Dimitir para defender la causa pol¨ªtica
Ni la complejidad del caso ni la solvente trayectoria pol¨ªtica de M¨®nica Oltra pueden alterar el resultado al que la vicperesidenta valenciana se ver¨¢ abocada
He visto la comparecencia de la vicepresidenta y portavoz del Gobierno de Valencia del pasado viernes m¨¢s de una vez. Ni la complejidad del caso ni la solvente trayectoria pol¨ªtica de M¨®nica Oltra pueden alterar el resultado al que la afectada se ver¨¢ abocada. Basta acudir a otras situaciones pol¨ªticas conocidas en el pasado para observar la similitud con la que transcurre la secuencia de hechos. Todas, m¨¢s all¨¢ de las diferencias, sirven para percibir la coincidencia de argumentos que se utiliza para articular la defensa pol¨ªtica ante una causa judicial. Tambi¨¦n permiten observar la obcecada manera en la que se reivindica el derecho a permanecer en activo al margen del desgaste que la situaci¨®n acarrea para el propio sistema pol¨ªtico. Adem¨¢s, no dejan de ser ¨²tiles para comprobar que esa firme voluntad de resistir acaba cuando desaparece el apoyo del partido. Algo que no suele tardar demasiado en llegar.
M¨®nica Oltra se mostr¨® confiada en la multitudinaria rueda de prensa que ofreci¨® la pasada semana y cuyo inter¨¦s no estaba precisamente en los asuntos de gobierno de la Generalitat Valenciana. Permanecer en el cargo era, a su entender, una postura pol¨ªtica coherente, ¨¦tica y est¨¦tica. Fue entonces, cuando un sorprendido periodista le pregunt¨®: ?eso significa que usted no va a dimitir?; ¡°exactamente¡±, contest¨®. Un d¨ªa despu¨¦s, su partido celebraba un acto en el que todos cerraron filas en torno a ella en un ambiente festivo cuyas im¨¢genes no aguantar¨¢n el paso del tiempo. Tambi¨¦n otros y otras han tenido ese tipo de ovaciones justo antes de caer.
Pero, al margen de lo que yo crea que vaya a ocurrir, ?por qu¨¦ entiendo la dimisi¨®n de M¨®nica Oltra como la ¨²nica salida posible? La respuesta es clara: sirve para proteger al Gobierno al que pertenece y solo as¨ª se podr¨¢ evitar, en los t¨¦rminos que ella misma reivindica, que gane la ultraderecha. Los pol¨ªticos que se encuentran involucrados en procesos judiciales merecen disfrutar del derecho a la defensa con todas las garant¨ªas; pero no pueden pretender hacer a las instituciones rehenes de su propia defensa. Eso es lo que, (in)conscientemente, provocan quienes se encuentran envueltos en dificultades judiciales de cierta envergadura y se empe?an en permanecer en sus cargos destrozando as¨ª su propia trayectoria y arrastrando con ellos la reputaci¨®n de la instituci¨®n. Algo que solo se explica desde una l¨®gica poco madura absorta en contemplar la vida desde la percepci¨®n de uno mismo y sus circunstancias.
La solvencia democr¨¢tica de una sociedad, conviene recordarlo, no exige garantizar la defensa de la situaci¨®n particular de quienes asumen responsabilidades pol¨ªticas. Menos a¨²n si tal defensa supone un desgaste inasumible para las instituciones. Preservar el buen funcionamiento del sistema pasa por hacer responsable a los propios pol¨ªticos de la misi¨®n de preservar con su actuaci¨®n el proyecto que representan y especialmente la instituci¨®n en la que desarrollan su actividad. De ah¨ª que la dimisi¨®n constituya en ocasiones, y por doloroso que resulte, el (¨²nico) servicio honorable que puede ofrecer quien ostenta responsabilidades institucionales a la causa que representa y en la que cree. M¨®nica Oltra todav¨ªa est¨¢ a tiempo de tomar la iniciativa.
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