Lenguas de primera y de segunda
El pleno reconocimiento institucional de la multiplicidad de idiomas en Espa?a sigue siendo una asignatura pendiente; la imposici¨®n forzosa de una con prioridad sobre las otras solo genera hostilidad
En Espa?a hemos normalizado que la diversidad ling¨¹¨ªstica se resuelva en una lucha por la hegemon¨ªa. Sin embargo, este semillero de opresi¨®n social y pol¨ªtica sigue sin encararse con madurez en la agenda pol¨ªtica. Hace nueve a?os, los diputados de ERC Alfred Bosch y Joan Tard¨¤ vieron retirada su palabra con amable paternalismo por Jes¨²s Posada, presidente del Congreso, por intervenir en catal¨¢n desde la tribuna del hemiciclo. Hace unos dos a?os el diputado del BNG N¨¦stor Rego, y m¨¢s recientemente el diputado de la CUP Albert Botran, fueron silenciados con a¨²n mayor rigidez normativa por la actual presidenta del Congreso al negarse a emplear el castellano en sus discursos. El ¨²ltimo incidente, aparte de pasmar a prensas extranjeras como la suiza, ha motivado que varias fuerzas pol¨ªticas eleven una proposici¨®n de reforma del Reglamento parlamentario que determina el manejo de las lenguas reconocidas por la Constituci¨®n ¡ªque por otro lado, no son todas las que actualmente se hablan en nuestro pa¨ªs¡ª, a imitaci¨®n del que ya se aplica en el Senado. Pero todo parece indicar que el gatopardismo seguir¨¢ sojuzgando en esta materia desde la atalaya de un sedicente pragmatismo.
Esta secuencia de incidentes revela que el pleno reconocimiento institucional de la multiplicidad de lenguas en Espa?a sigue siendo una de las asignaturas pendientes del pacto constitucional del 78. La anomal¨ªa democr¨¢tica que supone la censura de lenguas distintas del castellano en los ¨®rganos de la soberan¨ªa nacional confirma que los viejos odres de la revoluci¨®n pasiva franquista, cuyo alcance ha analizado con perspicacia Jos¨¦ Luis Villaca?as, siguen orientando el marco ideol¨®gico desde el que se administra la visibilidad p¨²blica de estos veh¨ªculos de comunicaci¨®n. Las pautas de protecci¨®n de las lenguas cooficiales han fomentado durante m¨¢s de cuatro d¨¦cadas su encapsulamiento territorial como lenguas minoritarias, en lugar de arbitrar los cauces estructurales para extender su conocimiento en toda la naci¨®n y facilitar su coexistencia en los planes de estudio de todos los niveles educativos. Se ha optado por una pol¨ªtica de cuotas con fundamento jur¨ªdico, pero escasa implantaci¨®n social, que ha incentivado adem¨¢s que las lenguas perif¨¦ricas pretendan reforzar su uso asumiendo ese mismo c¨®digo, una perversi¨®n que expertos como Albert Branchadell han subrayado con acierto.
A¨²n estamos a la espera de que las oposiciones a profesorado en los centros de ense?anza estatales incluyan, siguiendo el ejemplo del Instituto Cervantes, plazas docentes de catal¨¢n/valenciano, gallego y euskera para dar cobertura a la demanda, por marginal que sea al comienzo, de los estudiantes interesados en compatibilizar el conocimiento de lenguas europeas con el de otras lenguas del Estado que no sean el castellano. Asimismo, las lenguas no sobreviven ni se fortalecen ¨²nicamente porque normas jur¨ªdicas las avalen y protejan. Si no circulan habitualmente en el medio social y cultural, su empleo se ir¨¢ reduciendo tendencialmente. Por ello mismo, los medios y plataformas audiovisuales son una herramienta clave para la materializaci¨®n del multiling¨¹ismo, aunque no se aprecian iniciativas en esta direcci¨®n, pues la apuesta por el valor seguro impera en este ¨¢mbito. Fen¨®menos como Alcarr¨¤s no dejan de ser at¨ªpicos. Abordar los problemas planteados por la variedad de lenguas nacionales desde normativas troqueladas por una ideolog¨ªa monoling¨¹ista propicia la extensi¨®n de un sentido com¨²n que impide percibir la violencia que encierra el ¡°biling¨¹ismo vertical¡±, por decirlo con Zumthor, establecido por la aplicaci¨®n vigente de la Constituci¨®n. En efecto, la interpretaci¨®n dominante del pre¨¢mbulo de esta norma supone que las lenguas cooficiales en algunas autonom¨ªas rindan vasallaje a la ¨²nica lengua oficial en el resto del pa¨ªs, una injusticia hermen¨¦utica que solo inyecta resentimiento en la convivencia democr¨¢tica.
La invenci¨®n de una tradici¨®n que privilegia a una lengua sobre aquellas otras con que comparte un mismo ordenamiento pol¨ªtico ha promovido el olvido de las asentadas experiencias de cohabitaci¨®n idiom¨¢tica que encontramos, por ejemplo, en el teatro del literato portugu¨¦s biling¨¹e Gil Vicente, en cuyo Auto da Fama los personajes usan distintas lenguas ¡ªcastellano, italiano y franc¨¦s¡ª seg¨²n su origen. Tambi¨¦n quedan muy lejos de nosotros decisiones como la que llev¨® al palad¨ªn del toscano frente a la autoridad del lat¨ªn que fue Dante a presentar al trovador Arnaut Daniel en el canto XXVI del Purgatorio pronunciando unos versos en su lengua, el provenzal. Para estos autores, la holgada ¡°competencia anal¨ªtica¡± que nos permite entender lenguas que no hablamos con destreza, que ling¨¹istas como Juan Carlos Moreno Cabrera han preconizado ejercitar en la escuela y la calle, no era una quimera, sino una realidad social.
El espacio literario del Medievo y del Renacimiento conceb¨ªa como un beneficio ser hablante pasivo de otras lenguas am¨¦n de la propia. Una preocupante regresi¨®n ha debido de ocurrir para que la pluralidad ling¨¹¨ªstica usual anta?o sea recibida hoga?o ¡ªen un contexto democr¨¢tico, adem¨¢s¡ª como antesala de una pugna de la que solo una lengua puede declararse triunfante, sometiendo al resto. La pr¨¢ctica de un multiling¨¹ismo sostenible transformar¨ªa de manera constructiva nuestras demandas de vertebraci¨®n nacional. En cambio, la imposici¨®n forzosa de las lenguas solo siembra hostilidad entre los pueblos, de manera solapada e irreversible.
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