La Europa de la rama de olivo
El despertar del sue?o conservador del fin de la historia ha sido brutal. Les debemos a nuestros muertos y pobres el regreso a la diplomacia y a la utop¨ªa pacifista de Erasmo
Durante mucho tiempo nos quisieron convencer de que hab¨ªa llegado el fin de la historia. Para qu¨¦ so?ar con un mundo mejor: era m¨¢s c¨®modo rondar como polillas ante la luz de las pantallas y su hipnosis adictiva, consagrarnos ext¨¢ticos a ese altar del consumo, a su escaparate interminable y sin fondo. O con un fondo oscuro que no ve¨ªamos, que no quer¨ªamos ver. Y para qu¨¦ anhelar ya utop¨ªas imposibles, eso eran antiguallas, rid¨ªculo romanticismo, si ten¨ªamos la felicidad ah¨ª, al alcance de la mano.
Desde que la guerra estall¨® en el coraz¨®n de Europa, el hechizo se ha evaporado de golpe. Y ha vuelto a despejarse ante nosotros esa vieja utop¨ªa europea que se resume en la palabra paz. Fue el sue?o de aquel h¨¦roe llamado Ulises que se neg¨® a alistarse cuando vinieron a reclutarlo, tras el rapto de Helena. ?l sembr¨® de sal los campos que araba para aparentar locura, para que se olvidaran de ¨¦l. Pero entonces arrancaron a su hijo de los brazos de Pen¨¦lope y lo pusieron ante el arado, y Ulises tuvo que claudicar. Y fue a la guerra.
Su papel fue sobre todo de di¨¢logo y estrategia, intent¨® anteponer la astucia a la violencia, y as¨ª enga?¨® a Troya con un caballo de madera y a Polifemo con los vapores del vino. Busc¨® por todos los medios regresar a su Itaca como lo que era: un hombre que renunciaba a la inmortalidad que le ofreci¨® Calipso, y que rechaz¨® las flores narc¨®ticas de los lot¨®fagos porque necesitaba conservar su memoria. Logr¨® al fin su anhelo con ayuda de Atenea ¡ªdiosa de la paz y de la guerra justa¡ª cuyo emblema es una rama de olivo, que es tambi¨¦n s¨ªmbolo de ese ideal europeo de un continente sin enfrentamientos b¨¦licos.
Despu¨¦s, otros recogieron ese testigo, como Arist¨®fanes, que desde sus obras cuestion¨® la ambici¨®n expansionista de los poderosos que lanzaban a sus pueblos a la muerte: la m¨¢s famosa es la comedia donde Lis¨ªstrata arrastra a las mujeres a una curiosa huelga sexual que no ha de cesar mientras no llegue la paz. Al final triunfa la cordura, pero eso solo ocurre en la ficci¨®n. Y ese sue?o sigue quedando a la deriva al paso de los siglos.
Volver¨¢n a ¨¦l otros pacifistas, y de entre todos destaca Erasmo, que fue para Zwinglio la encarnaci¨®n del Ulises hom¨¦rico, y que pas¨® su vida huyendo de las epidemias de peste y de sus enemigos, mientras luchaba contra la barbarie alentada por fanatismos y nacionalismos. Defendi¨® que el mundo entero era nuestra patria, concibi¨® una Europa unida como alianza de la cultura y abog¨® por la abolici¨®n de la guerra. Su arma era la luz frente a la sombra, la inteligencia frente a las armas, el di¨¢logo frente al ruido y la furia. Para ¨¦l Europa era una idea moral y su bandera, la paz, la diversidad, la tolerancia y el universalismo.
Erasmo fue el ¨ªdolo intelectual de su tiempo, pero tambi¨¦n fue un derrotado. Como lo fue su amigo Tom¨¢s Moro, inventor de esa isla llamada Utop¨ªa donde estaba desterrada la violencia, y que muri¨® decapitado por orden de su rey, Enrique VIII. Luego la semilla de la concordia sigui¨® germinando, con otras formas. Ese ideal lo retom¨® Cervantes al crear la primera novela moderna, protagonizada por un hombre bueno y rid¨ªculo, con sus gestos in¨²tiles. Lo recogieron adem¨¢s ilustrados como Voltaire, con su tratado sobre la tolerancia, o Kant con su propuesta de ¡°paz perpetua¡±. Y despu¨¦s el quijotesco pr¨ªncipe Mishkyn de Dostoyevski, escritor ruso vetado por una universidad italiana al comienzo de la invasi¨®n rusa de Ucrania, como si pudiera ser culpable de la infamia de Putin.
Cuando el pensamiento conservador decret¨® el final de la historia, no solo disolv¨ªa las utop¨ªas del horizonte futuro sino tambi¨¦n las ense?anzas de la vieja Cl¨ªo, musa de la historia. En esa ficci¨®n de tiempo detenido ¨ªbamos olvidando, mientras una densa niebla borraba del pasado la ignominia y los cr¨ªmenes. Nos instal¨¢bamos en un c¨®modo nirvana, como los lot¨®fagos del relato de Homero. Los antiguos protagonistas del horror perdieron as¨ª sus complejos y volvieron envalentonados a escena, con sus sinuosos fanatismos nacionalpopulistas y ultraconservadores.
El despertar del sue?o ha sido atroz, pero a¨²n nos hermana esa utop¨ªa poderosa que cabe en una sencilla rama de olivo. Y hace tiempo que reclaman el regreso a la diplomacia intelectuales de distintos ¨¢mbitos e ideolog¨ªas ¡ªcomo Noam Chomsky o Mario Vargas Llosa¡ª, por mucho que a la OTAN no le venga bien. Se lo debemos a los muertos, heridos y mutilados de la guerra. Y a los condenados al hambre y la pobreza en el mundo. Tambi¨¦n al planeta, convulsionado por la crisis clim¨¢tica. Y a todos los ni?os que junto al resto de la poblaci¨®n pagar¨ªan por una cat¨¢strofe nuclear. Europa tiene su propia voz y su camino.
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