Fondo y figura
Mirar es un acto dif¨ªcil, trasladar la mirada al lienzo puede proporcionar un placer inmenso
Est¨¢n por tu zona, dicen que llaman al timbre en cinco minutos.
Me apuro para abrir puertas de ventanas y balc¨®n, recogerme el pelo sucio despu¨¦s de tres d¨ªas con fiebre, lavarme de nuevo la cara, y buscar una mascarilla nueva en el caj¨®n de la entrada. Diez minutos despu¨¦s entran en casa dos se?ores con un rollo de cart¨®n de metro y medio de ancho debajo del brazo y se quedan mirando la pintura de la entrada. ?Es esta? Est¨¢ dentro, les digo. Saco la c¨¢mara y filmo c¨®mo la descuelgan y la apoyan en la mesa. Desenrollan y colocan el cart¨®n en el suelo, como si fuera una s¨¢bana bajera. Despu¨¦s disponen la pintura de dos por dos metros encima de ¨¦l, boca abajo, y dejo de ver la imagen con la que he convivido durante casi un a?o. Sacan la cinta de embalar y amortajan el cuadro. Cuando se lo llevan, cualquiera pensar¨ªa que acabo de perder a un ser querido.
Tumb¨¦ la pieza en el suelo para pintarla: derram¨¦ barnices y cantidades generosas de aguarr¨¢s sobre su superficie. Despu¨¦s coloqu¨¦ peque?os tacos de madera en zonas muy concretas del bastidor para jugar con la inclinaci¨®n del piso y borrar los gestos de mis manos. Cuando la imagen se asemej¨® a aquello que buscaba, dej¨¦ el lienzo en el suelo del taller hasta que la superficie qued¨® totalmente seca. El ser querido que acaba de dejarme es de color blanco, es el ¨²ltimo de una serie de 158 piezas. Busqu¨¦, al pintarlo, poner luz al aire limpio que sent¨ªa que empezaba a respirar. Pens¨¦ que no iba a poder separarme de ¨¦l, pero ya no est¨¢ y no lo echo tanto de menos. Queda solo el aire limpio.
Estoy por su zona, le llevo un paquete. La empresa no nos permite subir los bultos, tendr¨¢ usted que bajar. Es un poco grande.
Me apuro para recogerme el pelo, lavarme de nuevo la cara, y buscar una mascarilla nueva en el caj¨®n de la entrada. Llaman al timbre y bajo a recoger un paquete de dos por dos. Los lienzos que encargu¨¦ hace poco m¨¢s de un mes llegan un d¨ªa despu¨¦s de la partida de mi ser querido. Rompo la caja de cart¨®n deslizando una llave por la cinta de embalar y saco el primer lienzo. Huelo la cola de conejo. Paso la mano por la superficie de lino imprimada sin material de carga, tensada como la membrana de un tambor. Respiro y cargo con el lienzo hasta llegar al segundo piso. Vuelvo a lavarme la cara y bajo a por el segundo. Los coloco uno al lado de otro y me tienta la idea de pintar el primer dos por cuatro de mi vida. Necesitar¨¦ otro caballete. O cuatro cajones de naranjas, pienso mientras me ducho y me visto para ir al taller que comparto con mis alumnas.
Hoy pintaremos en el patio. Colocamos la escultura de Hip¨®lita Sforza encima de un taburete y la rodeamos de telas negras. Les explico c¨®mo han de trabajar el primer cart¨®n y por qu¨¦ al colocar los colores en la paleta conviene alejar los complementarios. Empiezan. Me gusta observarlas de lejos. Me parece igual de interesante lo que sucede en la superficie del cart¨®n que lo que expresan sus rostros. Fruncen el ce?o. Se alejan. Trabajan la mezcla con la paletina m¨¢s ancha. Saben que pintar no es solo depositar pintura en una superficie y que lo que sucede entre el modelo y ellas puede ser m¨¢s importante que el gesto final. Pienso en mi dos por cuatro.
?Conoc¨¦is el placer de diluir la pintura con aguarr¨¢s? ?Hab¨¦is pintado alguna vez sin pensar en que aquello que hac¨ªais iba a verlo alguien? Qu¨¦ agotador es esto, dice una de mis alumnas. Llevan media hora delante del cart¨®n trabajando ¨²nicamente dos manchas. Fondo y figura. De lo general a lo particular, les digo. Mirar es un acto dif¨ªcil, trasladar la mirada al lienzo puede proporcionar un placer inmenso. Hace poco me preguntaron qu¨¦ le dir¨ªa a un estudiante de pintura para que no dejara de pintar. ?Qui¨¦n querr¨ªa dejar de hacerlo, si el placer solo puede ir en aumento?
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