativo al que nos ha desplazado el espacio de discusi¨®n pol¨ªtica de los mayores.
Si la gente no nos ve ya como alternativa no es culpa del fascismo, de la conspiraci¨®n medi¨¢tica ni otra vez del sistema electoral. A lo mejor, si dejamos de pretender que el progreso es una marca registrada; la uniformidad acr¨ªtica, un modo de vida; el sectarismo, la unidad o, simplemente, que llegar apenas al umbral electoral es suficiente para sobrevivir nosotros mismos y los cuatro colegas asalariados que llenan nuestros n¨²cleos, quiz¨¢ salvar los muebles frente al momento hist¨®rico y qui¨¦n sabe si incluso lograr un rinconcito ejecutivo desde donde no molestar y no ser molestado mientras disputamos el victimismo y un par de ¡°cambios de paradigma hist¨®ricos¡±, evitaremos al menos jibarizar cualquier oportunidad de que esta sociedad se haga alguna vez due?a de su destino.
Hay ¡ªy va a seguir habiendo¡ª otra forma de hacer pol¨ªtica. La que durante siglos las fuerzas sociales politizadas han demandado, construido y protagonizado. Espacios pol¨ªticos permeables que siempre han puesto sobre la mesa la complejidad social e ideol¨®gica como riqueza inherente a cualquier forma de lo p¨²blico junto a la oportunidad real que ofrecen los nuevos mecanismos de participaci¨®n para llenar esa complejidad de contenido desde cualquier sitio.
Somos muchos, yo dir¨ªa que m¨¢s. Lo ¨²nico que necesitamos es ponerlo en marcha sin m¨¢s exclusiones que esa purria resignada que ha hecho del sectarismo una fortaleza y una biograf¨ªa. Algunos incluso hace tiempo que tenemos una propuesta pol¨ªtica muy poco original: ¡°Programa, programa, programa¡±. Directivas, reglamentos, leyes org¨¢nicas, decretos, ¨®rdenes ministeriales, ordenanzas municipales¡ Asignaciones presupuestarias. Imaginaci¨®n responsable y audacia participativa para impulsar pol¨ªticas que formal y materialmente supongan avances sociales y pol¨ªticos. Incluidos, s¨ª, esos avances hist¨®ricos que solo resuenan en las salas de guerra de las mesas de la cocina, esas donde se echan las cuentas en la parte de atr¨¢s de los sobres de las facturas. Incluidos, tambi¨¦n, nuestros derechos a la diferencia y a la dignidad frente a la intolerancia y la opacidad de los m¨¢rgenes oscuros del Estado: menos lamentaciones y m¨¢s investigaci¨®n, m¨¢s juzgados, m¨¢s actuaciones concretas y m¨¢s publicidad¡ porque ese es el ¨²nico camino para que una justicia, entendida por fin como servicio p¨²blico, acabe con la lacra de la violencia, la corrupci¨®n y la criminalidad.
El futuro no acumula derrotas. El futuro es la necesidad hist¨®rica de cambiar la l¨®gica de los acontecimientos cuando estos se presentan te?idos de pesimismo y desafecci¨®n; la obligaci¨®n ¨¦tica de seguir avanzando, de reconocernos, de escuchar, de obedecer, de proponer, de debatir, de convencer, de equivocarnos. Hag¨¢moslo nuestro. Desde ya. Hagamos pol¨ªtica. Habit¨¦moslo. Porque mientras haya quien quiera habitarlo, el futuro nunca pertenecer¨¢ a quienes solamente pueden comprarlo.
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