Dos cervezas, ni?ato, son medio piso
La desigualdad est¨¢ tomando tintes generacionales, un debate que tiene mucho de clase, pero tambi¨¦n de justicia bajo una crisis de inflaci¨®n que obliga a reordenar las prioridades
Una parte del progresismo es deshonesto con el drama de la precariedad juvenil. Dice enfocarse en la gente vulnerable, pero sigue obviando hasta qu¨¦ punto la desigualdad est¨¢ tomando tintes generacionales. No duda en cargar sobre j¨®venes muy empobrecidos el nivel de vida de nuestros mayores, injusticia que se camufla mediante clich¨¦s que culpan a la juventud de no poderse pagar ni un piso. Aceptar que nuestra generaci¨®n est¨¢ peor que la anterior obligar¨ªa a revisar ciertos privilegios de los hijos del baby boom, y no se est¨¢ dispuesto a ello.
Ejemplo es un programa televisivo donde colaboradores de entre 50 y 60 a?os llegaron a la feliz conclusi¨®n de que, chicos, sal¨ªs mucho, viaj¨¢is, y por eso no ten¨¦is una casa en propiedad, a diferencia de nosotros o vuestros abuelos. Mis coet¨¢neos de 20 y 30 ardieron en las redes durante d¨ªas contra un argumento que defend¨ªa incluso una veterana progresista. Resultaba incomprensible que repitiera ideas propias de un liberal: si quieres una casa, t¨² puedes, chaval; elige menos cervezas y m¨¢s pisos.
Es la forma m¨¢s banal de perpetuar un clima de opini¨®n sobre el hedonismo de una juventud que se merece lo que le pase, para luego poderles girar la cara sin culpa. Aunque me atrever¨ªa a decir que constituye una visi¨®n generacional. No es la primera vez que alguien de izquierdas en la cincuentena usa ante m¨ª argumentos que en el fondo s¨®lo miran por preservar su estatus. Es decir, sin asumir que el concepto de ¡°solidaridad intergeneracional¡± no deber¨ªa ir ya s¨®lo de j¨®venes a mayores, sino hacia una juventud m¨¢s vulnerable que hace tres d¨¦cadas.
Primero, porque no es verdad que antes la propiedad dependiera s¨®lo de la voluntad personal de quitarse de cuatro salidas. Mi madre ironiza con que los bares estaban tambi¨¦n a reventar en los a?os setenta y ochenta. Y, seg¨²n datos de la OCDE, en 2000 hac¨ªan falta 8,2 a?os de ingresos de un hogar para comprarse un piso en Espa?a, mientras que en la actualidad ello supondr¨ªa unos 11,1 a?os. Equivale a una subida del 35% respecto al n¨²mero de n¨®minas necesarias.
Segundo, el problema no es s¨®lo pagar un piso. Hay j¨®venes que destinan ya m¨¢s de un tercio de su salario al alquiler, un dinero que no va a conciertos o viajes en aerol¨ªneas baratas. La cuesti¨®n es que no tienen ahorros, ni quiz¨¢s nadie que les avale, con lo que caen en un bucle infernal. No pueden ahorrar, pero tampoco amasar 40.000 o 60.000 euros para la entrada. Un amigo muy progre se ech¨® las manos a la cabeza con la idea de tener un piso gracias al aval de Isabel D¨ªaz Ayuso.
Tercero, los tipos de inter¨¦s antes eran mucho m¨¢s elevados, un 17% de media en los ochenta, pero los salarios daban para ahorrar una entrada mucho mayor, y as¨ª pedir un pr¨¦stamo menor. Ahora, quien acceda a una vivienda depender¨¢ de unos padres con ahorros, y quien herede, pasar¨¢ a formar parte del selecto club de los propietarios. En unos a?os, la vivienda ser¨¢ un foco de desigualdad brutal para quienes no posean nada m¨¢s que su fuerza de trabajo.
El problema no es un programa televisivo, sino que lo p¨²blico siga obviando la fisura generacional. Cierta miop¨ªa en las pol¨ªticas de protecci¨®n o redistribuci¨®n social corre el riesgo de perpetuar desigualdades. Por ejemplo, el Gobierno progresista har¨¢ un desembolso enorme para revalorizar las pensiones en funci¨®n del IPC, y eso puede profundizar la creciente brecha entre ocupados y algunos pensionistas. Se piden esfuerzos a trabajadores y empresarios con la regulaci¨®n energ¨¦tica o la inflaci¨®n. En cambio, no se hila fino en hacer distinci¨®n entre jubilados, m¨¢s o menos necesitados.
Por tanto, este debate tiene mucho de clase, pero tambi¨¦n de justicia generacional en tiempos de una crisis inflacionaria que obliga a reordenar prioridades. Qui¨¦n protege a la juventud menor de 39 a?os, que tiene hoy un 24% menos de renta para gastar que los mayores de 64 a?os, seg¨²n el INE. A largo plazo, ello se est¨¢ traduciendo en que los mayores de 75 a?os sean el grupo de edad con mayor patrimonio ¡ªdatos del Banco de Espa?a analizados por Javier Jorr¨ªn¡ª, y ya no los trabajadores adultos. Ello, frente al desplome en la compra de vivienda por debajo de los 35 a?os.
Esa brecha generacional es tan cierta como que parti¨® la izquierda entre PSOE y Podemos en 2015. La precariedad de la crisis de 2008 afect¨® a todos, aunque los hijos se rebelaron contra sus padres al sentir que el sistema se hab¨ªa construido sobre el pelotazo urban¨ªstico o un modelo productivo precario. Es decir, sin visi¨®n de futuro. Pronto circular¨¢n argumentos perversos de que, al menos, demos las gracias a nuestros padres o abuelos por mantenernos con su patrimonio o con las rentas del Estado.
No hay m¨¢s ciego que el que no quiere ver, o m¨¢s fatuo que quien tapa el drama ajeno neg¨¢ndolo. As¨ª que en adelante quiz¨¢s se normalice el mantra de ¡°dos cervezas, ni?ato, son medio piso¡± para evitar una reflexi¨®n democr¨¢tica colectiva. Y si los j¨®venes quieren protestar, pueden esperar a que gobierne la derecha. Tal vez el ¨²nico punto de comprensi¨®n del progresismo por encima de los 55 a?os sea encontrarse en las plazas para echar la cerveza en contra del Partido Popular. Eso s¨ª, que cada uno pague lo suyo. Hay que ahorrar para el piso.
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