Desconcierto ideol¨®gico
Mejor le ir¨ªa a cierta izquierda si de una vez por todas asociara sus tomas de partido a algo diferente de la pesada losa del periclitado modelo sovi¨¦tico y sus ep¨ªgonos
Se habr¨¢n fijado que hace mucho tiempo ya que no se discute sobre ideas. Hay mucha, demasiada, moralina en la discusi¨®n pol¨ªtica, descalificaciones ad hominem, y, sobre todo, un exceso de identitarismo ¨Duno se adscribe a esto o aquello porque ¡°siente¡± que representa al grupo al que cree pertenecer¨D. Se est¨¢ a favor o en contra de algo de forma casi autom¨¢tica, m¨¢s porque se presenta como de izquierdas o de derechas que porque en realidad convenza. Es lo que eligen los m¨ªos, luego ser¨¢ lo que debo defender. La mareante aceleraci¨®n medi¨¢tica hace el resto: cuando comenz¨¢bamos a pensar en serio sobre la cuesti¨®n introducida en la agenda de la discusi¨®n p¨²blica van y nos cambian de tema, con lo cual se reafirma nuestra mec¨¢nica inclinaci¨®n inicial.
Esto viene a cuento de la reciente cuasiunidad de los grupos a la izquierda del PSOE ante las elecciones andaluzas (recuerden que Podemos lleg¨® con los papeles fuera de plazo). Lo importante era presentarse como tal, no hacer p¨²blico un discurso com¨²n m¨¢s o menos elaborado. Adem¨¢s, las negociaciones tampoco fueron aqu¨ª sobre ¡°ideas¡±; iban m¨¢s bien sobre c¨®mo repartirse el pastel de los potenciales despojos del poder. No se lo reprocho, la atenci¨®n estaba puesta en ver si eran capaces de llegar a la unidad, no en cuestiones ideol¨®gicas. Y as¨ª con todo.
Sigo siendo de esos rom¨¢nticos que piensan que las ideas deber¨ªan jugar un papel central en la discusi¨®n p¨²blica o en las estrategias de colaboraci¨®n entre partidos, pero me voy resignando a contemplarlo cada vez m¨¢s como algo del pasado. Importan m¨¢s los juegos del poder o el conseguir afianzar los prejuicios, o lo que m¨¢s pueda impactar en los medios. Y como aquella dimensi¨®n est¨¢ cada vez m¨¢s subordinada a estas otras estrategias, el criterio ideol¨®gico diferencial se traza con brocha gorda. O se nos escapan incongruencias manifiestas. Un buen ejemplo de esto ¨²ltimo puede ser la actitud de UP ante la guerra de Putin. Estando el otro d¨ªa en la Facultad de Pol¨ªticas de la Complutense, el gran templo expresivo de Podemos, una colega me hizo observar c¨®mo entre la all¨ª siempre tremenda proliferaci¨®n de carteles no hab¨ªa ninguno sobre la guerra de Ucrania. Los que aparecieron al principio iban de ¡°ni guerra ni OTAN¡±, eso que hemos o¨ªdo a algunas de sus ministras, pero ahora ya ni eso. Silencio. No les digo lo que hubiera ocurrido si el agresor hubiera sido alg¨²n pa¨ªs distinto de Rusia: empapelamiento masivo y manifestaciones cotidianas.
Puede que entre tanta confusi¨®n contempor¨¢nea yo haya perdido ya ciertas coordenadas b¨¢sicas, pero siempre he tenido para m¨ª que si hay una causa de izquierdas es la lucha contra la injusticia, la dictadura y la cleptocracia, el respeto estricto del Estado de derecho y cuestiones similares; el negativo exacto del r¨¦gimen de Putin. O que los cr¨ªmenes de guerra y las violaciones ¨D?para cu¨¢ndo una manifestaci¨®n feminista en contra de las que se producen en Ucrania?¨D est¨¢n entre las mayores abominaciones de las que son capaces los seres humanos. Aqu¨ª tambi¨¦n, ?silencio!, casi como si hubiera una consigna.
Se lo dec¨ªa al principio, las tomas de partido ya no se ajustan a discursos m¨¢s o menos coherentes, son identitarias, y mejor le ir¨ªa a cierta izquierda si de una vez por todas asociaran las suyas a algo diferente de la pesada losa del periclitado modelo sovi¨¦tico y sus ep¨ªgonos. Pero para eso hay que tomarse las ideas en serio, claro, e innovar m¨¢s all¨¢ de los c¨®modos tics populistas.
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