?Es tolerable?

Lo decente, en un mundo civilizado, ser¨ªa que los salarios se adecuaran a los precios del mismo modo que lo normal, en el mundo de la carpinter¨ªa, es que las puertas encajen en sus marcos. Ahora, en cambio, la desproporci¨®n entre los sueldos y las tarifas de la luz, por citar un producto de primera necesidad, es terror¨ªfica. Hablamos de la luz como podr¨ªamos hablar de la merluza o del repollo. Uno hace c¨¢lculos para ver de estirar la paga hasta fin de mes, pero la goma se rompe el d¨ªa 15, si no antes. Entonces, ?qu¨¦ pasa? Que llega la CEOE y dice que eso es bueno para la econom¨ªa. En otras palabras: que colocar los salarios al nivel de los precios resultar¨ªa fatal. Cabe preguntarse a qu¨¦ rayos llaman econom¨ªa estos empresarios. ?Acaso es econ¨®mico que la poblaci¨®n pase hambre? Parece que s¨ª. Y no s¨®lo hambre: fr¨ªo tambi¨¦n, y sed y el resto de las penurias f¨ªsicas y mentales asociadas a la escasez.

Estos discursos contraculturales se escuchan ya como si formaran parte de un corpus filos¨®fico aceptable. ?Qu¨¦ hay de il¨ªcito en predicar la moderaci¨®n salarial cuando comer tres veces al d¨ªa es una quimera? Se trata de una idea como otra cualquiera que se exhibe sin rubor en los desayunos de trabajo del hotel Palace o del Ritz. Los incrementos salariales, aseguran, se deben vincular ¡°a variables e indicadores econ¨®micos cuantificables y medibles¡±. Como si no se hubiera hecho siempre as¨ª, por una parte, y como si el precio de las berenjenas, por otra, no fuera un indicador econ¨®mico cuantificable y medible.

La desigualdad, otro indicador perfectamente medible y cuantificable, viene creciendo desde 2007 a un ritmo de pandemia. Significa que unas clases sociales se empobrecieron para que otras se enriquecieran. Ese hecho atroz est¨¢ documentado. El problema es que empieza a instalarse como pol¨ªticamente tolerable.