Entre generaciones
Es verdad y es ley de vida que los a?os y los desenga?os arrastran a muchos hacia esa p¨¦rdida de velocidad llamada conservadurismo; pero tampoco es cuesti¨®n de propasarse con la sal
De la famosa y actual batalla entre generaciones.
Se pasa uno la vida siendo joven y as¨ª es como finalmente ocurre lo que ocurre, que en el momento menos pensado llega por la espalda una generaci¨®n de gente a¨²n m¨¢s joven, de ni?os de 30 o 40 pidiendo paso, reclamando el sitio por el que ha peleado uno durante d¨¦cadas. Las preocupaciones vitales de hoy, las m¨¢s urgentes, ya no son las nuestras de anta?o. O quiz¨¢ s¨ª, pero su comprensi¨®n requerir¨ªa un cambio de perspectiva, adem¨¢s del manejo de admin¨ªculos de fabricaci¨®n reciente. Nos toc¨® consumir nuestras energ¨ªas en otras batallas. Acudimos a ellas provistos de pertrechos te¨®ricos que, mal que nos pese, ya no sirven para comprender, no digamos explicar, un buen n¨²mero de fen¨®menos actuales.
Lo ¨²ltimo que deseo para m¨ª es la vejez del malhumorado cr¨®nico, enemigo del presente; la del que, subido a un p¨¦ndulo, oscila hacia el extremo opuesto de lo que en otros tiempos defendi¨® y levanta la voz contra los j¨®venes de ahora, olvidando el sarpullido que produc¨ªan en sus mayores las melenas, el punk, las broncas callejeras y otras modas revolucionarias. Es verdad y es ley de vida que los a?os y los desenga?os arrastran a muchos hacia esa p¨¦rdida de velocidad llamada conservadurismo; pero tampoco es cuesti¨®n de propasarse con la sal. M¨¢s estomagante me resulta la figura del viejo pelotillero que todo lo acepta y lo comprende con tal de granjearse el benepl¨¢cito de la carne joven, el palmero de cualquier novedad dispuesto a parapetarse con su tos y su andador tras la barricada hecha por otros. Queda, como tercera opci¨®n, la postulada por Horacio, fray Luis de Le¨®n y los pocos sabios que en el mundo han sido. Consiste en retirarse a disfrutar de un ¨²ltimo tramo de serenidad, ponerse a buenas con los recuerdos y admitir que la juventud actual tiene derecho a consumar sus errores como nosotros consumamos en su d¨ªa los nuestros.
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