?Qu¨¦ tan fr¨¢giles son las democracias?
Si se monta esta refriega frente a lo que no es m¨¢s que un aperitivo en el combate a la dependencia energ¨¦tica, ?qu¨¦ no ocurrir¨¢ cuando tengamos que hacer aut¨¦nticos sacrificios para abordar el cambio clim¨¢tico?
Esta crisis, como antes la pandemia, nos est¨¢ poniendo a prueba. En un primer momento pens¨¢bamos que la est¨¢bamos superando. Putin nos subestim¨®: lejos de provocar la desuni¨®n, ha conseguido hacer a la UE y la OTAN m¨¢s fuertes. Error de c¨¢lculo que ya le est¨¢ pasando factura. Habr¨ªa que decir, sin embargo, que el feroz dictador ruso no da puntada sin hilo. Su apuesta puede ser a m¨¢s largo plazo y se asienta sobre la convicci¨®n de la fragilidad de las democracias occidentales, algo en lo que coincide su colega Xi Jinping. El diagn¨®stico es bien simple. Sometidas a la suficiente presi¨®n, sus mimadas poblaciones se acabar¨¢n rebelando frente a todo intento por poner en cuesti¨®n su c¨®moda forma de vida. Su punto d¨¦bil es la facilidad con la que pueden ser desestabilizadas desde dentro por sus propias din¨¢micas internas. Son resilientes de boquilla; en el fondo penden de un hilo. En ellas germina la simiente de su propia destrucci¨®n.
Como no quiero a?adir gasolina al fuego, que bastantes hemos tenido ya este verano, creo que esta hip¨®tesis de los aut¨®cratas es falsa. La democracia es el sistema m¨¢s resiliente. Eso s¨ª, siempre y cuando sea fiel a los principios y procesos que lo informan. El problema es cuando nos desviamos de ellos, algo que es cada vez m¨¢s perceptible. Me voy a fijar en algunas noticias que han venido espolvoreando este c¨¢lido est¨ªo en el que hemos tenido la verificaci¨®n emp¨ªrica de que el cambio clim¨¢tico va en serio. El caso de Trump es el m¨¢s estremecedor de todos. Hasta la prensa m¨¢s seria del pa¨ªs dice que la persecuci¨®n de sus posibles delitos puede facilitar su vuelta al poder (!?) y pone en cuesti¨®n la supervivencia del Estado de derecho en Estados Unidos, adem¨¢s de apuntar a amagos guerracivilistas. Perplejidad, s¨ª. Como el propio viaje de Nancy Pelosi a Taiw¨¢n, donde la estabilidad pol¨ªtica y econ¨®mica mundial se subordina a los intereses electorales dem¨®cratas en los comicios de midterm.
Entre nosotros la cosa es m¨¢s banal, pero es tambi¨¦n sintom¨¢tica. Nos hemos pasado semanas comentando la rebeli¨®n de Ayuso frente a las medidas de ahorro energ¨¦tico. Si se monta esta refriega frente a lo que no es m¨¢s que un rid¨ªculo aperitivo en el combate a la dependencia energ¨¦tica rusa instada por Europa, ?qu¨¦ no ocurrir¨¢ cuando tengamos que hacer aut¨¦nticos sacrificios para abordar el cambio clim¨¢tico? Los pol¨ªticos est¨¢n a lo suyo, la pol¨ªtica peque?a, y todo sirve para satisfacer sus ambiciones personales o de partido. Simon Kuper, periodista del Financial Times, hizo un balance de su estancia de un a?o en nuestro pa¨ªs se?alando que, por lado, era ¡°el m¨¢s habitable del mundo¡± (para quienes no tengan ahogos econ¨®micos, claro), pero, por otro, que se enfrentaba a un problema superlativo por el impacto sobre ¨¦l del calentamiento global. Y conclu¨ªa: curiosamente, esta no es su prioridad fundamental, ¡°los espa?oles pasan m¨¢s tiempo discutiendo sobre la unidad nacional¡±. Podemos, por cierto, tambi¨¦n pareci¨® darle m¨¢s importancia al gesto del Rey de no levantarse ante el desfile de la espada de Bol¨ªvar que a la propia invasi¨®n de Putin.
En fin, retazos de un verano que nace con la dimisi¨®n de Draghi, producto del mismo s¨ªndrome al que estamos aludiendo. Las crisis se superponen, pero muchas democracias est¨¢n ensimismadas en un partidismo rampante que favorece la polarizaci¨®n, se sostienen sobre liderazgos d¨¦biles y se enzarzan en disputas de campanario. Lo importante da paso a lo anecd¨®tico o a los intereses cortoplacistas de la pr¨®xima convocatoria electoral. Lo asombroso es que, aun as¨ª, tienden a ser resilientes y eficaces. ?Hasta cu¨¢ndo?
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