Caerse

?rase un hombre dichoso que ten¨ªa sue?os tr¨¢gicos. Cada ma?ana, despu¨¦s de que sonara el despertador, aguardaba a que las cenizas de aquellos sue?os con sabor a esquela se posaran en el fondo de su alma como el limo en el fondo del estanque. Una vez despejadas las tinieblas interiores, se incorporaba con los gestos de un individuo optimista, preparaba el desayuno para la familia y despertaba a sus hijos y a su mujer con bromas que generaban un clima propicio para comenzar la jornada. En la oficina, saludaba al personal con el entusiasmo preciso para no parecer idiota, aunque con una delicadeza que no molestaba a los caracteres sombr¨ªos.

Luego se sentaba a su mesa para acometer las rutinas diarias, de las que consegu¨ªa, sin embargo, obtener alg¨²n placer. Encontraba interesantes las tareas m¨¢s tediosas y acomet¨ªa con grados de creatividad imposibles los asuntos burocr¨¢ticos que los dem¨¢s despreciaban y de los que ¨¦l se hac¨ªa cargo de forma voluntaria para evit¨¢rselos a sus compa?eros. No lo hac¨ªa por ser querido o admirado, que eran los efectos secundarios de su positiva actitud, sino porque hab¨ªa decidido desde muy joven triunfar sobre las tenebrosas im¨¢genes que acud¨ªan a su mente apenas se met¨ªa en la cama y cerraba los ojos. El tipo jovial y confiado del d¨ªa luchaba a muerte contra el individuo funesto de la noche.

En ocasiones, de manera gratuita, una especie de ventolera an¨ªmica revolv¨ªa las aguas cenagosas del fondo de su esp¨ªritu y ascend¨ªan a la superficie las cenizas del sue?o en pleno d¨ªa. Entonces hu¨ªa de la gente y vagaba durante horas por las calles y por los pasajes m¨¢s oscuros y angostos de la ciudad, como la sombra de Ca¨ªn hab¨ªa errado por el mundo tras matar a su hermano. Un mi¨¦rcoles, en medio de una de estas crisis, se arroj¨® por una ventana y se mat¨®, pero todos creyeron que se hab¨ªa ca¨ªdo.