Picasso y las mujeres
El machismo de la persona no debe cancelar la excepcionalidad del creador
El a?o que viene se cumple medio siglo de la muerte de Pablo Picasso, en abril de 1973, a los 91 a?os. El A?o Picasso va a llenar los noticiarios y las pantallas con la exaltaci¨®n de la obra del pintor y escultor. Pero afortunadamente tambi¨¦n la revisi¨®n de su obra va a ir acompa?ada de un debate que arranc¨® hace ya muchos a?os. El feminismo ha sido a menudo ferozmente cr¨ªtico con la conducta privada ¡ªsentimental, amorosa, sexual¡ª de Picasso en relaci¨®n con las mujeres, en particular desde la potente onda reivindicativa que abri¨® el Me Too. La lista de parejas da?adas por una relaci¨®n t¨®xica con el pintor es larga e incluye episodios traum¨¢ticos bien documentados con algunas de ellas. No hay inconsecuencia alguna, sino todo lo contrario, en que la mirada feminista actual, 50 a?os despu¨¦s, aborde la relaci¨®n de Picasso con la mujer en el ¨¢mbito art¨ªstico y en el personal.
Las conmemoraciones culturales suelen ser ocasiones para que el presente se adue?e a su manera de una obra del pasado: est¨¢ viva porque nos importa. Es posible que parte de esas conmemoraciones aborde de forma poco can¨®nica algunos de los aspectos de la obra y la vida del pintor. Hoy, el estatuto civil y moral de la mujer est¨¢ a a?os luz de la ¨¦poca en que vivi¨® Picasso, en Espa?a y fuera de Espa?a, y el est¨¢ndar de exigencia ha cambiado radicalmente: Picasso saldr¨¢ previsiblemente mal parado ante acusaciones de manipulaci¨®n o de abuso sobre mujeres a las que pint¨®, dibuj¨® o esculpi¨® y adem¨¢s fueron reales.
La valoraci¨®n retroactiva de esa conducta a partir de los criterios actuales conducir¨ªa sin remedio a la cancelaci¨®n del pintor por machista, heteropatriarcal, quiz¨¢ d¨¦spota y quiz¨¢ tambi¨¦n cruel con las mujeres, o al menos con algunas mujeres. La tentaci¨®n de empeque?ecer su figura por sumisi¨®n acr¨ªtica a las (bienvenidas) normas morales del presente conduce a un revisionismo presentista que ignora las condiciones materiales, educativas, culturales y morales del pasado. Ni el repudio del artista por mala conducta o conducta inapropiada ni la cancelaci¨®n punitiva de su obra o su figura parecen respuestas inteligentes ante lo que incomoda del pasado. La excepcionalidad de su obra no exime al creador de haber sido ego¨ªsta, posesivo o machista, pero el juicio que merezca esa conducta no abarata al creador ni hace menos enigm¨¢tica e intrigante la compulsiva recreaci¨®n de la mujer en su obra. La beatificaci¨®n cultural de Picasso no ayuda tampoco a asumir en su integridad a una figura de su alcance cultural e hist¨®rico; solo el conocimiento cr¨ªtico e informado har¨¢ posible que tras todos los debates entendamos mejor la complejidad del genio y el archipi¨¦lago de sus flagrantes defectos. Cuanto m¨¢s y mejor la ciudadan¨ªa lo conozca hoy, mejor preparada estar¨¢ tanto para entenderlo a ¨¦l como para entenderse a s¨ª misma. Los santos no existen, ni siquiera cuando son grandes artistas.
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