Pol¨ªtica ¡®noir¡¯
El debate sueco da pistas de por d¨®nde avanza la narrativa de las democracias europeas: el m¨ªnimo com¨²n polarizador es la inmigraci¨®n
El ejemplo m¨¢s t¨¦trico de profec¨ªa autocumplida es la novela negra sueca. Cuando autores como Henning Mankell, Camila L?ckberg o Stieg Larsson empezaban a popularizar sus series de asesinatos sangrientos y truculentos, Suecia era uno de los pa¨ªses m¨¢s pl¨¢cidos del mundo. Pero, en pocos a?os, la naci¨®n n¨®rdica ha pasado de exhibir una de las tasas de homicidio m¨¢s bajas de Europa a una de las m¨¢s altas. Y se mata con pistola. Mientras en Europa de media mueren a balazos 1,6 personas por cada mill¨®n de habitantes, en Suecia son cuatro. Muchas por el narcotr¨¢fico. Como en el noir n¨®rdico.
Los culpables del aumento de la criminalidad no son los escritores, pero tampoco los inmigrantes y, sin embargo, ese es el mensaje que la formaci¨®n de extrema derecha de los Dem¨®cratas de Suecia (DS) lanza. Y con un ¨¦xito indudable, pues en las elecciones del pasado domingo cosecharon uno de cada cinco votos, convirti¨¦ndose en la segunda fuerza, y superando al partido conservador. En el contexto sueco, Vox ha sorpassado al PP.
Los siniestros resultados electorales siguen a la campa?a m¨¢s tenebrosa que se recuerda. El miedo presidi¨® unos debates entre candidatos que tradicionalmente se caracterizaban por discusiones compartimentalizadas sobre disyuntivas concretas. Educaci¨®n: ?permitimos que las escuelas concertadas paguen beneficios a sus accionistas? Sanidad: ?recentralizaci¨®n o en manos de las regiones? Esta vez, cada bloque tem¨¢tico era un altavoz para las emociones at¨¢vicas: miedo a la crisis energ¨¦tica y la inflaci¨®n, a la guerra en Ucrania y la entrada en la OTAN, al aumento del crimen y la segregaci¨®n social. En el embarrado terreno de la angustia y el temor, la ultraderecha jugaba en casa y desliz¨® su mensaje antiinmigraci¨®n y nacionalista en cualquier campo. Seg¨²n su l¨ªder, Jimmie ?kesson, la responsabilidad de todos los problemas de Suecia reside, primero, en una clase pol¨ªtica del establishment que, plegada a los intereses globalistas, se ha empe?ado en salvar al mundo, dando ingentes cantidades de dinero en ayuda al desarrollo, comprometi¨¦ndose m¨¢s que cualquier otro pa¨ªs con el cambio clim¨¢tico y acogiendo a refugiados sin pedirles nada a cambio; y, en segundo lugar, y m¨¢s importante, en los inmigrantes. Para ?kesson, hasta los problemas en educaci¨®n, con los resultados mediocres que obtiene Suecia en las pruebas PISA, son culpa suya: si quit¨¢ramos a los inmigrantes, los estudiantes suecos lo har¨ªan bien.
El debate sueco da pistas de por d¨®nde avanza la narrativa de las democracias europeas: el m¨ªnimo com¨²n polarizador es la inmigraci¨®n. Las sociedades del continente nos estamos dividiendo por c¨®mo recibimos a los de fuera, pero lo hacemos de forma asim¨¦trica. Frente al mensaje de la ultraderecha, los partidos de la derecha tradicional, como democristianos y conservadores en Suecia, entran en una pelea de gallos para ver qui¨¦n propone reducir m¨¢s el n¨²mero de inmigrantes y es m¨¢s duro con los que no se ¡°adaptan¡±. El resultado de esa agitaci¨®n, con pol¨ªticos golpe¨¢ndose el pecho, es que el m¨¢s radical se lleva el gato al agua. La extrema derecha se come a los conservadores de toda la vida, como sucedi¨® en Francia, acaba de suceder en Suecia y probablemente suceder¨¢ en Italia.
El efecto es el contrario en la izquierda. Tras a?os negando la existencia de un problema de integraci¨®n, las formaciones progresistas suecas han tenido que rendirse a la evidencia. En todo el pa¨ªs hay unos 60 barrios crecientemente desconectados laboral, cultural y ling¨¹¨ªsticamente del resto de la sociedad. Pero, una vez asumido que hay que combatir la segregaci¨®n, los partidos de izquierdas compiten por qui¨¦n propone las medidas con m¨¢s expectativas de ¨¦xito, como aumentar el gasto p¨²blico por estudiante en esas zonas, condicionar m¨¢s las ayudas al aprendizaje del sueco, fijar porcentajes m¨¢ximos de residentes inmigrantes, o reducir los flujos de entrada.
La consecuencia de esta din¨¢mica es que, mientras en la derecha ganan los m¨¢s radicales, como DS, en la izquierda triunfan los m¨¢s pragm¨¢ticos, como los socialdem¨®cratas suecos, que consiguieron casi uno de cada tres votos, siendo claramente la primera fuerza. La pol¨ªtica se vuelve pues centr¨ªfuga en la derecha y centr¨ªpeta en la izquierda. Para la derecha, las campa?as electorales son cada vez m¨¢s c¨®modas, pero la gesti¨®n del d¨ªa a d¨ªa m¨¢s compleja. Vencen, pero no convencen.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.