Lecciones de genocidio con Picasso al fondo
Acercarse a lo sucedido hace poco m¨¢s de un siglo en Congo a manos de europeos no es solo una vuelta al pasado para aprender historia. Leerlo es mirarnos al espejo de lo que somos
Si la lectura fuera un men¨², la carta del mejor restaurante a nuestra disposici¨®n, necesitar¨ªamos las m¨¢s vibrantes novedades para componer los platos. Hay buenos libros que te miran estos d¨ªas a los ojos como esos peces reci¨¦n sacados del mar que te aguardan en las vitrinas de los bares. Frescos, sabrosos (y que me perdonen los veganos). Pero tambi¨¦n necesitar¨ªamos vinos para acompa?arlos y esos se buscan en a?os pasados, en las mejores cosechas, a las que el tiempo solo ha a?adido valor. Y uno de esos para descorchar estos d¨ªas es El fantasma del rey Leopoldo.
La investigaci¨®n minuciosa y el relato templado que hace Adam Hochschild del mayor genocidio o matanza colectiva previa al nazismo est¨¢ en la bodega desde hace a?os, cierto. Pero se puede abrir ahora. O reabrir.
Acercarse a lo sucedido hace poco m¨¢s de un siglo en Congo a manos de europeos no es solo una vuelta al pasado para aprender historia, para entretenerse con las expediciones de Stanley de costa a costa, de oc¨¦ano a oc¨¦ano, para regresar a ese coraz¨®n de las tinieblas humanas que tambi¨¦n describi¨® Conrad, para asombrarse una y otra vez, p¨¢gina tras p¨¢gina, ante los avances de lo que llamaron ¡°civilizaci¨®n¡± mientras establec¨ªan l¨ªneas ferroviarias, rutas de barcos de vapor desmontables y capaces de remontar cataratas colosales, puertos y una geograf¨ªa nueva destinada a expoliar y sacar hacia el Atl¨¢ntico los recursos de unos nativos a los que golpearon, forzaron, violaron, masacraron, mutilaron y esclavizaron mientras el citado rey convenc¨ªa al mundo de que hab¨ªa creado un Estado id¨ªlico en la campa?a de relaciones p¨²blicas m¨¢s da?ina y exitosa en siglos. No solo.
Leerlo es mirarnos al espejo de lo que somos, de lo que fuimos, de las zonas oscuras de las que venimos. Leerlo es contemplar que los belgas (los europeos, en suma) practicaron en el Congo, por ejemplo, la formaci¨®n de ni?os soldado entre los propios hu¨¦rfanos que dejaban a su paso. O que, entre las cantidades colosales de marfil y caucho, lleg¨® tambi¨¦n un arte africano tan llamativo por su capacidad de abstracci¨®n, de exacerbar los rasgos faciales en una linealidad diferente, que influy¨® en el cubismo de artistas como Picasso o Braque.
Venimos de ah¨ª. La riqueza europea viene de ah¨ª. Y la emigraci¨®n africana que hoy paramos en las vallas o agoniza en las aguas abisales viene de ah¨ª. No todas las fuerzas coloniales cortaron tantas manos como la Force Publique de Leopoldo, claro. Pero todas esquilmaron ingentes riquezas a cambio de nada. Nunca lo olvidemos: venimos de ah¨ª.
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