Tu para¨ªso secreto me da ansiedad
Cuando las redes sociales ignoran adrede a nuestros amigos, ?realmente deseamos lo que nos recomienda el algoritmo?
Fue un idilio corto, pero de los m¨¢s intensos que he vivido en mucho tiempo. Supongo que mi perdici¨®n fue quedarme embobada m¨¢s de lo que deb¨ªa. Todo empez¨® en primavera. Me enganch¨¦ con la primera dosis, hipnotizada por una mezcla de belleza y amago de exclusividad servida en un brev¨ªsimo espacio de tiempo. ¡±?Conoces este rinc¨®n oculto de la Costa Brava?¡±, me dec¨ªa una desconocida de la que nunca hab¨ªa o¨ªdo hablar, invadiendo mi feed de Instagram con un clip de agua cristalina en una encantadora y min¨²scula cala de rocas frente a la playa de Sant Pol, en Sant Feliu de Gu¨ªxols (Girona). ¡°Se trata de Sa Caleta, solo tienes que seguir unos minutos el cam¨ª de Ronda¡±, me aconsejaba. Vaya, ?gracias, @weallwayshaveroma, este verano no me lo pierdo!, pens¨¦, borracha de dopamina por el descubrimiento.
Aquel fue el primer videoconsejo que se gan¨® el privilegio de pasar a mi carpeta de elementos guardados, ese joyero virtual que dice m¨¢s de nuestra psique y entra?as que un vistazo a nuestro botiqu¨ªn casero. Ilusa de m¨ª, acababa de ser captada por la mafia de contenidos sobre oasis secretos: ¡±?Son estas las pozas m¨¢s bonitas de Espa?a?¡±, me asalt¨® otro desconocido en mi pantalla, mostrando un montaje de aguas turquesas y cascadas en Chorreras de Cabriel (Cuenca). ¡±?Nunca has estado en este jard¨ªn secreto de Barcelona?¡±, me gritaba otra cuenta, ense?¨¢ndome un precioso patio con fuentes, hamacas y sombra, con pinta de estar siempre a 10 grados menos que el resto y al que se accede por un ascensor desde un callej¨®n junto a las Ramblas. ¡±?Sabes c¨®mo llegar a estas piscinas naturales de Catalu?a?¡±, me comentaban desde un gorg majestuoso en Orp¨ª (Barcelona), detallando una pl¨¢cida ruta que completaba sin esfuerzo su simp¨¢tico perro. Todos me convencieron.
Al principio, sent¨ª aquellos accesos aparentemente secretos como un regalo exclusivo ca¨ªdo del cielo. A la semana, cuando perd¨ª la cuenta de lo que hab¨ªa apilado en mi codiciado basurero virtual de aguas pr¨ªstinas en las que nunca me ba?ar¨ªa y azoteas escondidas a las que nunca subir¨ªa, lleg¨® la angustia y el rechazo. Viv¨ªa atrapada en mi propio zoco de mercaderes hiperb¨®licos del ed¨¦n veraniego. Ya no sab¨ªa lo que hac¨ªan mis amigos, porque ah¨ª siempre estaban ellos, inst¨¢ndome a cada salto de scroll, listos para ense?arme ese lago que ¡±parece Suiza, pero es una joya de los Pirineos¡± o con su ruta a una cascada malague?a ¡°con el agua m¨¢s cristalina que hemos visto en nuestra vida¡±. ?La ultraviolencia de La naranja mec¨¢nica? Un juego de ni?os comparado con esa tortura personalizada por goteo hedon¨ªstico que estaba sufriendo.
Lo que viv¨ª fue ¡°ansiedad por algoritmo¡±. Lo aprend¨ª en un an¨¢lisis de Kyle Chayka en The New Yorker, en el que ahonda en este fen¨®meno virtual de recomendaciones que nadie ha pedido y nos est¨¢ quebrando los nervios. Ya no sabemos si queremos aquello en lo que una vez posamos los ojos unos segundos de m¨¢s, si el algoritmo nos ha le¨ªdo la mente o si respondemos como se espera a un milimetrado asedio tecnol¨®gico. Y no solo pasa en Instagram. Desde mediados de la d¨¦cada pasada, los ¨®rdenes cronol¨®gicos de nuestros feeds en redes se han evaporado y hemos asistido a la desaparici¨®n paulatina de la vida de nuestros amigos, h¨¢bilmente ignorados y reemplazados por recomendaciones a creadores de contenido que seleccionan ya todas las plataformas, desde Spotify a Airbnb. La revista Input ha denunciado c¨®mo Twitter se ha convertido en un vertedero de cuentas humor¨ªsticas (algunas con intereses econ¨®micos, como esa invasi¨®n de las camisetas con lemas salvajes) y ya nos alertan de que ¡°las redes sociales han muerto¡± porque, en realidad, vivimos en ¡°la era de los medios de recomendaciones¡±. Esa en la que, nunca imagin¨¦, acabar¨ªa diagnosticada de ansiedad por para¨ªso secreto.
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