El presente de las mujeres de Ir¨¢n frente a la nostalgia de Truss y Meloni
Mientras nosotros, melanc¨®licos, nos empe?amos en crear recuerdos felices de algo que nunca ocurri¨®, en otras partes del mundo se nos ense?a que la p¨¦rdida no tiene por qu¨¦ vivirse con angustia
La nostalgia es un muro poderoso. Y, sin embargo, hoy es improbable que un pol¨ªtico, o quienes opinamos desde sitios como este, reclamemos abiertamente y con esperanza el futuro y el progreso. En lugar de formular relatos cr¨ªticos con el pasado, preferimos edulcorarlo, reducirlo a un significado ¨²nico e inalterable. Por eso nuestra conciencia pol¨ªtica se asocia constantemente a una p¨¦rdida, a la sensaci¨®n de algo irremplazable. As¨ª aparecen el miedo y la respuesta reaccionaria. Les propongo un tour imaginario para comprobarlo.
Empecemos en un Reino Unido en ca¨ªda libre, con una poblaci¨®...
La nostalgia es un muro poderoso. Y, sin embargo, hoy es improbable que un pol¨ªtico, o quienes opinamos desde sitios como este, reclamemos abiertamente y con esperanza el futuro y el progreso. En lugar de formular relatos cr¨ªticos con el pasado, preferimos edulcorarlo, reducirlo a un significado ¨²nico e inalterable. Por eso nuestra conciencia pol¨ªtica se asocia constantemente a una p¨¦rdida, a la sensaci¨®n de algo irremplazable. As¨ª aparecen el miedo y la respuesta reaccionaria. Les propongo un tour imaginario para comprobarlo.
Empecemos en un Reino Unido en ca¨ªda libre, con una poblaci¨®n que chapotea acongojada en su tradici¨®n, como si el conservadurismo definiera su inevitable destino de grandeza. Quiz¨¢s por eso, la primera ministra de la cuna del parlamentarismo (elegida no en Westminster, sino por 172.000 miembros de un partido compuesto mayoritariamente por ingleses ancianos y ricos) ha decidido conducir a la quinta econom¨ªa del planeta hacia la deriva. Su compromiso de bajar los impuestos como nunca antes en 50 a?os ha impulsado la libra y la credibilidad del pa¨ªs a m¨ªnimos hist¨®ricos. El problema de Liz Truss es su desvinculaci¨®n sdcon el presente, su nost¨¢lgico dogmatismo aferrado al delirio thatcherista.
La siguiente parada es el triunfo de la ultra Meloni. La receta m¨¢gica es haber encontrado un discurso para nuestras poblaciones envejecidas, que recuerdan un pasado ideal de valores familiares tradicionales, con felices y decentes parejas ¡°naturales¡± habitando la pureza de una civilizaci¨®n perdida. La urgencia de preservar el Occidente cristiano y blanco impregna el lenguaje pol¨ªtico de la reacci¨®n en Occidente. Pero lo m¨¢s interesante es que el ra¨ªdo emblema de Meloni ( ¡°Soy mujer, soy madre, soy cristiana¡±) contrasta con el grito de guerra de las mujeres iran¨ªes, condensado en el eslogan opuesto: ¡°Mujer, vida y libertad¡±. Al igual que el esencialismo del fascismo italiano pretende reconstruir la conciencia de toda una naci¨®n, de un continente envejecido, el aullido de las j¨®venes de Ir¨¢n apunta a un r¨¦gimen asfixiante: es una fuerza vital que es ya una lucha colectiva. Su eslogan, dice la novelista francoiran¨ª Sorour Kasma?, porta una alegr¨ªa que nos recuerda ¡°que no habr¨¢ libertad sin la libertad de la mujer¡±. Es un hermoso emblema para el futuro, tambi¨¦n de las mujeres norteamericanas, nuestra ¨²ltima parada.
Entender la libertad de la mujer como el principal obst¨¢culo para el proyecto reaccionario es el motivo fundamental de la esperada gran movilizaci¨®n de las mujeres para defender su derecho al aborto en las elecciones del midterm de noviembre. Porque mientras nosotros, melanc¨®licos, nos empe?amos en crear recuerdos felices de algo que nunca ocurri¨®, en otras partes del mundo se nos ense?a que la p¨¦rdida no tiene por qu¨¦ vivirse con angustia: tambi¨¦n puede activar la movilizaci¨®n en positivo hacia un posible futuro inexplorado.