Los escarabajos peloteros
Hace falta un poco de humor y la vieja y extra?a sabidur¨ªa de las f¨¢bulas para transitar por esta ¨¦poca tan dolorosa
Hay demasiada confusi¨®n aqu¨ª. Cada d¨ªa llega de la guerra en Ucrania una dosis m¨¢s de barbarie y, si se atiende a lo m¨¢s cercano, los pol¨ªticos siguen enzarzados en una ri?a callejera que parece no terminar nunca. As¨ª que basta ya. El mundo es ancho y diverso, toca variar...
Hay demasiada confusi¨®n aqu¨ª. Cada d¨ªa llega de la guerra en Ucrania una dosis m¨¢s de barbarie y, si se atiende a lo m¨¢s cercano, los pol¨ªticos siguen enzarzados en una ri?a callejera que parece no terminar nunca. As¨ª que basta ya. El mundo es ancho y diverso, toca variar de palo. Los animales pueden darnos alguna indicaci¨®n pertinente, qui¨¦n sabe, como llevan haciendo en las f¨¢bulas desde hace tiempo. Los tres cerditos, la cigarra y la hormiga, los dos conejos que disputan sobre galgos y podencos. Tambi¨¦n podr¨ªa resultar provechoso volver sobre los mitos o la historia, o enredarse en las habladur¨ªas que se escuchan por las esquinas. Acordarse del ?rbol del Saber y del ?rbol de la Vida, de la espada con la que se suicid¨® ?yax, de los viajes de Marco Polo a la China. O escuchar, por ejemplo, la historia de los hijos de un anciano comerciante ¨¢rabe que se vieron empujados a cabalgar durante una larga temporada por el desierto a lomos de sus camellos sin acercarse nunca a Medina: solo el que llegara el ¨²ltimo recibir¨ªa la herencia.
¡°Cualquiera puede tener una buena idea, lo dif¨ªcil es distinguirla de las otras¡±, escribe Daniel Samoilovich en la pieza n¨²mero 71 de El libro de las f¨¢bulas y otras fabulaciones. En la primera, el gusano no sabe c¨®mo diablos esconderse del zorzal; en la ¨²ltima, el maese Roberto Appratto termina su discurso con estas palabras: ¡°Si lo que estoy diciendo es cierto, est¨¢n ustedes absolutamente perdidos¡±. Seguramente tiene raz¨®n. Mientras tanto, y de p¨¢gina a p¨¢gina, hay de todo. Incluso un pez, con el que resulta f¨¢cil identificarse: ¡°En el fondo de la mar / suspiraba un surub¨ª, / y en el suspiro dec¨ªa: / ¡®?Qu¨¦ estar¨¦ haciendo yo aqu¨ª?¡±.
Samoilovich naci¨® en Buenos Aires y es poeta, lleg¨® a Madrid en 1978 huyendo de la dictadura argentina y para sobrevivir mont¨® un taller literario con su pareja de entonces, Gloria Pampillo. Propon¨ªan consignas para trajinar con las palabras y entre sus lecciones est¨¢ la de que la literatura tiene mucho que ver con el azar, el juego, el humor. Hu¨ªan de la solemnidad como de la peste. Ya de regreso a su pa¨ªs, mont¨® un diario de poes¨ªa que se pudo adquirir en cualquier quiosco durante 25 a?os. Samoilovich trabaja con frecuencia con el artista Eduardo Stup¨ªa, que tiene obra en muchos de los grandes museos del mundo, y este ¨²ltimo libro es el resultado de esa complicidad. A veces las im¨¢genes de Stup¨ªa inspiran las palabras de Samoilovich; otras, ocurre al rev¨¦s. Muchas veces la chispa surge de juntar trabajos que ten¨ªan hechos previamente. ¡°?Era bonita o fea?¡±, se lee en la pieza 164. ¡°?Elegante? ?O m¨¢s bien un poco descarada? No sabr¨ªa yo decirlo. Como observa Heine, nadie se pone a medir el calibre de los obuses cuando un ca?onazo le vuela la cabeza¡±.
La violencia termina, por lo que se ve, col¨¢ndose tambi¨¦n en los juegos y en las f¨¢bulas. De lo que se trataba, sin embargo, era de abandonar esa rueda durante un rato. Valga, pues, la n¨²mero 145: ¡°Le preguntaron al eminente naturalista John Burdon Sanderson Haldane qu¨¦ conclusiones se podr¨ªan sacar sobre el car¨¢cter de Dios al estudiar las singularidades de su Obra; respondi¨® Haldane que, a juzgar por su n¨²mero y variedad, era evidente la predilecci¨®n del Creador por los escarabajos peloteros¡±. Pues ya lo saben.