La nueva etapa catalana
Existe una oportunidad de regresar a la pol¨ªtica, y los partidos e instituciones espa?olas no pueden cruzarse de brazos. Si se quiere entrar en una fase que supere la confrontaci¨®n, hay que crear espacios de entendimiento
Cinco a?os despu¨¦s, Catalu?a abre una nueva etapa: el regreso a la realidad. Poco a poco, se va asumiendo lo que era evidente desde el principio: no se dan las condiciones para que la independencia pase de promesa a acto en un futuro pr¨®ximo. La sociedad lo ha ido asumiendo y, con la agenda cargada de urgencias, el embate se aleja de la opini¨®n p¨²blica. Si alguna duda quedaba de ello, ...
Cinco a?os despu¨¦s, Catalu?a abre una nueva etapa: el regreso a la realidad. Poco a poco, se va asumiendo lo que era evidente desde el principio: no se dan las condiciones para que la independencia pase de promesa a acto en un futuro pr¨®ximo. La sociedad lo ha ido asumiendo y, con la agenda cargada de urgencias, el embate se aleja de la opini¨®n p¨²blica. Si alguna duda quedaba de ello, la crisis de Junts per Catalunya la ha disipado. El alucinante ejercicio de dejaci¨®n de responsabilidades que ha hecho la direcci¨®n de esta extra?a familia poniendo a votaci¨®n de la militancia la decisi¨®n estrat¨¦gica sobre la continuidad en el Gobierno es la prueba definitiva. En una cuesti¨®n aparentemente tan importante, prefieren lavarse las manos, delegando su responsabilidad a un colectivo de perfiles bien imprecisos. Esta nueva situaci¨®n interpela a la pol¨ªtica espa?ola, que tiene mucho que revisar.
Ha sido precisamente en el quinto aniversario del 1 de octubre de 2017 cuando el mito de la unidad sagrada en torno al gran objetivo ha deca¨ªdo en manos de las rivalidades entre partidos y organizaciones, de la pugna entre portadores de intereses diversos y de la inefable psicopatolog¨ªa de las peque?as diferencias que convierte al socio en el principal adversario. Aquel domingo, con el Estado pillado a contrapi¨¦, con el rid¨ªculo de unos servicios de inteligencia incapaces de encontrar las urnas y con el Gobierno espa?ol subrayando el acontecimiento con unas cargas policiales que dieron la vuelta al mundo, sigue siendo el gran d¨ªa en que apoya su legitimidad el independentismo. Y, sin embargo, el quinto aniversario ha contribuido a la lenta pero segura constataci¨®n de lo evidente: la independencia puede ser el objetivo compartido de los independentistas, pero su materializaci¨®n no est¨¢ en el orden del d¨ªa, por mucho que algunos se resistan a aceptarlo.
Hay ahora una oportunidad de regresar a la pol¨ªtica. Que es lo que en cierto modo plantea Esquerra Republicana (y sostiene en el terreno de las ideas ?mnium Cultural) y divide a Junts per Catalunya, que busca salvar su precaria unidad se?alando a Esquerra como traidora. En esta circunstancia, los partidos e instituciones espa?olas no pueden cruzarse de brazos. Si realmente se quiere entrar en una fase en que la pol¨ªtica sustituya a la confrontaci¨®n, hay que moverse y crear espacios de oportunidad y entendimiento. Lo que ocurri¨® en 2017 no deja de ser un fracaso de la democracia espa?ola. El Gobierno de Rajoy fue incapaz de afrontar el problema pol¨ªticamente, se dej¨® llevar por la indolencia del que quiere creer que nunca pasa nada, perdiendo as¨ª cinco a?os, de 2012 a 2017, en que nada estaba escrito todav¨ªa. Y cuando se vio desbordado, deleg¨® la responsabilidad en el poder judicial, agrandando la fractura a niveles inesperados. Hay que aprender de aquella catastr¨®fica experiencia.
Estamos en una fase en que la v¨ªa insurreccional est¨¢ congelada. Y a las instituciones espa?olas corresponde apostar realmente por una pol¨ªtica de reencuentro democr¨¢tico. Nunca un conflicto es culpa de una sola parte. Y si se quiere aprovechar la actual coyuntura para entrar en tiempo de distensi¨®n y enhebrar una relaci¨®n pol¨ªtica efectiva, hay que empezar por el reconocimiento del otro y seguir por establecer acuerdos que den legitimidad a todos. No es f¨¢cil, porque es un terreno en que los avances significativos requieren de amplios consensos. Y la l¨®gica identitaria de los patriotas y los traidores que reza en Catalu?a rige tambi¨¦n en Espa?a, donde la derecha espera cualquier movimiento del Gobierno para se?alarle como vendedor de la patria.
El reconocimiento del independentismo, la normalidad en la negociaci¨®n entre gobiernos, la paulatina desjudicializaci¨®n del proc¨¦s, con las reformas necesarias del marco legal, un cierto reequilibrio fiscal que acorte la distancia entre lo que Catalu?a aporta y lo que recibe y la concreci¨®n de la indefinida mesa de di¨¢logo podr¨ªan permitir sacar rendimiento mutuo de esta fase en que el independentismo va asumiendo que no hay v¨ªa r¨¢pida a la independencia. El Gobierno espa?ol evita mojarse para no dar alas a la derecha. Suelta alguna se?al conciliadora de vez en cuando, para luego retener indefinidamente el bal¨®n, dejando al pairo a los sectores independentistas que buscan acuerdos. Por esta v¨ªa, lo ¨²nico que se conseguir¨¢ es que cuando llegue el PP vuelva a intensificarse la confrontaci¨®n, que es lo que desean los siniestros partidarios del cuanto peor, mejor.
Las circunstancias han variado significativamente. En una coyuntura global cargada de inc¨®gnitas y amenazas que hacen mella, las prioridades han cambiado. Hay urgencias que ni admiten dilaci¨®n ni encuentran consuelo en la promesa de redenci¨®n patri¨®tica. Es la oportunidad de volver a la pol¨ªtica: di¨¢logo y negociaci¨®n (y, por tanto, concesiones mutuas). Una actitud que compromete a las dos partes, tambi¨¦n a la espa?ola. De lo contrario, seguiremos atrapados en el callej¨®n sin salida de la tensi¨®n, del desprecio y del resentimiento. Hagan pol¨ªtica, se?ores.