Rosario de Velasco, estrella fugaz del arte espa?ol
Tras ¡°una entrada de caballo siciliano¡± en el mundo art¨ªstico anterior a la Guerra Civil, despu¨¦s del conflicto se repleg¨® a una creaci¨®n m¨¢s dom¨¦stica. Merece a todas luces ser redescubierta
?Por qu¨¦ ha sido olvidada Rosario de Velasco? Tambi¨¦n ?ngeles Santos lo fue, hasta la tesis doctoral de Rosa Agenjo en 1986, el libro de Vinyet Panyella en 1992 y la adquisici¨®n del cuadro Un mundo por parte del Museo Reina Sof¨ªa en 1992. Sin embargo, Rosario de Velasco (1904-1991) hab¨ªa hecho ¡°una entrada de caballo siciliano¡± en el arte espa?ol de la preguerra al decir de un cr¨ªtico, y no le faltaba raz¨®n.
Nacida en Madrid, era hija de Antonio de Velasco, oficial de caballer¨ªa y de Rosario de Belausteguigoitia. Se form¨® art¨ªsticamente con Fernando ?lvarez de Sotomayor, pintor acad¨¦mico y director del Museo del Prado y a los 20 a?os ya concurri¨® a la Exposici¨®n Nacional de Bellas Artes (1932), un certamen donde la reciente II Rep¨²blica quer¨ªa modernizar el panorama art¨ªstico espa?ol. All¨ª obtuvo la segunda Medalla de Pintura por su ¨®leo Ad¨¢n y Eva. En esta magn¨ªfica obra, hoy en el Reina Sof¨ªa madrile?o, vemos a un hombre y a una mujer j¨®venes, descansando en la hierba en un d¨ªa de verano; poseen una perfecci¨®n intemporal, basada en el clasicismo y su factura corre paralela a la llamada Nueva Objetividad alemana, cuyos hom¨®nimos son el Novecento italiano o el Noucentisme catal¨¢n. Como en ellos, hay una voluntad de renovar la tradici¨®n, no copiarla, y crear arquetipos como la familia, la maternidad, las profesiones liberales o los oficios manuales, con una expresi¨®n muy contenida y un dibujo de l¨ªmpida claridad. Las plantas y flores sobre las que se apoyan estosr¨ªomodernos Ad¨¢n y Eva se inspiran, por su detallismo, en los primitivos italianos. Otra obra t¨ªpica de este estilo es Las lavanderas (1934), con sus vestidos sencillos y sus rostros j¨®venes y tersos, que ba?an los pies en un r¨ªo transparente como el cristal. Tambi¨¦n La matanza de los inocentes ¡ªdurante a?os atribuida a Ricardo Verde Rubio¡ª pertenece a este momento, donde la expresi¨®n de los rostros aparece muy contenida con relaci¨®n a la brutalidad de la escena en la que se inspira y sus antecedentes pict¨®ricos.
Rosario de Velasco fue muy alabada por la cr¨ªtica de preguerra y particip¨® en exposiciones internacionales tan importantes como la del Museo Carnegie de Pittsburg (EE UU) en 1933 y la dedicada al arte espa?ol contempor¨¢neo del Jeu de Paume parisiense (1936). Sus dibujos aparecieron en publicaciones de corte pol¨ªtico tan opuesto como los Cuentos para so?ar, de Mar¨ªa Teresa Le¨®n (1928), la esposa del comunista Rafael Alberti, como en la revista falangista V¨¦rtice (1937-1946).
En 1936, se desplaz¨® a Barcelona para retratar a la familia del editor Gustavo Gili en Llavaneras, y all¨ª conoci¨® al que ser¨ªa su marido, Xavier Farrerons Co, reputado m¨¦dico alerg¨®logo. Fue ¨¦l quien le salvar¨ªa la vida durante la Guerra Civil, ya que Rosario en su juventud se hab¨ªa sentido pr¨®xima a las ideas de la Falange y fue denunciada, estando a punto de ser fusilada. Entonces, el matrimonio Farrerons , acompa?ado de los Gili, huy¨® a pie a la zona nacional y regres¨® a Barcelona al finalizar la contienda.
De Velasco se rode¨® en la Ciudad Condal de un restringido c¨ªrculo de amigos pintores e intelectuales: Eugeni d¡¯Ors (el impulsor del Noucentisme, que siempre la apoy¨®), Dionisio Ridruejo, el pintor Pere Pruna, las escritoras Carmen Conde y Elisabeth Mulder, el matrimonio Gili, el cr¨ªtico de arte Ces¨¢reo Rodr¨ªguez Aguilera y su esposa Mercedes de Prat, Antonio Tovar, Rafael Zabaleta.
Eugeni d?Ors la hab¨ªa calificado de ¡°Pola Negri de la pintura¡±, y en la primera posguerra, cuando expuso en las Galer¨ªas Augusta o en la Sala Pictoria, ambas de Barcelona, nos es descrita como ¡°esp¨ªritu se?orial y refinado¡± y como ¡°altiva y sonriente¡±. Su amiga Mercedes de Prat la calific¨® de ¡°viva y chispeante¡±, ¡°sutil y algo ca¨®tica¡±. Su hija Mar¨ªa del Mar y su nieta Bel¨¦n me la definieron como muy independiente, educada y deportista (jugaba al golf y era amiga de la gran tenista Lil¨ª ?lvarez) y, sobre todo, muy poco interesada por el ¨¦xito.
Su producci¨®n de posguerra fue vast¨ªsima y hacia los a?os cincuenta dio un giro estil¨ªstico. Junto a numerosos retratos de factura bastante tradicional su realismo se volvi¨® m¨¢s sint¨¦tico. En una ¨¦poca que podr¨ªamos denominar ¡°pompeyana¡±, los colores de sus bodegones y paisajes se hicieron terrosos y dio mucha importancia a la textura, preparando mucho los fondos.
Expuso en el sal¨®n de los Once (1944) y en excelentes galer¨ªas como Argos, Gaspar, Biosca, Syra y Par¨¦s, aunque a veces con 15 a?os de intervalo entre una y otra exposici¨®n.
Su arte de posguerra tiene concomitancias sociol¨®gicas con el de ?ngeles Santos: ambas pintaron floreros, retratos y paisajes, g¨¦neros tradicionales, ambas se replegaron en un arte m¨¢s dom¨¦stico y m¨¢s ¡°femenino¡±, al decir de algunos cr¨ªticos. Las contingencias de la vida familiar y el arte favorecido por la dictadura de Franco hicieron el resto. En todo caso, Rosario de Velasco fue una estrella fugaz en el arte espa?ol de los a?os treinta y se merece a todas luces ser redescubierta.
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