El negacionismo inconsecuente de Bolsonaro y los desaf¨ªos de Lula
El delirio de guerra fr¨ªa lleno de irracionalidad que ha impulsado el bolsonarismo afecta a la legitimidad de la oposici¨®n, a la alternancia pol¨ªtica y a toda la democracia brasile?a
Brasil nunca ha estado tan dividido y polarizado como en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales que se vivieron el domingo. El recuento de los 124 millones de votos contabilizados en urnas electr¨®nicas, concluido oficialmente a las 0:18 horas de este lunes, consagr¨® como ganador al expresidente Luiz In¨¢cio Lula da Silva con 60,3 millones de votos (50,90%), mientras que su rival, el presidente Jair Messias Bolsonaro, obtuvo 57,8 millones de votos (49,10%).
La elecci¨®n pasar¨¢ a la historia no solo por haber consagrado la tercera victoria de Lula, algo in¨¦dito, sino tambi¨¦n porque convierte a Bolsonaro en el primer presidente desde 1997, a?o en que se instaur¨® la reelecci¨®n presidencial, que no logra ser reelegido. Adem¨¢s de la fuerte polarizaci¨®n, el domingo estuvo marcado por la tensi¨®n. La mayor¨ªa de los sondeos de opini¨®n daban una ligera ventaja al expresidente Lula y el electorado de ambos candidatos sigui¨® el recuento de votos como los aficionados al f¨²tbol en una final de la Copa del Mundo. Al igual que en la primera vuelta, Lula comenz¨® ganando con los votos del exterior, fue superado por Bolsonaro, que obtuvo el 54% y poco a poco recuper¨® la primera posici¨®n cuando se empez¨® a realizar el recuento de los Estados del noreste, donde tiene una amplia ventaja, y del sureste, especialmente Minas Gerais, donde gan¨® por un estrecho margen. Alrededor de las 18.50 horas, con el 67,76% de los votos escrutados, el resultado dio un vuelco y Lula se puso en cabeza, confirmando los pron¨®sticos de los sondeos.
Lula sali¨® victorioso en casi todos los municipios de la regi¨®n nordeste y fue esta regi¨®n, con 27 millones de habitantes, la que result¨® decisiva para su ¨¦xito. Aunque Bolsonaro gan¨® en las dem¨¢s regiones, la diferencia con respecto a Lula no fue lo suficientemente significativa como para superar al l¨ªder. La victoria en las regiones m¨¢s pobres, en 13 Estados y en algunas capitales importantes del sureste y del sur, como S?o Paulo y Porto Alegre, consolid¨® su ventaja de m¨¢s de 2,5 millones de votos.
La semana previa a las elecciones, que estuvo marcada por distintas pol¨¦micas relacionadas con los aliados de Bolsonaro, termin¨® con el silencio de Bolsonaro. Al igual que Trump en Estados Unidos, no llam¨® para felicitar al ganador. La descortes¨ªa acab¨® dando una se?al para la reacci¨®n de la extrema derecha, que ya ten¨ªa previsto actuar desde la primera vuelta. En las primeras horas, despu¨¦s de las elecciones se registraron bloqueos de camioneros en varios Estados y tambi¨¦n piquetes con militantes que acosaban a los ciudadanos comunes en nombre del l¨ªder silencioso, una especie de versi¨®n capitular de las elecciones brasile?as y demostraci¨®n inequ¨ªvoca del car¨¢cter autoritario de los extremistas. En uno de esos bloqueos en el Estado de Santa Catarina, un polic¨ªa bolsonarista de guardia pidi¨® a los manifestantes que esperaran un plazo de 72 horas hasta que el presidente hablara. ?Qu¨¦ hace el jefe derrotado en las elecciones? ?Un golpe de Estado en marcha? El bolsonarismo enfermo atasc¨® las arterias de un pa¨ªs que parec¨ªa respirar aliviado el domingo.
El martes por la ma?ana, los ministros del Supremo Tribunal (STF) se negaron a reunirse con Bolsonaro. Durante la tarde, despu¨¦s de 44 horas de silencio, Bolsonaro finalmente sali¨® al p¨²blico y habl¨® durante dos minutos. Agradeci¨® a los votantes, dijo que los actuales ¡°movimientos populares son fruto de la indignaci¨®n y el sentimiento de injusticia de c¨®mo se desarroll¨® el proceso electoral¡±, inst¨® a los simpatizantes a actuar de forma pac¨ªfica y a no actuar como los supuestos m¨¦todos de la izquierda, ¡°como la invasi¨®n de la propiedad, la destrucci¨®n del patrimonio y el recorte del derecho a entrar y salir¡±. Adem¨¢s, a?adi¨® que nunca ha controlado ni coartado los medios de comunicaci¨®n y las redes sociales y concluy¨® que como presidente de la rep¨²blica seguir¨¢ cumpliendo con la Constituci¨®n. El ministro de la Casa Civil, Ciro Nogueira, anunci¨® poco despu¨¦s de la salida del presidente que la transici¨®n de gobierno se realizar¨¢ en los pr¨®ximos d¨ªas. En resumen: adem¨¢s de no reconocer la victoria de su oponente, Bolsonaro cuestion¨® la fluidez del proceso y la actuaci¨®n del Supremo Tribunal, llam¨® a sus votantes a ocupar las calles y ya no las carreteras, todo ello en v¨ªsperas de un d¨ªa festivo, lo que podr¨ªa llevar a unos d¨ªas m¨¢s de tensi¨®n pol¨ªtica en Brasil.
Uno de los mayores retos para Lula y su vicepresidente, Alkmin, ser¨¢ mantener la gobernabilidad en un entorno polarizado, sobre todo durante los primeros meses, en los que todav¨ªa se est¨¢n haciendo arreglos con el Congreso. Si este es un problema intr¨ªnseco a la coalici¨®n presidencial, en el caso brasile?o hay elementos que agravan el cuadro.
En primer lugar, el nuevo gobierno deber¨¢ enfrentar y mitigar al bolsonarismo, como expresi¨®n de la extrema derecha, principal pero no exclusivamente, en las redes sociales. Las protestas de los camioneros y la presi¨®n de los empresarios bolsonaristas, como las que ocurrieron en el Gobierno de Dilma, pueden repetirse durante su mandato. Todas estas acciones pol¨ªticas alimentadas por las fake news de forma abrumadoramente r¨¢pida, socavan las respuestas institucionales. La victoria de los bolsonaristas en las elecciones para el gobierno del Estado de S?o Paulo, el m¨¢s rico del pa¨ªs, indica que la cuesti¨®n dif¨ªcilmente ser¨¢ resuelta por el futuro presidente en solitario. La pacificaci¨®n del entorno pol¨ªtico exigir¨¢ un esfuerzo no solo del gobierno federal, sino tambi¨¦n de los gobernadores, los alcaldes, los legisladores y la sociedad civil.
La constante tensi¨®n producida a lo largo del Gobierno de Bolsonaro ha debilitado las instituciones. La Polic¨ªa Federal de Carreteras, cuyo director es partidario de Bolsonaro, realiz¨® operativos en las carreteras el d¨ªa de las elecciones, en contra de la orden de la Justicia Electoral, y ha hecho poco hasta ahora para contener las protestas oficialistas. Otro reto para el gobierno es reducir la politizaci¨®n dentro de las Fuerzas Armadas y en los dem¨¢s organismos de seguridad. En las elecciones de 2018 se incumplieron normas del Estatuto Militar, como no hacer campa?a en los cuarteles. Y el uso de las redes sociales por parte del personal militar en activo para la expresi¨®n pol¨ªtica de los partidos sigue siendo una cuesti¨®n delicada. Este es un reto no solo para el gobierno, sino tambi¨¦n para los mandos militares que ser¨¢n nombrados por el presidente electo. De hecho, es un problema para cualquier comandante militar en una democracia.
De hecho, aunque los militares brasile?os se consideran dem¨®cratas, hay ciertos aspectos institucionales y simb¨®licos que son legados del r¨¦gimen militar y que construyen una visi¨®n conservadora, si no reaccionaria, del proceso pol¨ªtico. En general, a los militares de rango medio les resulta dif¨ªcil comprender la din¨¢mica y las incertidumbres de la pol¨ªtica, y prefieren mantenerse al margen. En per¨ªodos de crisis pol¨ªtica como el que atraviesa Brasil, se acercan, y su ethos cartesiano basado en la jerarqu¨ªa y la disciplina se radicaliza en una oposici¨®n amigo/enemigo. Y el bolsonarismo, al propugnar el autoritarismo bajo el velo de la libertad (que solo sirve a los aliados), ha creado una narrativa en la que la oposici¨®n pol¨ªtica es un enemigo interno, una amenaza para la naci¨®n. Este delirio de guerra fr¨ªa, lleno de irracionalidad repetido hasta la saciedad afecta a la legitimidad de la oposici¨®n, a la alternancia pol¨ªtica y a toda la democracia brasile?a.
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