La Ciudad de la Luz
Por m¨¢s que algunos se empe?en en combatir con armas y vallados, control de seguridad y peajes, no hay paz social sin b¨²squeda de la igualdad
Seg¨²n cita Maxim ?sipov en uno de sus cuentos, fue el maestro Capablanca, aquel llamado el Mozart del Ajedrez o la M¨¢quina del Ajedrez, quien dijo algo bien interesante: la seguridad en tus propias fuerzas se alcanza tras duraderas y constantes victorias. Esta m¨¢xima podr¨ªa aplicarse al Real Madrid o a Nadal tras sus espectaculares triunfos en esta temporada. No hay que dejarse caer en la pasi¨®n del seguidor, que todo lo justifica, ni en el escepticismo del l¨ªrico, que todo lo adorna de magia y trascendencia. Ganan porque han ganado tantas veces que su fe en la victoria es m¨¢s fuerte que la de sus rivales, por bien que jueguen. ?C¨®mo se combate eso? Pues con una cosa tan sencilla y tan complicada a la vez como aprender a ganar. Ambas victorias sucedieron en Par¨ªs, la Ciudad de la Luz. Pero hoy la luz que aporta Par¨ªs al mundo es mucho menos po¨¦tica pero much¨ªsimo m¨¢s esclarecedora. ?Qu¨¦ est¨¢ pasando? La final de f¨²tbol celebrada en la capital francesa, m¨¢s que fiesta fue un calvario para los seguidores. Hubo incidentes en los accesos al estadio y quiz¨¢ la gran suerte para todos es que no tuvi¨¦ramos que lamentar v¨ªctimas mortales, m¨¢s all¨¢ de los robos, las palizas y la lamentable organizaci¨®n de la seguridad y el transporte para un evento as¨ª.
?ltimamente, de Francia no nos llegan instant¨¢neas de alta costura, sino esos feos chalecos amarillos reflectantes. Apenas ninguna lecci¨®n de maneras, sino violencia y resentimiento callejero. El estadio de Saint Denis, pomposamente llamado el Estadio de Francia, a veces parece un casino montado entre chabolas. En los tiempos m¨¢gicos de Los Angeles Lakers, su cancha estaba situada en el barrio de Inglewood, uno de los m¨¢s peligrosos de la ciudad. Durante los a?os ochenta y noventa una de las pesadillas recurrentes era imaginar que tu coche se estropeaba en las cercan¨ªas del f¨®rum. Hasta se hicieron pel¨ªculas con ese miedo. Luego se opt¨® por trasladarlo, pero Los ?ngeles siempre fue el primer experimento mundial en desigualdad. Por m¨¢s que algunos se empe?en en combatir con armas y vallados, control de seguridad y barras de peaje, no hay paz social sin b¨²squeda de la igualdad. Estados Unidos lleva d¨¦cadas fantaseando con que las guerras las pelea fuera, cuando las tiene dentro, y con salvaguardarse del Tercer Mundo, cuando lo lleva instalado en su vientre. La ¨²ltima matanza de ni?os de nueve a?os tiroteados a bocajarro en su cole, algo que no se ver¨ªa jam¨¢s ni en la peor guerra del planeta, no les lleva m¨¢s que a reiterar que la libertad para ellos consiste en morir con la pistola en la mano. Su experimento es un fracaso.
?Podr¨ªa llegar a suceder esto en Europa? Esa es la luz que Par¨ªs acaba de lanzar hacia el continente. Si la mitad de tu electorado se revuelve contra los procedentes del extranjero, los culpa de la degradaci¨®n y los condena a la marginaci¨®n, es normal que lo que esos ciudadanos les devuelvan resentimiento, desprecio y amenaza. Todo eso se convoc¨® en Saint Denis, porque Par¨ªs ha alcanzado un porcentaje de desigualdad entre barrios que supera el 40%, seg¨²n los ¨²ltimos estudios. La reacci¨®n a todo esto por ahora no pasa m¨¢s que por un tosco reflujo de intolerancia y la nost¨¢lgica a?oranza del pasado colonial. Un desastre mental que ha comprado un porcentaje alto de su poblaci¨®n, incapaces de escuchar el segundo y tercer elemento de su tr¨ªada invencible: libertad, igualdad, fraternidad.
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