El cuento de la criada, versi¨®n Kardashian
Margaret Atwood err¨® al imaginar que la explotaci¨®n reproductiva de la mujer ser¨ªa normalizada, ejecutada y abanderada por el fanatismo religioso, sin embargo la lleva a cabo el capitalismo en nombre de la libertad
La imagen es tierna: una madre sostiene en brazos a su beb¨¦ reci¨¦n nacido en una cama de hospital. Ella se llama Khlo¨¦ y est¨¢ semiacostada. El cr¨ªo, que se llama Bruno y a¨²n tiene la carita roja por el sofoco que implica siempre abandonar el ¨²tero materno, duerme en su regazo.
Ella se apellida Kardashian y es la hermana nosecu¨¢ntos del clan m¨¢s s¨®rdido y hortera de la televisi¨®n americana, algo meritorio siendo Estados Unidos uno de los pa¨ªses con m¨¢s sordidez por metro cuadrado y con m¨¢s horteras por habitante, as¨ª que el chiquillo, supongo, tambi¨¦n se apellidar¨¢ Kardashian. ?l lleva un body de rayas azules y rojas y su mam¨¢ luce una sudadera blanca que se confunde con las s¨¢banas del hospital.
Cualquiera que se encuentre la foto sin saber su contexto, sobre todo si ese cualquiera es una mujer que ha parido, pensar¨¢ que la muchacha va demasiado bien peinada y demasiado bien maquillada para haber dado a luz hace apenas unas horas. ¡°Pero as¨ª son las famosas¡±, concluir¨¢ a rengl¨®n seguido, sin saber que el secreto de esas trenzas de las que no se escapa ni un abuelillo y de esos ojos ahumados es que al cr¨ªo se lo ha parido otra. Una ¡°gestante por sustituci¨®n¡±, que es como quieren algunos que llamemos a las mujeres pobres que tienen hijos para vend¨¦rselos a parejas ricas.
Khlo¨¦ no es la primera de su familia que compra un beb¨¦: la Kardashian jefa, Kim, ya se hab¨ªa hecho con dos. Igual estaban de oferta, qui¨¦n sabe. ¡°Es el mercado, amigo¡±. Mirando la foto pensaba en que es dif¨ªcil identificar a Kim y a Khlo¨¦ como a las malas de El cuento de la criada, la distop¨ªa de Margaret Atwood llevada a la pantalla por HBO. Y es dif¨ªcil porque Atwood err¨® al imaginar que la explotaci¨®n reproductiva de la mujer ser¨ªa normalizada, ejecutada y abanderada por el fanatismo religioso, el tradicionalismo y la ultraortodoxia, cuando la realidad es que est¨¢ llev¨¢ndose a cabo y siendo defendida por el capitalismo y en nombre de las libertades que trae consigo.
Donde Atwood imagin¨® una sociedad de t¨²nicas largas y cofias, de silencio y rezos que se apropiaba de los hijos de las pobres explotadas, ahora tenemos familias diversas como la de Khlo¨¦, que va a ser madre soltera y publica su ¨²ltima adquisici¨®n (un beb¨¦) en Instagram. Donde Atwood hipotetiz¨® una sociedad autoritaria y cerrada en la que los ni?os son arrancados de los brazos de su madre nada m¨¢s nacer para ser entregados a otra familia ahora tenemos un mundo abierto en el que somos tan libres que podemos, incluso, comprar y vender libremente humanos.
Donde Atwood imagin¨® El cuento de la criada ahora tenemos El cuento de la liberada, protagonizado por la madre soltera y emperifollada Kardashian y su desverg¨¹enza al posar con un cr¨ªo reci¨¦n comprado como si lo acabase de parir. No es la ¨²nica: en las redes sociales pueden encontrar no pocas fotos de parejas que compran beb¨¦s y se fotograf¨ªan con pijamas de hospital. Hay una, incluso, de lo que parece un hombre (y digo parece porque en la foto no salen sus pronombres sentidos) ataviado con un camis¨®n de parturienta y haciendo el ¡°piel con piel¡± con su reto?o reci¨¦n nacido. Mirarlas es hacerse consciente de que llevamos tiempo viviendo en una distop¨ªa, pero bien distinta a la que describi¨® Atwood. Una en la que al yugo se le llama libertad.
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