Pol¨ªtica desalmada y veloz
A la vista de la esquizofrenia de la pol¨ªtica ¨Dla pol¨ªtica como espect¨¢culo y la pol¨ªtica como gesti¨®n¨D, casi parece como si los liderazgos fueran los fusibles que hay que ir quemando para mantener en marcha el sistema, las v¨ªctimas sacrificiales que inmolamos en el altar de la siempre presente discordia p¨²blica
La pol¨ªtica es una profesi¨®n de riesgo. No entiende de escalafones ni se deja programar. Quien a ella se dedica, al menos en sus pelda?os m¨¢s altos, debe enfrentarse siempre a la m¨¢s cruda de las contingencias. Un d¨ªa se est¨¢ en la cima de la popularidad para casi sin soluci¨®n de continuidad caer despu¨¦s en el ostracismo p¨²blico. Es tambi¨¦n una m¨¢quina de picar carne. Basta que un pol¨ªtico sobresalga para que se focalicen sobre ¨¦l todos los humores sociales. El pol¨ªtico es el chivo expiatorio ideal de nuestra sociedad de la queja, el destinatario inmediato de nuestro malestar. Piove, porco governo! Si me va mal en la vida debe haber un culpable. Todas nuestras miradas se dirigen entonces hacia S¨¢nchez, Iglesias, Feij¨®o o quienquiera que encarne un liderazgo p¨²blico.
Bien pensado, todo esto que ocurre en la pol¨ªtica no es m¨¢s que el reflejo del tipo de sociedad en el que estamos instalados. Necesitamos h¨¦roes y villanos, pero una de las caracter¨ªsticas de lo pol¨ªtico consiste precisamente en que el h¨¦roe de unos es el villano de otros. No podemos escaparnos de su sujeci¨®n universal al conflicto amigo/enemigo, nosotros/ellos. Con un giro de tuerca que lo hace a¨²n m¨¢s cruento: esa distinci¨®n se traslada muchas veces al interior de las propias organizaciones. Saturno devora a sus hijos. Preg¨²nteselo a Rivera o Casado. No hay piedad para quien pierde pie.
Ni el m¨¢s m¨ªnimo sosiego. Todo discurre a una velocidad de v¨¦rtigo. No existen mecanismos de estabilizaci¨®n que no pasen por adaptarse al dinamismo radical que impone esta ¡°sociedad de la aceleraci¨®n¡±, como la denomina el soci¨®logo alem¨¢n Hartmut Rosa. En el caso de la pol¨ªtica se trata adem¨¢s de una aceleraci¨®n a¨²n m¨¢s acelerada, de una turbopol¨ªtica. Su l¨®gica ha sido engullida por la de los medios de comunicaci¨®n y las redes sociales, tan dependientes de la apoteosis por la novedad, por lo noticiable. El tranquilo devenir de la vida ha sido sustituido por la necesidad de renovar cotidianamente lo ya conocido, por sujetar la realidad a los requerimientos de la econom¨ªa de la atenci¨®n, de la sorpresa y la excitaci¨®n permanente. Para desesperaci¨®n de los expertos en comunicaci¨®n, no hay forma de alimentar a este nuevo monstruo ¨¢vido de novedades que nos ha contagiado a todos. ?Recuerdan cu¨¢nto dur¨® la ¡°nueva pol¨ªtica¡±? Ahora aparece envejecida y pasadita, como pronto ocurrir¨¢ con los nuevos liderazgos. Cronos tambi¨¦n devora a sus hijos.
Con todo, hay otra pol¨ªtica que consigue sobrevivir con cierta placidez, la pol¨ªtica como administraci¨®n. La gesti¨®n no se interrumpe ni envejece, y quienes a ella se dedican lo hacen libres de algaradas, de manera sorda y constante. No es inmune a la cr¨ªtica o las discrepancias, pero aqu¨ª suele adoptar otros modos. Su observaci¨®n se hace de forma m¨¢s pausada. Y su car¨¢cter m¨¢s t¨¦cnico la hace inmune a la descalificaci¨®n grosera, aqu¨ª es casi imprescindible saber de qu¨¦ se habla, argumentar. A la vista de esta esquizofrenia de la pol¨ªtica ¨Dla pol¨ªtica como espect¨¢culo y la pol¨ªtica como gesti¨®n¨D, casi parece como si los liderazgos fueran los fusibles que hay que ir quemando para mantener en marcha el sistema, las v¨ªctimas sacrificiales que inmolamos en el altar de la siempre presente discordia p¨²blica. Lo que ya no se comprende tanto es c¨®mo puede haber gente dispuesta a dedicar su vida a ello, cu¨¢les sean los incentivos de un protagonismo tan fugaz, cruento, y tan sujeto al albur de las nuevas din¨¢micas. Pero esto ya ser¨ªa para otra columna.
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