?Y si Trump y Boris han ganado?
Gracias a ambos pol¨ªticos, sabemos que las democracias, incluso las m¨¢s vivas, pueden destruirse desde dentro, y aunque estos dos esperpentos pol¨ªticos puedan haber desaparecido, lo cierto es que los da?os causados permanecer¨¢n
Al igual que ocurri¨® con Trump, al ni?o rico de rubio tup¨¦ y acento de la high class brit¨¢nica tambi¨¦n le ha llegado su hora, y parece que celebremos ese viejo clich¨¦ que dice que quien hace el mal pagar¨¢ las consecuencias y quien obra bien ser¨¢ recompensado. Pero esta idea de la teolog¨ªa cristiana (que la justicia se abre paso sola en el mundo) tan frecuente en nuestra cultura pol¨ªtica es, desgraciadamente, falsa, porque la realidad es fr¨ªamente implacable. As¨ª que quiz¨¢s sea hora de emanciparnos de este absurdo rigorismo del bien y percatarnos de que las democracias son solo una excepci¨®n en la historia. El mantra de que Gran Breta?a es la democracia m¨¢s antigua del mundo ha significado demasiadas veces subestimar el peligro de su regresi¨®n pol¨ªtica, econ¨®mica y social, agravada por el desprecio a las reglas del juego de un tipejo como Boris, alias Mr. Brexit. ?Recuerdan su famosa ¡°suspensi¨®n¡± del Parlamento o aquel eslogan de los ¡°350 millones enviados a la UE cada semana¡± con la que capitane¨® la campa?a?
Gracias a Trump y a Boris sabemos que las democracias, incluso las m¨¢s vivas, pueden destruirse desde dentro, y aunque estos dos esperpentos pol¨ªticos puedan haber desaparecido, lo cierto es que los da?os causados permanecer¨¢n. El Brexit, cuya campa?a fue liderada por las mentiras de Johnson, es irreversible, y uno de sus efectos colaterales es la sombra de la desintegraci¨®n del Reino Unido a la luz del creciente deseo de independencia de una Escocia donde el 62% de la poblaci¨®n quiere permanecer en Europa. Por no hablar de los riesgos de implosi¨®n de Irlanda del Norte y la desvergonzada negativa de Boris a admitir que acept¨® controles aduaneros en el mar de Irlanda al firmar el acuerdo del Brexit.
Aunque parezcan haberse achicharrado, podr¨ªamos decir que Johnson y Trump ya han ganado. Su paso por el poder deja una deliberada estela de destrozos que no solo afecta a sus pa¨ªses: Europa es hoy m¨¢s d¨¦bil, y tambi¨¦n Occidente. Estos l¨ªderes de la derecha dura, xen¨®foba y nacionalista, productores sistem¨¢ticos de mentiras, han desestabilizado sus democracias desde la c¨ªnica m¨¢scara de una falsa rebeld¨ªa antisistema. Nutridos del privilegio de los destronados (la expresi¨®n es de Wendy Brown), de esos que la literatura acad¨¦mica llama ¡°perdedores de la globalizaci¨®n¡±, solo emplearon el poder para favorecer a las ¨¦lites econ¨®micas y globalistas. Frente a la llegada de migrantes de otras culturas, ideas y religiones, prometieron preservar la pureza de la patria, la blanquitud de las santificadas clases medias, el cristianismo que constituir¨ªa la identidad y el orgullo de sus naciones y de Occidente. Pero su herencia es haber debilitado a Occidente. La ¡°Gran Breta?a global¡± es un pa¨ªs m¨¢s aislado; la ¡°Am¨¦rica primero¡± de Trump, un socio poco fiable. Y he aqu¨ª la lecci¨®n esencial: que un populista del signo que sea llegue al poder es una cat¨¢strofe que las democracias no se pueden permitir.
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