Todo puede esperar cuando suena tu canci¨®n favorita
Ni siquiera tiene que gustarte un grupo para ir a un concierto suyo; el espect¨¢culo m¨¢s grande es el del p¨²blico
De vez en cuando, pongo en YouTube uno de mis v¨ªdeos favoritos de todos los tiempos: el de Dustybun y Suziepooh, como se llaman entre ellos, cantando Never Ending Story al final de la tercera temporada de Stranger Things. Dusty conecta a Suzie por radio para saber la constante de Planck, ella le reprocha el tiempo que lleva sin hablar con ¨¦l (¡°estuve ocupado salvando al mundo de rusos y monstruos¡±, responde Dusty) y, para darle la constante de Planck, ella le dice ¡°quiero o¨ªrla¡±. Y Dusty empieza a cantar: ¡°Turn around / Look at what you see¡±. Como he visto el v¨ªdeo dos millones de veces, tengo grabados todos los detalles (la cara de Erica cuando Dusty arranca, ese abrir fant¨¢stico de ojos y el gesto de ¨¦l mirando para otro lado para pasar menos verg¨¹enza). Los dem¨¢s personajes, que efectivamente est¨¢n salvando el mundo de rusos y monstruos, se comen resignados por radio la canci¨®n para saber por fin la constante de Planck.
Pero antes, un cambio obr¨® en Dusty. Cuando Suzi se une a la canci¨®n (¡°Make believe I¡¯m everywhere / Given in the light¡±), Dusty sonr¨ªe y se viene arriba, olvida todo: que un monstruo est¨¢ pis¨¢ndoles los talones a sus amigos, que otros amigos est¨¢n a punto de ser descubiertos y fusilados por los rusos, que el mundo est¨¢ a minutos de sumirse en el caos y la destrucci¨®n. Hasta los amenazados parecen entender, un poco alucinados, la situaci¨®n: cualquier cosa puede esperar cuando suena tu canci¨®n favorita. No hay expresi¨®n cultural m¨¢s definitiva ni con m¨¢s capacidad de alcance. Ese momento en que, en un concierto, el grupo toca la canci¨®n que cantas a voz en grito en casa, el tema que te pones por las ma?anas, el que pinchas antes de salir a cenar; la canci¨®n que escuchaban tus padres, las canciones que sonaban de ni?o cuando ibais de viaje en coche, la m¨²sica de tu ex, la canci¨®n que siempre tarareaba un amigo al que hace 20 a?os que no ves.
Ni siquiera tiene que gustarte un grupo para ir a un concierto suyo; el espect¨¢culo m¨¢s grande es el de gente que se encuentra compartiendo todo lo que le hace feliz o le recuerda a la felicidad, incluso sus desgracias m¨¢s ¨ªntimas. Y reunida, cantando. Una amiga m¨ªa dice que no conoce ning¨²n d¨ªa que merezca la pena en el que nadie, aunque sea por unos segundos, cante. O, si est¨¢ rodeada de gente, piense en cantar. O cante para dentro, inconscientemente, con una canci¨®n metida en la cabeza. Como los versos de Mart¨ªn Fierro, de Jos¨¦ Hern¨¢ndez (que recita Calamaro en Estadio Azteca): ¡°Gracias le doy a la Virgen, / gracias le doy al Se?or. / Porque entre tanto rigor / y habiendo perdido tanto, / no perd¨ª mi amor al canto / ni mi voz como cantor¡±.
Siempre me impresion¨® la historia del juicio a Michael Jackson. Una de las pruebas consist¨ªa en im¨¢genes de un documental que rod¨® en Neverland; la pel¨ªcula arrancaba con Billie Jean, y varios miembros del jurado que lo juzgaba por abusos sexuales a menores no pudieron impedir mover la pierna al comp¨¢s endiablado y fascinante de los acordes. Cuando Suzie y Dusty acoplan sus voces por radio es maravilloso verla a ella movi¨¦ndose por el cuarto como si estuviese en el escenario, y a ¨¦l, muerto de verg¨¹enza un segundo antes, pasando de todos los que le escuchaban. Cu¨¢nto dura una canci¨®n que te gusta, ?tres minutos? Siempre hay tiempo para matar al monstruo.
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