Odiar los puentes
Los malditos festivos entre semana nos recuerdan a los no asalariados que el derecho al descanso es uno de los muchos que hemos perdido en la progresiva precarizaci¨®n de nuestras vidas
Los puentes, ese invento tan espa?ol, se explican siempre como la alegr¨ªa del calendario, un peque?o agosto que de repente aterriza en marzo o en noviembre. ¡°Si te coges un d¨ªa, te salen cinco¡±, dir¨¢ siempre alguien, una de esas personas que en diciembre del a?o en curso ya se ha estudiado todo el calendario del a?o siguiente y sabe a la perfecci¨®n en qu¨¦ cae el Primero de Mayo y c¨®mo quedar¨¢ el tema Inmaculada/Constituci¨®n 12 meses m¨¢s tarde. Los medios, las redes y la cultura popular participan de esa presunci¨®n m¨²ltiple: que todo el mundo tiene un trabajo, que ese trabajo siempre es asalariado y por cuenta ajena, que permite la libranza dentro del calendario habitual, que un 1 de noviembre no trabaja ni dios.
Con su querencia por el clich¨¦, los informativos de televisi¨®n informan en esos d¨ªas de la operaci¨®n salida, cuelan un reportaje de los de hablar con gente en las terracitas y otro sobre la ocupaci¨®n de casas rurales en alguna comarca de interior. Espa?a est¨¢ de fiesta, nos dicen. Este mismo peri¨®dico tuite¨® hace unas semanas: ¡°Consulta aqu¨ª el calendario laboral de 2023. Todos los trabajadores disfrutar¨¢n al menos de cinco fines de semana largos¡±. Se entiende la generalizaci¨®n, pero ese ¡°todos¡±, auch, hiri¨® como una daga a los empleados de la hosteler¨ªa y el comercio y aguijone¨® a los aut¨®nomos en lo m¨¢s profundo.
Como trabajadora por cuenta propia, me cuento en el grupo de personas, peque?o pero no tanto, que detestan los puentes. No es un odio f¨¢cil de llevar, ni siquiera es una de esas man¨ªas contraintuitivas como odiar la Navidad o la playa, que siempre congregan a mucho p¨²blico. Detestar los puentes te convierte en un cenizo solitario, un mis¨¢ntropo sin gracia alguna. Yo no quiero, de verdad, pero no me queda otra.
Por regla general, los aut¨®nomos llevamos bastante bien lo de trabajar cuando la gente no trabaja, incluso lo de trabajar siempre. En mi caso, tengo plenamente integrado el domingo como d¨ªa laborable. Mis hijos tambi¨¦n, porque no han conocido otra cosa. Aunque nunca dejar¨¢n de quejarse. ¡°T¨² siempre tiki tiki tiki¡±, dec¨ªa el peque?o cuando apenas aprend¨ªa a hablar, haciendo un gesto como de escribir en un teclado invisible. Una se acostumbra a los fines de semana de un d¨ªa o d¨ªa y medio, o de unas horas salteadas ¡ªcada aut¨®nomo tiene su forma de autosabotaje favorita¡ª y, en los d¨ªas optimistas hasta le encuentra la gracia. Toda esa gente que se queja de los sunday scaries, la bajona del domingo por la tarde. Eso a los aut¨®nomos no nos pasa. Afrontamos el lunes por la ma?ana ya con la bandeja de entrada del correo electr¨®nico limpia y la frente despejada. Pero los puentes, ah, los puentes nos pillan a traspi¨¦, y nos devuelven a algunos todo el rencor del verano, cuando las vacaciones de nuestros amigos asalariados se nos hacen eternas.
¡°Algunos martes o mi¨¦rcoles despu¨¦s de un puente me he planteado no llevar a mis hijos al colegio, para evitarles el corrillo en el que los ni?os se cuentan lo que han hecho durante los d¨ªas libres¡±, me confesaba otra aut¨®noma de la rama tiki-tiki un d¨ªa que ambas nos lament¨¢bamos ¡ªlos aut¨®nomos somos muy de llorar en grupo, y de llorar a secas¡ª y coment¨¢bamos hasta qu¨¦ punto idealizamos los puentes de los compa?eros de clase de nuestros hijos, que imaginamos como un videomontaje en una pel¨ªcula mala, pensado para evocar ¡°felicidad infantil¡±, una sucesi¨®n de juegos en el campo, visitas a amigos y familiares y sana diversi¨®n anal¨®gica, y los contrastamos con los de nuestros ni?os, pobres hijos de aut¨®noma, consumidos en el sof¨¢, con m¨¢s rato de pantalla del que queremos confesarnos, porque un festivo entre semana es solo un engorro log¨ªstico para un trabajador por cuenta propia.
Los malditos puentes nos recuerdan a los no asalariados que el derecho al descanso, un pilar de la lucha obrera, es uno de los muchos que hemos perdido en la progresiva precarizaci¨®n de nuestras vidas. Asumimos lo de no poder caer enfermos, lo de las bajas de maternidad y paternidad irrisorias o inexistentes porque la paga es baja y casi nadie puede permit¨ªrselas ni le es viable desaparecer durante unos meses ante sus clientes. Aceptamos como un mal end¨¦mico la soledad laboral, el no tener un comit¨¦ que nos defienda de los muchos atropellos a los que nos enfrentamos. S¨¦ que existen las asociaciones de aut¨®nomos, pero muchos sentimos que no hablan en nuestro nombre, y eso se hizo perfectamente evidente en la reciente negociaci¨®n de la ley de tramos, que nos dejar¨¢ a muchos a¨²n m¨¢s abocados a la miseria. Podemos, digo, entender todo eso como parte de nuestro destino fatal. Pero, ?que todos nuestros amigos y conocidos disfruten de cuatro d¨ªas libres seguidos en noviembre y encima nos lo ense?en en Instragram y BeReal? No nos pidan tanto, que somos aut¨®nomos pero no de piedra.
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