Sim¨®n Bol¨ªvar en Grecia
Elegir una espada como s¨ªmbolo de un Gobierno no resulta particularmente original
El presidente colombiano, Gustavo Petro, se estrena sacando a pasear en su toma de posesi¨®n la espada de Sim¨®n Bol¨ªvar, el h¨¦roe de las independencias americanas. Elegir una espada como s¨ªmbolo de un Gobierno es de una representatividad notable pero no e...
El presidente colombiano, Gustavo Petro, se estrena sacando a pasear en su toma de posesi¨®n la espada de Sim¨®n Bol¨ªvar, el h¨¦roe de las independencias americanas. Elegir una espada como s¨ªmbolo de un Gobierno es de una representatividad notable pero no es particularmente original: desde la Tizona patria a la Exc¨¢libur brit¨¢nica, las espadas han sido asociadas a los padres tutelares con que se suele cimentar la identidad de una naci¨®n. Hacer desfilar la espada de Bol¨ªvar transmite un mensaje intencionado: dimensionar la independencia y defender la historia propia de los Estados americanos que se configuran tras los movimientos pol¨ªticos y militares iniciados por Bol¨ªvar.
Hay muchas formas de transmitir mensajes sin hacerlos expl¨ªcitos. Cuando Sim¨®n Bol¨ªvar trata de lanzar un proyecto emancipador de la colonia basado en una gigante confederaci¨®n americana que abarcase de M¨¦xico a Argentina, organiza una convenci¨®n diplom¨¢tica en Panam¨¢ en 1826 a la que le da el esdr¨²julo nombre de Congreso Anficti¨®nico. La anfiction¨ªa era una asamblea de confederaci¨®n de polis griegas que funcion¨® al menos hasta el siglo II a. C.; sus representantes, los anfictiones, se asociaban para administrar recursos compartidos, por ejemplo los templos. Bol¨ªvar sab¨ªa de las fuerzas de los simbolismos: en uno de sus elaborados discursos, animaba la celebraci¨®n de este congreso se?alando que el istmo de Panam¨¢ deber¨ªa ser para los americanos ¡°lo que el de Corinto para los griegos¡±, evocando al istmo que une a la Grecia continental con el Peloponeso: Grecia fue blandida para reivindicar una proyectada unidad pol¨ªtica americana, no su presente ind¨ªgena ni colonial. Lo que un¨ªa a todo ese territorio que Bol¨ªvar quer¨ªa poner de acuerdo era su condici¨®n compartida de haber sido colonia espa?ola, pero esa historia com¨²n de la que se renegaba fue apartada intencionalmente al escoger el nombre de la asamblea de la antigua Grecia.
La utilizaci¨®n del pasado cl¨¢sico como fuerza galvanizadora de la identidad presente es tan com¨²n en Europa como en Am¨¦rica, aunque la tradici¨®n cl¨¢sica americana sea menos conocida y hoy sea preterida en los discursos identitarios americanos, m¨¢s escorados hacia el indigenismo. Pero hubo una Am¨¦rica latina en el sentido de latinizada, con una cultura cl¨¢sica importada que gener¨® prontamente una visi¨®n propia de los mitos, de la lengua y de las fuentes que hab¨ªan sido las fundadoras de la cultura europea. La primera ense?anza de gram¨¢tica en Am¨¦rica se establece en el Caribe unos 20 a?os despu¨¦s del primer viaje colombino. La podemos reconstruir gracias a las tempranas c¨¦dulas que desde la Casa de la Contrataci¨®n de Sevilla proveen de sueldo a los pioneros maestros de lat¨ªn en Am¨¦rica; en esa documentaci¨®n se registra tambi¨¦n el viaje de los libros de latinidad: las obras de Nebrija, sobre todo su manual latino y sus dos diccionarios biling¨¹es fueron demandados, estudiados e impresos en Am¨¦rica. Saber lat¨ªn era una oportunidad de promocionar; la exigencia de conocimiento de lat¨ªn permit¨ªa el acceso a cargos en la Administraci¨®n colonial; por ello, la demanda de aprendizaje de lat¨ªn desde Am¨¦rica y el env¨ªo de maestros ense?antes de lat¨ªn a los virreinatos era tambi¨¦n una forma de hacer crecer con solidez la nueva estructura de gobierno.
En 1536, la Corona funda la primera instituci¨®n escolar occidental de Am¨¦rica: el colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, donde se ense?a en n¨¢huatl y lat¨ªn, pero no en castellano. El lat¨ªn fue una de las lenguas americanas, de hecho fue la ¨²nica especialmente protegida y favorecida por la Monarqu¨ªa hisp¨¢nica y por las ¨®rdenes religiosas que ejerc¨ªan la ense?anza en centros americanos. En las zonas rurales, los sacerdotes evangelizaban en las lenguas aut¨®ctonas, por un sentido de conveniencia cuantitativa y por una estructura de pensamiento condescendiente en que se consideraba que el menor contacto con los europeos aislar¨ªa a los indios del posible efecto negativo de la vecindad con los pecados ajenos. Aunque hay una evidente y paulatina castellanizaci¨®n de Am¨¦rica, esta se sostiene m¨¢s sobre el uso que en la ense?anza expl¨ªcita, y, es parad¨®jico, son las rep¨²blicas americanas que se alimentan con el liderazgo de Bol¨ªvar las que m¨¢s contribuyen, fundadas en ideas centralistas, a la expansi¨®n escolar del espa?ol en Am¨¦rica.
La historia casa mal con los s¨ªmbolos, es m¨¢s compleja que ellos, tiene m¨¢s aristas que los dos lados de la hoja de una espada. El arma de Bol¨ªvar tiene sus dos filos simb¨®licos: puede servir, a la manera de Petro, para la defensa de la contemporaneidad mestiza colombiana, pero podr¨ªa servir tambi¨¦n para postular la latinidad de Colombia, su cultura cl¨¢sica enraizada en la literatura, las d¨¦cadas de bibliotecas con estantes llenos de traducciones de cl¨¢sicos, con la gram¨¢tica latina (1876) de los colombianos Miguel Antonio Caro y Rufino Cuervo como fruto destacad¨ªsimo.
Quienes han hecho el ejercicio de contar cu¨¢ntas pu?aladas recibe Santiago Nasar en Cr¨®nica de una muerte anunciada estiman un n¨²mero de 23. La cifra no es f¨¢cil de fijar pero se hace veros¨ªmil, porque poco en Garc¨ªa M¨¢rquez es casual: 23 fueron las pu?aladas que recibi¨® Julio C¨¦sar. El colombiano, buen lector de Suetonio, hac¨ªa un gui?o en su novela policial caribe?a al magnicidio m¨¢s famoso de la historia antigua. Prefiero ese pu?al de tradici¨®n cl¨¢sica y de memoria incluyente blandido por el escritor a una espada manipulable a placer del gobernante: pasear la m¨¢quina de escribir que empu?¨® Garc¨ªa M¨¢rquez habr¨ªa sido un s¨ªmbolo improbable y extravagante, pero habr¨ªa recibido, estoy segura de ello, la aclamaci¨®n un¨¢nime de un p¨²blico en pie.