Te vas a enterar
Por m¨¢s que el lector cabal haya decidido ignorar determinados campos de lucha que se desatan en las redes sociales, ah¨ª le llegan envueltos con rango de inter¨¦s general
Te vas enterar expresaba una amenaza latente. Tarde o temprano te alcanzar¨¢ el castigo. Ahora ha cobrado otra significaci¨®n. Hace referencia a la persecuci¨®n que sufre el inocente ciudadano, seg¨²n la cual tiene que enterarse de an¨¦cdotas y sucesos en la Red que voluntariamente hab¨ªa elegido ignorar. Se empieza a parecer al f¨²tbol y a la meteorolog¨ªa. Quien se resista a la conversi¨®n en noticia del hecho de que en verano haga calor y en invierno fr¨ªo est¨¢ aviado. Los sucesos futbol¨ªsticos funcionan igual; todos los esfuerzos por vivir al margen de ellos son in¨²tiles. Te tienes que enterar. Hace a?os, la informaci¨®n del cotilleo tambi¨¦n se filtr¨® como material obligatorio y el resultado fue demoledor. Al principio, lo hizo de manera lateral, cosas de la tele en horas bajas, alguna p¨¢gina reservada en los medios, un espacio acr¨ªticamente recauchutado en el que cab¨ªa informar de noviazgos, operaciones est¨¦ticas, caprichos adquisitivos o incluso disgustos con mascotas. Hasta que percibimos que si un famoso estornudaba en las Bahamas nosotros nos enter¨¢bamos quisi¨¦ramos o no. La faena estaba hecha. Unas d¨¦cadas despu¨¦s, la informaci¨®n rosa se ha comido el pastel e incluso en el tratamiento del resto de las noticias, algunas fundamentales, hay un deje del uso del cotilleo, la rumorolog¨ªa, la ingeniosidad sin fondo. Para comprobarlo basta analizar c¨®mo las tertulias sensacionalistas son hoy la ¨²nica forma posible de tertulia.
La primera se?al de que las redes sociales iban a destrozar la jerarqu¨ªa informativa, por la cual lo importante era prioritario a lo accesorio, lleg¨® tambi¨¦n desde el f¨²tbol. En lugar de nutrirse de informaci¨®n extra¨ªda por profesionales activos en torno al vestuario, el campo y los despachos, las cuentas personales de los futbolistas surtieron a los medios de declaraciones, fotos y mensajes cuya fabricaci¨®n no se cuestionaba. El m¨®vil era un despacho de representaci¨®n aceptado por todos. La eclosi¨®n incontrolada de la mensajer¨ªa de parte se consider¨® apta para ser publicada en medios y entonces lleg¨® la consecuencia. Alcanz¨® la presidencia de los Estados Unidos un tuitero que dispara desde su retiro en Florida sin afrontar rueda de prensa, entrevistador o intermediario profesional con reparos.
Este da?o autoinfligido del periodismo a s¨ª mismo responde a una l¨ªnea de ahorro y precarizaci¨®n laboral ciertamente imparable. Si me lo dan hecho, puedo permitirme reducir plantilla, publicar novedades de inmediato y renunciar a la intermediaci¨®n con el consumidor. As¨ª, somos meras carreteras paralelas a la autopista virtual de las grandes multinacionales de la comunicaci¨®n. Ahora resulta indispensable dar cuenta de las trifulcas que se producen en los foros de internautas, esas pele¨ªtas entre bobas e hist¨¦ricas y, en la mayor¨ªa de los casos, intrascendentes. Algo as¨ª como transcribir las chorradas que causan disputa en el bar Paco cada jornada. Por m¨¢s que el lector cabal haya decidido ignorar esos campos de lucha porque son da?inos para su vida cotidiana, ah¨ª le llegan envueltos con rango de inter¨¦s general. Como si una voz invisible le gritara: hagas lo que hagas, te vas a enterar. No hay manera de escapar a esa crispaci¨®n de cart¨®n piedra, an¨®nima, visceral y viscosa. Sab¨ªamos que la imbecilidad era infinita; lo que ignor¨¢bamos es que llegar¨ªa a ser obligatoria.
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