Adelgazar en versi¨®n laica
Imagina una pastilla que te hiciera perder 25 kilos en un a?o. Pues ya existe
Adelgazar es ciencia y religi¨®n a la par. Todos conocemos la parte cient¨ªfica. Estar gordo conduce a la enfermedad metab¨®lica que precede a la diabetes y de ah¨ª al infarto, el c¨¢ncer, las enfermedades neurodegenerativas y los dem¨¢s jinetes del apocalipsis de nuestros d¨ªas. Pero la raz¨®n no basta para cambiar de conducta. A estas alturas no debe quedar ni una persona en el mundo que ignore los efectos perjudiciales del tabaco, pero muchos seguimos fumando. Cuando uno tiene que hacer algo fastidioso, como dejar de fumar o pasar hambre y penalidad, tiene que convertirlo en una religi¨®n. No, dir¨¢n los conversos, no adelgazamos por est¨¦tica, sino porque debemos cuidarnos, y eso suele incluir tragarse un mejunje detox a base de repollo y apio y ni Dios sabe qu¨¦ m¨¢s, comerse unas acelgas hervidas sin sal y correr 20 kil¨®metros como si fuera a caer un asteroide. Tambi¨¦n hay que comprar pan de espelta fermentado con masa madre, por muy mal que sepa, y productos bio, sea eso lo que fuere. Las cremas de pepino y c¨¢?amo son optativas.
Pero ahora imagina una pastilla que, si eres obeso, te hiciera perder 20 o 25 kilos en un a?o. Sin dieta ni ejercicio, sin oponerse a tu tendencia irresistible a comer lo que te dictan esas malditas partes del cerebro dedicadas a guiar tu comportamiento hacia el sexo y la manduca, los dos m¨¢ximos mandamientos darwinianos. ?Qu¨¦ quedar¨ªa entonces de la religi¨®n del cuerpo? Muy poca cosa, ?no? ?Qui¨¦n har¨ªa entonces dieta y ejercicio, el rito central de ese culto? La combinaci¨®n de dieta y ejercicio puede reducir el peso en un 10%, siendo optimistas y eligiendo solo los casos que funcionan, y encima solo a costa de amargar la vida a la gente. La pastilla que estamos imaginando reduce un cuarto del peso de un gordo, sin dolor ni penalidad, sin patra?as detox ni carreras de los 100 metros a rastras por el jeringado asfalto. Es pura ciencia, sin religi¨®n.
Pues bien, esa pastilla existe, aunque no es una pastilla, sino una inyecci¨®n semanal. Su principio activo se llama incretina, una hormona natural que produce el intestino y que ralentiza el vaciado del est¨®mago y reduce el apetito. Tambi¨¦n regula la insulina. Los efectos secundarios ¨Dn¨¢useas, diarreas¡ª son asumibles para las personas que de otro modo se arriesgan a un infarto o un c¨¢ncer. El f¨¢rmaco se llama tirzepatide y es de la multinacional Eli Lilly, a quien pertenecen los datos que he mencionado sobre su eficacia. No est¨¢n a¨²n evaluados por expertos en obesidad (revisi¨®n por pares), pero esos mismos expertos andan estos d¨ªas revolucionados. La cosa parece gorda.
Y tambi¨¦n hay dos problemas serios para su futura comercializaci¨®n. En primer lugar, el tirzepatide no es una inyecci¨®n que te pones una vez y te adelgaza para siempre. Hay que pon¨¦rsela cada semana durante el resto de la vida. Siendo una droga nueva, nadie sabe a¨²n qu¨¦ efectos indeseables puede tener su aplicaci¨®n a largo plazo. Segundo, y si nos hemos de fiar de un f¨¢rmaco similar aunque menos eficaz (semaglutide, de Novo Nordisk), costar¨¢ 1.300 d¨®lares al mes. Multiplica por el resto de tu vida y te saldr¨¢ una hipoteca inmobiliaria. Pero esa es otra religi¨®n.
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