La dudosa legitimidad del sucesor de Boris Johnson
Los dos conservadores que aspiran a liderar el Gobierno se someter¨¢n solo al voto de los militantes, no de todos los brit¨¢nicos, pese a que sus propuestas alteran profundamente el programa que dio la victoria a los ¡®tories¡¯ en 2019
Como es bien sabido, el Reino Unido es una democracia parlamentaria. Los brit¨¢nicos votan en las elecciones legislativas la formaci¨®n de un Parlamento y es la mayor¨ªa de ese Parlamento la que decide qui¨¦n forma el Gobierno y qui¨¦n es el primer ministro que lo encabeza.
Los conservadores, liderados por Boris Johnson, consiguieron una ampl¨ªsima mayor¨ªa absoluta en las elecciones de 2019 y, por lo tanto, no solo es perfectamente legal sino pol¨ªticamente leg¨ªtimo que, tras el anuncio de dimisi¨®n de Johnson el pasado 7 de julio, sea otro conservador el encargado de sucederle en Downing Street. Sin embargo, es muy dudoso que el sucesor de Boris ¡ªo m¨¢s probablemente la sucesora, porque la candidata Liz Truss es clara favorita frente a su rival, Rishi Sunak¡ª tenga esa legitimidad.
?Por qu¨¦? Fundamentalmente, porque lo que est¨¢ ocurriendo no es meramente la elecci¨®n del pr¨®ximo l¨ªder del Partido Conservador y, en consecuencia, del pr¨®ximo primer ministro, sino una competencia feroz entre los dos candidatos que les ha arrastrado a ofrecer una larga y contundente lista de promesas electorales en temas tan relevantes como la fiscalidad, recortes del gasto p¨²blico, Brexit/Uni¨®n Europea, asilo e inmigraci¨®n, igualdad de g¨¦nero, defensa, educaci¨®n, sanidad, cambio clim¨¢tico, etc.
Es decir, los conservadores est¨¢n alterando de manera profunda el programa electoral que les dio la victoria en 2019, pero ni se justifica por crisis como la covid ni, punto crucial, lo est¨¢n sometiendo al veredicto de todos los brit¨¢nicos, sino solo a una minor¨ªa de menos de 200.000 votantes: los militantes del Partido Conservador. Ese problema de legitimidad se redobla por el hecho de que esas promesas electorales lo que buscan es convencer a un electorado que no solo es peque?o, sino con un perfil muy particular: avejentado; obviamente, conservador con ce may¨²scula, pero tambi¨¦n con ce min¨²scula; favorable al Brexit duro; y m¨¢s contrario a la inmigraci¨®n o la multiculturalidad que el conjunto del pa¨ªs; m¨¢s partidario de los recortes de impuestos que de los aumentos de gasto p¨²blico... Eso facilita que las promesas electorales de lo que en realidad no son unas elecciones, sean a¨²n m¨¢s extremas ¡ªy en este caso, muy escoradas a la derecha¡ª de lo que ser¨ªan si los candidatos tuvieran que pelear por el voto en todo el pa¨ªs.
Ser una democracia parlamentaria significa que los ciudadanos delegan su poder en el Parlamento, a sabiendas de que cada cuatro o cinco a?os pueden enmendar esa decisi¨®n y encumbrar a la oposici¨®n. Por lo tanto, si el primer ministro dimite a mitad de la legislatura, el sucesor deber¨ªa ser elegido bien por todos los votantes, bien por el propio Parlamento. En este ¨²ltimo caso, si hubiera un partido con una clara mayor¨ªa, tiene sentido que sean los diputados de ese partido los que decidan qui¨¦n ha de ser el nuevo primer ministro. As¨ª se hac¨ªa hasta que muchos partidos pol¨ªticos ¡ªno solo en el Reino Unido¡ª decidieron que fuera la militancia la que tuviera, de una forma u otra, la ¨²ltima palabra en la elecci¨®n del l¨ªder. Eso, que puede tener muy buenas intenciones y parecer muy democr¨¢tico, invita a un radicalismo ideol¨®gico que cada vez huele m¨¢s a populismo.
La competencia que se da hoy entre Truss y Sunak no se dio cuando Gordon Brown sucedi¨® a Tony Blair en 2007, ni cuando Theresa May hizo lo propio con David Cameron en 2016 tras perder este el refer¨¦ndum del Brexit. Los rivales tanto de Brown como de May se retiraron antes de que votara la militancia y ellos fueron ¡°coronados¡±, como se dice en el argot pol¨ªtico brit¨¢nico.
La elecci¨®n del l¨ªder por la militancia plantea problemas importantes cuando se trata de suceder a un l¨ªder y primer ministro a media legislatura. No siempre tiene sentido convocar unas elecciones generales y no siempre hay consenso para coronar a un candidato ¨²nico. Pero peor que todo eso es que el partido en el poder altere el mandato de las urnas, ignorando al conjunto del electorado, no porque considere que eso es necesario para el pa¨ªs, sino para contentar exclusivamente a sus militantes m¨¢s extremistas, porque esa es la forma que tiene de alcanzar el poder un determinado pol¨ªtico. No parece una forma muy leg¨ªtima de llegar a Downing Street.
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