El territorio protector
Generalmente, se habla de desigualdad asoci¨¢ndola a la renta o clase social, pero ahora a esa desigualdad econ¨®mica hay que unirle la territorial
Sospech¨¢bamos que Par¨ªs no es Francia, como Madrid no es Espa?a. En realidad, las grandes ciudades se parecen cada vez menos a sus respectivos pa¨ªses. Si alguien tiene dudas, que repase los resultados de la primera vuelta de las presidenciales francesas. El balance final es conocido y da continuidad a la recomposici¨®n del sistema de partidos iniciada hace cinco a?os: 27,85% Emmanuel Macron; Marine Le Pen 23,15%, y 21,95% Jean-Luc M¨¦lenchon. El resto, a enorme distancia. Sin embargo, si consideramos las cinco mayores ciudades, aparece un panorama absolutamente distinto. M¨¦lenchon no baja del 29% en ninguna de ellas ¨Dsiete puntos por encima de su promedio a escala nacional¨D y en Lille alcanza el 40%. Le Pen, sin embargo, a excepci¨®n de Marsella donde logra el 20,89%, en las otras ciudades alcanza un m¨¢ximo de 11,77% en Lille y un exiguo m¨ªnimo de 5,54% en Par¨ªs. Las ciudades y el resto del territorio son realidades distintas. Diferencia que podr¨ªa considerarse fuente de pluralidad si no fuese porque se han abierto nuevas brechas que la convierten en problem¨¢tica.
Generalmente, se habla de desigualdad asoci¨¢ndola a la renta o clase social, pero ahora a esa desigualdad econ¨®mica hay que unirle la territorial. No me refiero a las diferencias entre departamentos ¨Den el caso franc¨¦s¨D o entre comunidades aut¨®nomas ¨Den Espa?a¨D, sino a las que se abren entre formas de vida cosmopolitas, que entienden la globalizaci¨®n como una oportunidad de desarrollo, innovaci¨®n y creatividad, frente a aquellas otras que la perciben como una amenaza.
Esto ocurre en la era de la globalizaci¨®n, cuando las comunicaciones permiten tener acceso a informaciones procedentes de cualquier lugar y m¨¢s cerca estamos de la famosa aldea global. Lo ejemplificaron bien los chalecos amarillos en las rotondas de las ¨¢reas comerciales de las afueras de las poblaciones francesas, y aparece su huella en las protestas relacionadas con la Espa?a vac¨ªa. Como se?alan ya distintas monograf¨ªas sobre el caso franc¨¦s, mientras las clases medias altas urbanas sofistican su educaci¨®n, c¨®digos culturales y formas de consumo, buena parte de las clases populares est¨¢n insertas en un modo de vida caracterizado por la tr¨ªada ¡°casa¨Ccoche¨Csupermercado¡± y se sienten amenazadas por una globalizaci¨®n que les excluye del ideal de ¨¦xito. Reaccionan con ira, frustraci¨®n e indignaci¨®n ante las se?as de identidad de las ¨¦lites urbanas, de las que Macron es un perfecto ejemplo.
En este caldo de cultivo crece el nacionalpopulismo, con su discurso pretendidamente protector frente a las propuestas globalizadoras de las ¨¦lites urbanas. Quienes se identifican con esa idea no dudar¨¢n en mostrar su indignaci¨®n en cuanto puedan, y lo har¨¢n indistintamente por la izquierda o por la derecha. Esto explicar¨ªa que, seg¨²n las proyecciones, hasta un 30% de votantes de M¨¦lenchon est¨¦n dispuestos a apoyar a Le Pen en la segunda vuelta. El territorio ¨Desa cosa tangible en oposici¨®n al cosmopolitismo, a lo l¨ªquido y lo virtual del modo de vida urbano¨D, y no el cielo, es ahora el protector.
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