El confesionario de los adictos a las telenovelas
Las reacciones a ¡®Caf¨¦ con aroma de mujer¡¯ demuestran lo atrayentes que resultan estos formatos y el cat¨¢logo inagotable de placeres culpables que ofrecen
El d¨ªa que Rusia invadi¨® Ucrania, recib¨ª un mensaje de mi madre visiblemente alterada. Pero no por la guerra. Hab¨ªa pasado algo a¨²n peor. La cosa era grave. ¡°?No hay novela por culpa de Putin!¡±. Ese d¨ªa, l¨®gicamente, Televisi¨®n Espa?ola hab¨ªa interrumpido su programaci¨®n habitual y en este caso la difusi¨®n de su culebr¨®n preferido, su p¨ºch¨¦ mignon (¡±pecadillo¡±), como lo llama. La decepci¨®n sincera que sinti¨® me hizo recordar el poder que tienen estos formatos televisivos, ya sean telenovelas latinoamericanas, culebrones de toda la vida, soap opera, o como se les quiera llamar, y la adicci¨®n que generan, sea cual sea la edad, la clase social o la nacionalidad del espectador. Una adicci¨®n que, adem¨¢s, la mayor¨ªa queremos mantener ¨ªntima, secreta, por el qu¨¦ dir¨¢n. Aunque quiz¨¢ eso era antes. Twitter, parece, lo ha cambiado todo.
Trabajar mientras veo caf¨¦ con aroma de mujer es mi pasi¨®n.
— vals (@mama_debela) June 21, 2022
Con el anonimato que proporciona la red social, el para¨ªso de los t¨ªmidos y cobardes de toda ¨ªndole, casi cualquier cosa se puede confesar. El ¨²ltimo fen¨®meno de Netflix, Caf¨¦ con aroma de mujer ¨Dya el nombre es un poema¨D, ofrece un cat¨¢logo inagotable de placeres culpables. Mi preferido, de lejos, es el de esa mujer que visiblemente no tiene ning¨²n reparo en confesar que trabaja mientras ve la serie. ¡°Trabajar mientras veo Caf¨¦ con aroma de mujer es mi pasi¨®n¡±, escribe Valita. Y yo me pregunto: ?en qu¨¦ trabajar¨¢ Valita para poder dedicarse a su pasi¨®n a la vez que cumple con sus deberes laborales? Record¨¦ a esa peluquera en Sucre (Bolivia) que, por secarme el pelo sin quitarle ojo a la novela que emit¨ªa el peque?o televisor que ten¨ªa fijado a la pared, me dej¨® con un brushing que, de haber nacido en los sesenta, me hubiera abierto las puertas del casting de Dallas. Aunque recomiende separar esas dos actividades, sea cual sea el oficio, una tuitera nos demuestra que no resultan necesariamente incompatibles, todo lo contrario: ¡°Hoy fui a que me arreglen una carie. Terminamos mirando un cap¨ªtulo y medio de Caf¨¦¡ mientras me arreglaban. Tambi¨¦n me pusieron una mantita porque ten¨ªa fr¨ªo. Excelente servicio¡±, cuenta Bebesinha.
Hoy fui a q me arreglen una carie, la cual no iba a demorar mucho¡ al final era gigante pero bueno cuestionn terminamos mirando un cap¨ªtulo y medio de caf¨¦ con aroma de mujer mientras me arreglaban. Tambi¨¦n me pusieron una mantita porque ten¨ªa fr¨ªo.
— bebesinha (@cruzkaren97) June 14, 2022
Excelente servicio ??
El listado de las confesiones es muy variado, desde empezar a sentir los primeros s¨ªntomas de un infarto en los cap¨ªtulos con m¨¢s tensi¨®n dram¨¢tica hasta, como le pas¨® a este tuitero, encontrarse algo confuso frente a tanta testosterona. ¡°El otro d¨ªa hice la broma de poner Caf¨¦ con aroma de mujer. No lo hag¨¢is, es peor que la hero¨ªna, adem¨¢s los protas est¨¢n para mojar pan, sobre todo el chico y eso que soy hetero, aunque ahora tengo mis dudas¡±, escribe Darthmedebeber.
La m¨¢s corriente es compartir el gran vac¨ªo existencial que se experimenta al terminar de ver la serie. ¡°?Qu¨¦ ser¨¢ de m¨ª ahora?¡±, escribe una tuitera. ¡°?C¨®mo sigo la vida sin Caf¨¦ con aroma de mujer?¡±, se pregunta otra. Al sentimiento de desorientaci¨®n y de p¨¦rdida de entusiasmo por la vida le sigue el de sentirse avergonzado o culpable por la cantidad de horas perdidas frente a la pantalla. Como dir¨ªa mi madre: ¡°?Todo este tiempo malgastado sin haber le¨ªdo nunca a Proust!¡±, o en palabras m¨¢s crudas de Antonina: ¡°Ya no tengo vida por ver a esa mierda¡±.
A todos ellos se les adelant¨® en 1977 el acad¨¦mico estadounidense Roger Copeland. En un art¨ªculo en The New York Times titulado Confessions of a soap opera addict (¡±Confesiones de un adicto a los culebrones¡±), explicaba: ¡°Al principio me dec¨ªa que lo hac¨ªa [ver series televisivas] por razones sociol¨®gicas. (...) Luego, r¨¢pidamente, me di cuenta de que lo hac¨ªa por las mismas razones proverbiales que cualquier ama de casa obrera: quer¨ªa saber qu¨¦ pasar¨ªa a continuaci¨®n¡±. Su reflexi¨®n era que, a pesar de los presupuestos muy limitados, los decorados cutres, escenas rodeadas exclusivamente en interiores, los p¨¦simos actores y los guiones sin pies ni cabeza ¨Den este aspecto, las producciones actuales han mejorado su calidad¡ª, nadie estaba a salvo, ni siquiera intelectuales como ¨¦l, de caer rendido a la atracci¨®n de este tipo de contenidos. Y yo, que hace unos meses viv¨ª completamente absorbida por los amores de La Gaviota y que a¨²n hoy sue?o con los cafetales colombianos ¨Dy tampoco he le¨ªdo a Proust¨D, no ser¨¦ menos. Lo confieso.
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