Doce de Octubre: el d¨ªa que me siento extranjero
A quienes creemos que el ¨²nico patriotismo que merece la pena es el constitucional no nos entran bien los trajes folcl¨®ricos ni los uniformes
Hoy, 12 de octubre, adem¨¢s de fiesta nacional es fiesta mayor en mi pueblo, Zaragoza. Miles de vecinos se visten con trajes folcl¨®ricos y desfilan hasta la plaza del Pilar, donde le entregan un ramo de flores a la virgen. Son d¨ªas de exaltaci¨®n y sentimiento, de proclamarse muy zaragozano, muy aragon¨¦s y muy espa?ol (a veces, las tres cosas a la vez; otras, por separado y en oposici¨®n unas a otras, como bien sabe cualquier espa?ol de cualquier regi¨®n y pueblo), pero tambi¨¦n es un d¨ªa para recordar que a los gentilicios no les caen bien los adverbios aumentativos, ni siquiera los de cantidad, como el que us¨® Mariano Rajoy en su ¡±muy espa?oles y mucho espa?oles¡±. Espa?ol se es o no se es. No se puede ser m¨¢s espa?ol que los dem¨¢s. Para disgusto de ambos, Santiago Abascal y Carles Puigdemont son espa?oles en el mismo rango y con id¨¦ntica intensidad, la que viene establecida por sus DNI.
He escrito algunos libros sobre Espa?a, sus vac¨ªos, sus fronteras, sus Gonz¨¢lez y otras cosas. Hasta el lector m¨¢s despistado sabr¨¢ que me preocupa entender este trozo de tierra europea y la convivencia entre quienes lo poblamos. Incluso me han acusado de noventayochismo, que es insulto intelectual grave. Y, sin embargo, el 12 de octubre no me interpela. Ni siquiera como vecino de mi pueblo. Pocos d¨ªas me siento tan ajeno (?tan extranjero, tan forastero?) como el de la exaltaci¨®n de mi pa¨ªs y mi ciudad. Me sucede como en el D¨ªa del Libro, tal vez el ¨²nico momento del a?o en el que no compro ninguno. O el de san Valent¨ªn, cuya noche es en la que menos me apetece celebrar el amor.
Pueden tomarme por un esnob que se esconde para no rozarse con el gent¨ªo, pero mi extra?amiento no va por ah¨ª. A quienes creemos que el ¨²nico patriotismo que merece la pena es el constitucional no nos entran bien los trajes folcl¨®ricos ni los uniformes. Si defendemos que una patria es un paisaje compartido donde cada cual puede vivir en libertad siendo lo que le d¨¦ la gana, dif¨ªcilmente vamos a aplaudir o a marcar el paso en el desfile. Pasaremos el d¨ªa en casa, extranjeros hasta que se acaben los festejos, y volveremos a salir ma?ana, cuando la patria sea de nuevo ese territorio mundano hecho de recados, caf¨¦s, ni?os que salen de un colegio y palabras espont¨¢neas que nadie ha puesto en un discurso y se dicen por el mero gusto de conversar.
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