Incre¨ªble

Imaginamos cosas. Todo el rato imaginamos cosas. Entre tanto, la realidad sigue a lo suyo. Los mi¨¦rcoles, por ejemplo, cocido, y los s¨¢bados, paella de verduras. En la cocina, la realidad adquiere la consistencia y el brillo lis¨¦rgico del acero inoxidable. Tambi¨¦n es un buen sitio para imaginar mientras se precalienta el horno o se pocha el sofrito. Entro imaginariamente en la cocina de la casa de mi infancia y veo a mi madre con la mirada perdida en el vac¨ªo mientras sus manos cortan en juliana, como sin darse cuenta, unas verduras. Sus manos est¨¢n en una realidad; su mente en otra. Las manos no pueden escapar de este mundo, permanecen atadas a ¨¦l como el perro al ¨¢rbol. Las de mi madre hac¨ªan siempre cosas pr¨¢cticas: doblar camisas, zurcir rotos, planchar s¨¢banas, coser botones, envolver calcetines, enjabonar el cuerpo de sus hijos, acariciar sus cabezas al tiempo de extender sobre ellas el champ¨²¡­ Si las manos llevaran la cuenta de lo que hacen en un diario ¨ªntimo, nos agotar¨ªa leerlo. Comienzan retirando las mantas cuando suena el despertador, sacan las zapatillas de debajo de la cama, recogen las gafas de la mesilla y ya no paran hasta que vuelven a acostarse: abren y cierran puertas, revuelven el caf¨¦ con leche, sostienen tenedores o vasos, abrochan o desabrochan botones, encienden el fuego, tiran del carro de la compra, atienden el tel¨¦fono, pagan el peri¨®dico, arrancan el coche al tiempo de decir adi¨®s¡­

Mientras las manos trabajan y la mente imagina, el est¨®mago hace la digesti¨®n del desayuno, el h¨ªgado y el p¨¢ncreas producen sus jugos, los pulmones se inflan y se desinflan, el coraz¨®n se agita contra las costillas, las gl¨¢ndulas de la boca producen saliva, la lengua habla, los ojos ven, los pies andan¡­ ?No es incre¨ªble que un cuerpo pueda ejecutar tal cantidad acciones e imaginar al mismo tiempo otras?